Agathe: «Antes ignoraba a Dios, pero fui a un retiro, me sentí totalmente amada y comprendí que ese era el amor de Dios, que Él estaba ahí, que me esperaba y le dije sí»        

«Creer en Dios me aporta una gran alegría, una alegría concreta. Antes tenía siempre la sensación de estar en una montaña rusa, o bien supercontenta o bien supertriste y con momentos de una angustia enorme. Tengo esa la certeza profunda de que el Señor quiere mi felicidad… Realmente Jesús nos busca a todos. Contrariamente a lo que yo creía, no excluye a nadie. Y su mayor deseo es tener una relación personal con cada uno de nosotros» 

Camino Católico.- Agathe se sentía excluida por los católicos que eran personas que “no se mezclaban, gente perfecta. Además, rechazaban a las personas divorciadas y yo era hija de divorciados… Antes ignoraba a Dios por completo y ahora lo conozco cada vez más” dice en un vídeo de  Découvrir Dieu. Un día conoció a Raphaël, quien sería luego su esposo, le gustó mucho y “me di cuenta de que él tenía una relación con Jesús que ocupaba mucho espacio en su vida”. Pese a que esa relación la transformó, dejaron de verse, hasta que un día se reencontraron y Raphaël la invitó a un retiro donde «me sentí totalmente amada. Y comprendí que ese amor era el amor de Dios, que Él estaba ahí, que me esperaba y que yo solamente tenía que decir que sí. Y dije que sí. Y al día siguiente fui a misa y comulgué por primera vez en años».

Agathe quedó transformada en un retiro donde tuvo su encuentro con el Señor donde se sintió totalmente amada. Y comprendió que ese amor era el amor de Dios, que Él estaba ahí, que le esperaba

«Antes ignoraba a Dios por completo. Ahora le conozco cada vez más. Creer en Dios me aporta una gran alegría»

Mi nombre es Agathe y les voy a hablar de cómo conocí a Dios hace quince años. Antes lo ignoraba por completo y ahora lo conozco cada vez más.

Nací en una familia con muchas abolladuras, que había pasado por bastantes pruebas y muy anticlerical. Me bautizaron al venir al mundo porque mis padres perdieron un bebé antes de nacer  yo. Y cuando tenía diez años pedí hacer la Primera Comunión porque una amiga mía iba a catequesis. Y ahí se acabó todo.

Mis padres se divorciaron cuando yo tenía poco menos de seis años. Y para mí, los católicos eran personas que no se mezclaban, gente perfecta de la que me sentía totalmente excluida. Además, rechazaban a las personas divorciadas y yo era hija de divorciados, así que tenía la impresión de no ser como debía ser. A los católicos todo les salía bien, eran niños perfectos que iban a misa y hacían gestos que yo no comprendía ni nadie me explicaba… Pero sobre todo me molestaba ver que había como una especie de código que todos aprendían al nacer y, si no habías caído en la familia adecuada, ya era demasiado tarde.

Agathe explica que contrariamente a lo que ella creía, Dios no excluye a nadie ysu mayor deseo es tener una relación personal con cada uno de nosotros

Y conocí a Raphaël, un chico que me gustó mucho. Me impresionaban su alegría, su confianza en sí mismo, su dedicación a los demás. Él me había dicho que era católico y yo le dije que yo también. Pero, en realidad, me di cuenta de que él tenía una relación con Jesús que ocupaba mucho espacio en su vida y de la que yo me sentía completamente excluida. Entonces nos separamos. Esa relación, sin embargo, me había transformado bastante,

Pero seguí en contacto con un cristiano que me presentó Raphaël y con quien hablé mucho. Me recomendó algunos libros.  Yo profundizaba, buscaba… Me planteaba cuestiones sobre mi existencia, sobre el trabajo, sobre la familia…

Con el tiempo volví a ver a Raphaël, quien me propuso ir a un retiro. Yo nunca había oído hablar de algo así. Solo iba a haber católicos, lo que no me apetecía nada. Habría miles de personas congregadas para encontrarse con Jesús.

Entonces, Misteriosamente, había aceptado ir, pero nada más llegar me dije: ‘¡Me vuelvo enseguida!’  Allí no encontré más que personas enormemente acogedoras que transmitían esa alegría y esa confianza que me habían impresionado en Raphaël. Y decidí quedarme.

Y como soy buena alumna, hice todo lo que se me planteaba. En particular, una tarde en que se nos propuso ir a hablar con los sacerdotes. No sé muy bien por qué lo hice, pero fui y descargué todo mi contenedor de basura ante un sacerdote a quien solté todas mis heridas, todo el lastre que arrastraba. Me eché a llorar como nunca pensé que lloraría delante de alguien. De golpe, me sentí totalmente amada. Y comprendí que ese amor era el amor de Dios, que Él estaba ahí, que me esperaba y que yo solamente tenía que decir que sí. Y dije que sí. Y al día siguiente fui a misa y comulgué por primera vez en años. En ese momento sentí dentro de mí un gran deseo de establecer una relación con el Señor, y esa relación pasaba por la misa. Empecé a ir todos los domingos y luego cada vez más. Siguiendo el consejo de aquel cristiano, que se había convertido en un amigo, pedí la confirmación. Y después encontré realmente a Raphaël y nos casamos por la iglesia.

Antes, ignoraba a Dios por completo. Ahora le conozco cada vez más. Creer en Dios me aporta una gran alegría, una alegría concreta. Antes tenía siempre la sensación de estar en una montaña rusa, o bien supercontenta o bien supertriste y con momentos de una angustia enorme. No es que sea una receta mágica, ni que ya nunca tenga angustias o no me queje de nada (¡estoy todo el día quejándome!), pero sí tengo esa alegría, esa certeza profunda de que el Señor quiere mi felicidad.

Y hoy, mi manera de mirar este camino de quince años es decirme a mí misma que realmente Jesús nos busca a todos. Contrariamente a lo que yo creía, no excluye a nadie. Y su mayor deseo es tener una relación personal con cada uno de nosotros.

Agathe

El video del testimonio de Agathe en francés


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