Ángel Miguel Calvo no tenía fe, con una hija y buscando la verdad en la Nueva Era fue llamado por la Virgen a ser sacerdote: «Es María la que lleva mi vida y me capacita»        

«De pequeño, entre los 8 y los 10 años, sentí la llamada a ser sacerdote. En Cursillos me volvió a llamar. Y la tercera ocasión fue en una comida con mi padre espiritual. Tenía un cuadro de la Virgen, me puse frente a ella y le dije: `Lo que tú quieras, pero pónmelo en el corazón´. Desde que me consagré a la Virgen, es ella la que hace fáciles las cosas y cuando nos muestra su amor, todo es más llevadero. Para mí es troncal. Ha sido ella la que me ha enseñado a su hijo. Es mi esperanza» 

Vídeo del testimonio de Ángel Miguel Calvo en el programa “Cambio de Agujas” de H.M. Televisión

Ángel Miguel Calvo en su bautismo

Camino Católico.- Ángel Miguel Calvo nunca hizo suya la fe de la familia y el paso de la adolescencia y, más tarde, de la universidad, completaron su separación del catolicismo y su meterse en el mundo. Se casó por la Iglesia solo por no disgustar a su madre, pero solo cinco años después, y con una niña pequeña, estaba tramitando su nulidad matrimonial. La separación fue un momento clave en la vida de Ángel, que comienza una búsqueda tratando de encontrar el amor verdadero. Lo buscará a través de psicólogos y hasta en la Nueva Era, pero solo lo encontró cuando una amiga le invitó a ir a un encuentro de oración con la Renovación Carismática.

A partir de ahí, Ángel Miguel comienza un camino de vuelta a Dios y a Nuestra Madre en el que tendrán papeles importantes los Cursillos de Cristiandad, Medjugorje y el Camino Neocatecumenal. El Señor acaba por mostrarle que le quiere solo para Él como sacerdote por medio de la Virgen María a quien se consagró: “Es ella la que lleva mi vida, la que me capacita”, asegura Ángel Miguel en el programa “Cambio de Agujas” de H.M. Televisión, que puede verse en el vídeo.

Casado por la Iglesia, con una hija, divorcio y nulidad matrimonial 

La madre de Ángel Miguel era “la única que conservaba la fe y la practicaba”. Ángel fue bautizado e hizo la comunión, pero sin más signos visibles de fe y sin mantener “ninguna relación con Dios”, pese a que “alguna vez” rezaba con su madre de niño, pero cada vez se alejaba más de la  religión. Con la llegada de la adolescencia “Dios había desaparecido” y estaba inmerso en “un ambiente laicista”.  Entonces, conoció a una chica, con la que salió durante cinco años antes de comprarse un piso y casarse.

Ángel Miguel Calvo antes de su conversión

“Pensamos que era hora de vivir juntos. Me casé por la Iglesia por inercia y por no disgustar a mi madre. Realmente recibí el sacramento de mala forma, como luego se confirmó”, rememora. La hija que tuvo con la pareja no fue suficiente para impedir un primer divorcio cinco años después del “sí, quiero”. Posteriormente Roma confirmaría la nulidad de un matrimonio que nunca “fue serio”.

Ángel desde siempre se consideraba “una persona feliz en lo tangible, en lo que se podía tocar. Hasta que no me divorcié no toqué el infierno. La que tení] no era una felicidad apoyada en una verdad y en algo sólido. Cuando te divorcias y tocas fondo, ahí te das cuenta de lo impactante de una realidad sin Dios. Fue el momento más triste de mi vida», confidencia.

En plena “oscuridad”, su hija “era lo más importante del mundo y mi timón y orientación”. Por ella tenía que estar bien, sobreponerse y salir adelante. “Buscaba una explicación. Buscaba la verdad”, asegura. Empezó indagando en el psicólogo, pero no halló nada concluyente. También probó en la Nueva Era y en las constelaciones familiares, pero dada su “infancia feliz”, Ángel “rompía los esquemas” de estas terapias que indagan en una causa de los problemas presente en el pasado.

