A Tony le diagnosticaron esclerosis múltiple entró en depresión e intentó suicidarse dos veces: «Dejé de creer en Dios hasta que entendí que estoy donde Dios me quiere»

* «El milagro no soy yo, son las personas a mi alrededor… Me dije a mí mismo: sigo siendo esposo, padre, todavía tengo amigos»

Camino Católico.-  Era el 1980: un día Tony se despertó y veía doble. Empezó a perder sensibilidad en una mano, en el brazo, luego en la pierna. Tras siete años, el diagnóstico: esclerosis múltiple. Frente a él se abrió un abismo. Entró en depresión, intentó suicidarse dos veces. Tony explica en el video de Aleteia que “dejé de creer en Dios hasta que entendí que estoy donde Dios me quiere”.

Hoy, cuenta qué lo ha ayudado. Repite: “El milagro no soy yo, son las personas a mi alrededor”, aquellas que le dijeron una palabra de esperanza, de amistad, de ánimo, aquellas que le contaron cómo “sobrevivieron” a una situación dramática.

Un ex veterano de Vietnam le dijo: “Quien te juzga como persona por el hecho que caminas con una andadera, no es un buen juez. Tú sigues siendo una persona, sigues siendo un ser humano”. En ese momento, Tony redescubrir su valor, que su dignidad no depende del hecho de caminar: “Me dije a mí mismo: sigo siendo esposo, padre, todavía tengo amigos”.

Tony y su esposa, que evitó que Tony consumara su segundo intento de suicidio

Su vida resurgió, hizo “la paz” con las personas y con Dios, descubrió que está en el lugar en que Dios lo quiere y que precisamente en su condición puede ayudar a muchas personas a encontrar la esperanza, restituyendo a otros el bien que ha recibido:

“Estaba muy, muy enojado con Dios. Le preguntaba: ¿Por qué me estás haciendo esto? No podía creerlo… Si Dios es tan bueno ¿por qué me estás haciendo esto? Dejé de creer en Dios hasta que entendí que estoy donde Dios me quiere. Recordé un incidente, que me pasó en Coney Island en 1962, cuando tenía 10 años. Me estaba ahogando y lo último que dije fue ‘Dios, por favor que alguien me salve’. No había terminado la frase cuando sentí una mano en la muñeca y un hombre me sacó del agua. No tengo idea de quién era ese hombre pero ese era su lugar: estar en Coney Island en el agua conmigo en ese momento. Me dije a mí mismo: ‘Por eso estoy aquí. Por eso sucedió’. Este es mi lugar en la vida. Estoy aquí para contribuir con este desafío físico…”

Fuente:Aleteia
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