Así se desarrollará el Cónclave, que se iniciará el martes 12 de marzo, hasta concluir con la aclamación “Habemus Papam”

Para ser elegido Papa será necesario que un candidato obtenga la mayoría de los dos tercios, 77 votos como mínimo de los 115 posibles

9 de marzo de 2013.- (Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo / Alfa y Omega / Camino Católico)  El Papa Juan Pablo II se refirió al procedimiento de elección del Sumo Pontífice como «un acto de carácter sagrado», en el que se hace «viva la presencia de Dios, ante Quien cada uno deberá presentarse un día para ser juzgado». Es por tanto, un proceso de gran responsabilidad, realizado delante del Señor, por un grupo de hombres sostenidos por la oración de toda la Iglesia. Durante los días de celebración del Cónclave, la fumata, negra o blanca, será como el incienso de la Iglesia que se eleva a Dios para pedirle un Papa según Su corazón, que lleve a los católicos de todo el mundo hacia el eje y fin de toda la Historia: Jesucristo.

Después de unos días de Congregaciones generales, en los que los cardenales han aprovechado para conocerse mejor y analizar las necesidades de la Iglesia han decidido votar la fecha de inicio del  Cónclave para elegir al nuevo Papa, que arrancará el martes 12 de marzo de 2013.

A partir del momento que se conoce la fecha  comienza el proceso de  distribuir las habitaciones de la residencia Santa Marta, dentro del Vaticano, en la que residen los cardenales durante los días de la elección del nuevo Pontífice. Una vez comenzado el Cónclave, ya no podrán abandonar el Vaticano y deberán abstenerse de recibir o enviar mensajes fuera de sus muros; no podrán mantener conversaciones con personas ajenas al Cónclave y no podrán escuchar la radio ni ver la televisión, con el objetivo de evitar influencias del exterior en la elección del nuevo Papa.

El Cónclave se inicia con la Misa Pro eligendo Pontifice, que preside el Decano del Colegio cardenalicio -en este caso, el cardenal Sodano- y se celebra, por la mañana, en la basílica de San Pedro. Ya por la tarde, los cardenales electores entran en procesión en la Capilla Sixtina, pidiendo la ayuda del Espíritu Santo, con el canto Veni Creator. Una vez dentro, el Maestro de ceremonias pontificias -en esta ocasión, monseñor Guido Marini- pronuncia la orden: Extra omnes (Todos fuera) y cierra las puertas de la Capilla.

 

Una mayoría de dos tercios

 

El cardenal Decano, o el primero de los cardenales por Orden y antigüedad, pronuncia entonces el juramento por el que todos y cada uno de los cardenales «prometemos, nos obligamos y juramos que quienquiera de nosotros que, por disposición divina, sea elegido Romano Pontífice, se comprometerá a desempeñar fielmente el munus petrinum de pastor de la Iglesia universal y no dejará de afirmar y defender los derechos espirituales y temporales, así como la libertad de la Santa Sede». Igualmente, prometen «observar con la máxima fidelidad y con todos, tanto clérigos como laicos, el secreto sobre todo lo relacionado de algún modo con la elección del Romano Pontífice». A continuación, cada cardenal elector prestará juramento con esta fórmula: «Y yo, cardenal N. prometo, me obligo y juro»; y poniendo la mano sobre los evangelios dice: «Así Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco con mi mano».

Durante la misma tarde del primer día del Cónclave, se produce la primera votación. Cada cardenal toma una papeleta que lleva la inscripción: Eligo in Summum Pontificem, y con caligrafía clara, pero que no sea reconocible, escribe el nombre de su candidato; al final, los cardenales llamados escrutadores leen las papeletas en voz alta. Si ningún nombre alcanza la mayoría de dos tercios (en este Cónclave, 77 votos), este procedimiento se repite durante tres días, en dos sesiones de escrutinios, una por la mañana y otra por la tarde, cada una de ellas con dos votaciones seguidas, y tras cada ciclo, habrá un día de descanso y reflexión. Después de cada sesión se queman las papeletas, con las que se hace saber al exterior, mediante la fumata blanca o negra, el resultado de los escrutinios.

Tras cuatro ciclos de votaciones sin resultado, separados cada uno por un día de reflexión, se votará sobre los dos nombres que en el escrutinio precedente hayan obtenido el mayor número de votos. Y se votará siempre hasta que un nombre alcance la mayoría de dos tercios, el mínimo indispensable para ser elegido Papa.

Os anuncio una gran alegría

Una vez alcanzada la votación con un resultado positivo, el cardenal Decano del Colegio cardenalicio, o el primero de los cardenales por Orden y antigüedad, se acerca al elegido y le pregunta: ¿Aceptas tu elección canónica para Sumo Pontífice? Y luego: ¿Cómo quieres ser llamado? En la Constitución Universi Dominici gregis, que regula el mecanismo de la elección del Sumo Pontífice, Juan Pablo II pidió a cada uno de sus sucesores que «no renuncie al ministerio al que es llamado por temor a su carga, sino que se someta humildemente al designio de la voluntad divina. Dios, al imponerle esta carga, lo sostendrá con su mano para que pueda llevarla».

Seguidamente, los cardenales le muestran un gesto de respeto y obediencia; y después el primero de los cardenales diáconos, en este caso el cardenal Jean Louis Tauran, anunciará al pueblo la elección: Annuntio vobis gaudim magnum: habemus Papam: Emnimentisismum ac Reverendisimum Dóminum… (y citará en latín el nombre del cardenal elegido),Sanctae Romanae Ecclesiae cardinalem (apellido), qui sibi nomen imposuit… (nombre elegido como Papa). Y con unas palabras del nuevo Pontífice y la bendición Urbi et Orbi concluirá la elección del sucesor de Pedro.

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