El camino de conversión empieza en la Renovación Carismática

De repente se percató de que, a veces, “el diablo trabaja para Dios y que el diablo había enredado en mi vida”. Una tarde recibió la llamada de una amiga que acababa de conocer. Sin saber cómo acabó contándole sus meditaciones sobre el demonio cuando ella, de la Renovación Carismática, le invitó a buscar esa verdad que anhelaba en el movimiento.

Mientras cotidianamente en su vida “todo era lucha, tristeza y pena, cuando iba a la Renovación era el único momento de la semana en que me encontraba a gusto. Se veía como amaban a Dios. Me ponía ante el Santísimo y le decía: `Yo quiero esto, amarte y conocerte´. Pero yo no lo sentía», asegura.

Tras encontrar casualmente un cartel de los retiros de Cursillos de Cristiandad decidió probar, no muy convencido y pensando que recibiría algún curso de historia. Lo que encontró fue totalmente distinto a lo esperado. Fue “un antes y un después. Fue un fogonazo. Tres días de explosión. No podía explicar lo que pasaba. Transformó mi vida. A la vuelta no me conocían en casa, mi vida cambió”, comenta.

Ángel iba a Cursillos y a la Renovación, pero conforme veía que “necesitaba más”, su vida empezó a apuntar sin saber cómo a la aldea bosnia de Medjugorje, conocida por sus apariciones marianas. Hoy afirma sin dudar que la persona en que se ha convertido es “un fruto” de Medjugorje.

Ángel Miguel Calvo con su hija

Medjugorje, la Virgen y el llamado al sacerdocio

“Mi madre y una prima suya rezaron mucho al ver cómo estaba y se produjo el gran milagro. La Virgen llamó. La verdad es que estaba ilusionado pero no tenía recursos para ir y me regalaron el viaje. Sé que soy fruto de la oración de mi madre  y su prima. Cuando llegué me empecé a encontrar con personas desconocidas pero que estaban relacionados con la prima de mi madre», comenta. Incluso el que sería su «padre espiritual» la conocía.

La devoción por Medjugorje o conocer a su tía no era lo único que unía a todos esos desconocidos. La mayoría eran del Camino Neocatecumenal. «La Virgen me puso en el corazón que tenía que ir al Camino. De regreso entré. Fue un regalo, lo que necesitaba y anhelaba mi corazón. Se palpaba la fraternidad de otra forma, estudias las Escrituras… Sentí que era lo que necesitaba y la Virgen me lo concedía», subraya.

De regreso a la fe, Ángel decidió enfrentar una llamada que “había tenido toda la vida” y que siempre había eludido. Ángel sonríe al escuchar que lo que tiene es una “vocación tardía”. Él dice que es una “rebeldía de toda la vida. De pequeño, entre los 8 y los 10 años, sentí la llamada a ser sacerdote. En Cursillos me volvió a llamar. Y la tercera ocasión fue en una comida con mi padre espiritual. Tenía un cuadro de la Virgen, me puse frente a ella y le dije: `Lo que tú quieras, pero pónmelo en el corazón´”.

Al hacerlo, admite que nunca como entonces tuvo tanta certeza de algo. Tras hablar el obispo -entonces Juan Antonio Reig Pla- y ponerse a su disposición, acabaría obteniendo el beneplácito para comenzar su preparación para el sacerdocio, si bien lo haría “por su cuenta” hasta que su hija fuese independiente y pudiese formalizar su entrada al seminario Redemptoris Mater. “Desde que me consagré a la Virgen, es ella la que lleva mi vida, la que me capacita. Ella hace fáciles las cosas y cuando nos muestra su amor, todo es más llevadero. Para mí es troncal. Ha sido ella la que me ha enseñado a su hijo. Es mi esperanza”, dice con convicción.


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