Bayan: De refugiado de Ghana sin destino a jugador de fútbol del Boca Juniors en Argentina

21 de junio de 2014.- (ACNURCamino CatólicoEn el año 2010, cuando Bayan Mahmud se escabulló para subir desapercibido a aquel barco que partía de Cape Coast, sur de Ghana, no tenía la menor idea de cuál era el destino, pero sentía miedo y lo único que deseaba era irse lo más lejos posible.

Y así fue. Luego de tres semanas, escondido como polizón, aquel joven de 16 años desembarcó del otro lado del Océano Atlántico, en Argentina. Nunca imaginó que la suerte estaría de su lado y que sus habilidades futbolísticas le cambiarán la vida para siempre, en un país donde el fútbol es casi una religión.

Bayan había llegado a Cape Coast tras haber huido de un enfrentamiento resurgido entre las tribus Mamprusi y Ksusasi al norte de Ghana. Cuando se desató la violencia en 2010, él y su hermano Muntala se encontraban viviendo en un orfanato, debido a que sus padres habían sido asesinados en una ola de violencia en 2005.

Ambos hermanos escaparon juntos, pero se separaron durante la odisea de la huida. Solo, Bayan llegó hasta el puerto con mucha incertidumbre. Pudo sobrevivir aquel viaje transatlántico, gracias a la bondad de algunos miembros de la tripulación que le dieron agua y comida sin despertar sospechas abordo.

Cuando el barco finalmente llegó a un puerto en las costas argentinas, el joven tuvo que enfrentar muchos desafíos. Las dos primeras noches durmió en las calles hasta que una persona lo ayudó a tomar un autobús que lo llevó hasta la capital del país, Buenos Aires.

Una vez en la gran ciudad, Bayan se cruzó con unos jóvenes senegaleses que le indicaron cómo llegar hasta la Comisión Nacional para los Refugiados (CONARE). Bayan fue reconocido como refugiado por las autoridades argentinas, y por ser un menor no acompañado, le fue asignado un tutor dependiente de la Defensoría del Pueblo de la Nación.

Pero su suerte tuvo un giro inesperado cuando fue descubierto por un scout de Boca Juniors –uno de los clubes más populares de Argentina– mientras jugaba un “picadito” con amigos en una plaza de Buenos Aires. Lo invitaron al club donde le tomaron los datos y una prueba deportiva. Hoy, Bayan juega en las divisiones juveniles del club, donde continúa perfeccionando su destreza. Tiene talento y Boca augura un buen futuro futbolístico para este joven ghanés.

Boca lo hospedó en su tradicional Casa Amarilla, donde el club recibe a jóvenes futbolistas del interior del país, y también lo apoyó para que termine su educación secundaria. Además, Boca lo ayudó a encontrar a su hermano Muntala a través de las redes sociales. “Pensé que estaba soñando. Pensé que estaba dormido”, así recuerda Muntala Mahmud lo que sintió con el pasaje y la visa en mano al abordar el avión que lo traería desde Ghana a Argentina. El 1 de enero de 2014, Muntala llegó al Aeropuerto Internacional de Ezeiza en Buenos Aires para reencontrarse con su hermano, Bayan, tras tres años de separación. ¡Que mejor manera de empezar el año que verse las caras fuera de un chat!

Bayan entrena cada día y sueña con jugar en la primera división, usando la emblemática camiseta boquense “azul y oro” y deslumbrando como mediocampista en el estadio de Boca, conocido popularmente como la Bombonera. «Quiero ser el primer jugador negro en la Selección Argentina», dice.

Su inspiradora historia, su amplia sonrisa y su carisma han convertido a Bayan en un personaje muy querido y respetado por sus compañeros, y han generado el interés de varios medios de comunicación. Para el Presidente de Boca, Daniel Angelici: «Bayan es un chico fuerte, alegre, querible y lleno de esperanza. Para un club como Boca, un club de inmigrantes, es una enorme satisfacción tener a Bayan con nosotros».

Bayan, que es uno de los aproximadamente 5.000 refugiados y solicitantes de asilo en Argentina, no sólo ha sabido superar adversidades, también ha demostrado la importancia de la integración. Su historia además, destaca el valor del deporte para los niños y niñas. Para los jóvenes refugiados, el deporte puede contrarrestar los problemas psico-sociales, el estrés y la soledad que puede ocasionar el desarraigo. También éste contribuye a mantenerse en forma, al bienestar mental y a la integración social.

Mientras sueña con un futuro brillante como futbolista profesional, Bayan recuerda a sus padres. «Siempre rezo por ellos, sé que estarían muy orgullosos de mí», dice.

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