¡Como en los evangelios! La fe de Gabriela Caulier atrajo la Gracia de Dios y sanó del cáncer

“Cuando me senté y oraba sobre mí, el padre Ghislain Roy me dijo: «vas a sentir la sangre de Cristo que recorrerá tu cuerpo»… Con serenidad cerré mis ojos, invoqué al Espíritu Santo y le dije «Espíritu Santo, si estoy acá es para que tu hagas un milagro en mi vida». Empiezo a decir esto y comienzo a sentir que como si fuera un líquido caliente, algo recorre mis venas hasta el melanoma. Luego experimenté mucha paz. Esto fue el día sábado y sentí mucha paz, mucha entrega y efectivamente… hubo una sanación”

11 de junio de 2014.-(PortaLuz / Camino CatólicoCuando el 23 de febrero de 1997 fallecía Fernando a causa de un invasivo cáncer, Gabriela Caulier -residente en Santiago, Chile- no quedó atrapada en el dolor al perder a su inseparable amigo, marido y con quien, desde el amor sacramentalmente bendecido, había engendrado dos hijos. Sino que continuó firme en la fe, bastión desde el que ambos habían enfrentado los embates de la enfermedad, seguros de ser acompañados por Dios, y la Santísima Virgen María. 

“No fue fácil, porque era complicado aceptar la enfermedad en una persona joven”,precisa Gabriela al iniciar este encuentro con periódico PortaLuz. Ambos, con treinta años, dedicaban su vida a la catequesis, el trabajo profesional y daban los primeros pasos en su vocación por consolidar una familia. En la agonía, relata, “estábamos rezando el Padre Nuestro y Fernando dijo despacio: «Padre, en tus manos me pongo y soy el último en sentarme a la mesa con Jesús… están mis abuelos esperándome, déjame ir»”, fueron aquellas palabras finales, recuerda, las que sellaron un calvario que se prolongó por poco más de dos años, pero donde cimentaron el amor.

La fe es puesta a prueba

El fantasma de la enfermedad regresaría a probar la fe de Gabriela en 2013 cuando con temor observó que en una zona de su pie izquierdo había emergido un lunar de formas irregulares. “Yo tengo una dermatóloga llamada Mariana, que trabaja en la clínica de la Universidad Católica, en San Carlos de Apoquindo. En una sola sesión descubrió que en mi pie había un melanoma”.

Advertida del mortal impacto estadístico que importa el cáncer de piel Gabriela y su doctora se alegraron de haberlo descubierto. Seis meses después, “la doctora descubrió que tenía sobre el melanoma una cosita que a ella no le gustó, que era otro lunarcito chiquitito, entonces había que volver a intervenir”.

Antes de volver donde la especialista para ultimar los detalles de la cirugía, la madre de Gabriela le comentó sobre los encuentros de oración que organizaba Retiros Luz -iniciativa hermana de periódico Portaluz-, y que reúne a cientos de personas, anhelantes de salud y de fe, alrededor del Santísimo Sacramento. El retiro, le dijo, para más animarla, “es guiado por el conocido sacerdote canadiense Ghislain Roy”

Caulier quedó convencida y asistió con su hermana en noviembre de 2013, sólo, puntualiza, “con la intención de acompañarla. Ella padecía de un trastorno alimenticio, y ha luchado por su enfermedad día a día… es muy devota de la virgen. No sabíamos de qué se trataba…”

El antes y después durante el retiro de padre Ghislain

Le impactó la Eucaristía y posteriormente aquella íntima adoración al Santísimo Sacramento con que iniciaron el encuentro. Conforme pasaban las horas, vinieron las catequesis sobre la acción del demonio y la supremacía sanadora y liberadora de Dios, señala. Esto sería un sutil preámbulo para lo que viviría más tarde cuando continuaran en Adoración eucarística. “El sacerdote –explica- estaba pidiendo a Dios por la sanación de todas las personas”. Gabriela y Francisca estaban sentadas en medio de la asamblea y veían cómo uno a uno todos se acercaban donde padre Ghislain para que él imponiendo sus manos, los bendijese. “Hasta ese momento era escéptica -dice- luego, cuando me senté y oraba sobre mí, el padre me dijo: «vas a sentir la sangre de Cristo que recorrerá tu cuerpo», y yo, callada, pensaba solamente en «cri cri, no siento nada». Volvió a decir lo mismo segundos después y con serenidad cerré mis ojos, invoqué al Espíritu Santo y le dije «Espíritu Santo, si estoy acá es para que tu hagas un milagro en mi vida». Empiezo a decir esto y comienzo a sentir que como si fuera un líquido caliente, algo recorre mis venas. Fue impresionante, porque sentí que corría por mi pierna hasta el melanoma, para abajo. Luego experimenté mucha paz. Esto fue el día sábado y sentí mucha paz, mucha entrega y efectivamente… hubo una sanación”.

