César Ramírez, cirujano: «La oración ’Jesusito de mi vida’ recuerda el amor puro de un niño Dios que se hizo hombre como nosotros y podemos seguir su ejemplo de amor»

* «Al pasar por el Belén cada vez que salgo a la calle, le pido salud y protección para todos, y al volver, le doy las gracias. Para mí, rezar es ese momento de silencio y recogimiento en el que doy gracias por tanto, pero también pido ser capaz de asumir todo lo que tiene que venir en el día»

Camino Católico.-  El cirujano César Ramírez, uno de los mejores médicos de España según la revista Forbes, y fundador de Bisturí Solidario, centra la oración en este tiempo en torno al Belén, según cuenta a Ana María Medina en la web de la Diócesis de Málaga.

«Un momento sin prisa y con mucho amor». Así recuerda César su aprendizaje de la oración, junto a su madre, quien cada noche rezaba con ellos una oración sencilla pero que se ha quedado grabada ya en su memoria: “Jesusito de mi vida”. Es algo que ahora él repite con sus hijos, para enseñarles la importancia de dirigirse a Dios con infinita confianza en la oración. «Para mí, rezar es ese momento de silencio y recogimiento en el que doy gracias por tanto, pero también pido ser capaz de asumir todo lo que tiene que venir en el día», afirma.

En Navidad, esa oración tiene su bastión en la entrada de la casa, donde la familia coloca uno de los belenes (el de los niños está en el salón). «Este año, cada vez que salgo a la calle, le pido salud y protección para todos, y al volver, le doy las gracias», cuenta.

A través de la oración, «siento que Dios me da alegría y paz suficientes para levantar la mirada cuando me siento más solo, cansado y triste», confiesa. «Es un momento íntimo necesario de conversación. Parar y aprender a escucharse para escuchar a los demás y entregarles tu mejor versión. Orar es hablar en silencio para ser mejor».

“Jesusito de mi vida”

“Jesusito de mi vida”,  la primera oración que aprendió, es también la que recomienda. «Nos recuerda el amor puro de un niño a Dios, nos traslada a nuestra infancia y nos recuerda que aunque pequeños, somos hijos de Dios, frágiles pero también grandes, pues nos hace recordar que Dios se hizo hombre como nosotros y está en nuestra mano seguir su ejemplo de humanidad y amor», concluye este cirujano.


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