Agua exorcizada para liberar y sanar

Terminado el retiro, el sacerdote pronunció una oración especial en que pidió a Dios la bendición del agua para exorcizar. Gabriela se trajo una pequeña botella con el líquido bendecido, para tener junto al altar de su casa. Dos semanas después visitó a Mariana, su doctora. “Ella sólo me preguntaba con estupor «¡Qué te hiciste!, no tienes nada, todo desapareció»”. Entonces le comentó lo ocurrido en aquel retiro. Pasaron los días y las dudas sobre si se mantendría aquella “sanación” la asaltaban.  Con estas dudas de fe tuvo que retornar donde la especialista cuando “en la otra pierna me apareció una cosita, un tumor que fue creciendo en pocos días”.

El diagnostico era más crítico que el anterior. Los primeros exámenes apuntaban a un carcinoma espinocelular, tumor maligno que podría fácilmente comprometer otras zonas del cuerpo. Apareció en la pierna de Gabriela como un grano y en pocos días “ya tenía el porte de una pequeña manzana”, explica. No pudo disfrutar de las vacaciones de 2013 y con dolor se resignaba a ver de lejos cómo Patricio –su nuevo esposo con quien se había casado- y sus hijos, se bañaban en la playa. De regreso en Santiago, una noche, angustiada, sin poder controlar el dolor, llamó a su madre. 

“Mi mamá vino muchas veces a cuidarme, porque la herida se me podía infectar, y si crecía día a día, podría complicar las cosas. Esa vez vino y se le ocurrió poner un poco de aquella agua exorcizada sobre la pierna, que estaba sumamente colorada. Mientras que hacíamos la oración que aparece en el libro ‘Para liberarse y sanar’ del padre Ghislain que habla acerca de la liberación del mal. ¡Puso el agua exorcizada, rezamos, y a los pocos minutos, desapareció lo rojizo!”

La batalla entre Dios y el demonio

En poco más de media hora, fuera de toda lógica racional y posterior explicación científica, las oraciones de una hija atribulada y su madre, despuntaron en un suceso extraordinario que a pocos meses de haberse producido, sigue gestando frutos en la vida de Gabriela Caulier. Algunos días después visitaron a otro médico que era creyente y devoto de la Virgen, quien compartió el asombro por lo ocurrido e indicó que la malformación maligna había transmutado a un tumor benigno, tipo queratoma. “Cuando le comentamos lo ocurrido, nos pidió un poco de aquella agua exorcizada”.

Finalmente y como parte del proceso, Gabriela fue intervenida quirúrgicamente el lunes 24 de febrero en Santiago de Chile, para eliminar toda posibilidad de un nuevo resurgimiento. Fue la decisión del especialista que ella aceptó y “mientras me extirpaban el ahora tumor benigno, le pedía a la virgen «si quieres que esté en este mundo, por favor déjame y si no, mándame a buscar bien rápido»”.

Gabriela confiesa que la enfermedad y su sanación, en su percepción reflejan la batalla entre Dios y el demonio, “porque el coliguacho (demonio) me pilló con miedo. Como había vivido la sanación anteriormente, había quedado ciento por ciento convencida. Pero el miedo me hizo dudar de la recuperación y le preguntaba a Dios: «A ver… si tú me hiciste la sanación, ¿por qué me la enviaste a la otra pierna?», y me di cuenta que esto no era de Él. Fui al santuario de Schoenstatt, fui a misa todos los días y me di cuenta que esto se produce porque el demonio quiere demostrar que Dios no tiene el poder de sanar, quiere quitarnos la esperanza”.

Una marca: la C de Confianza

 Por ello tomó como lectura obligada para todos los días algún capítulo del libro ‘Para liberarse y sanar’ de padre Ghislain y se encomienda a la Santísima Trinidad, como acto de agradecimiento. “Del tumor no me quedó nada, a excepción de una marca en forma de C, y que la interpreto como una C de confianza… sin ponerse en las manos de Dios, uno no es nadie. Aquella C nunca se borrará, y quedará marcada en mi corazón”.

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