¿Cómo vivir la Vigilia Pascual y el Domingo de Pascua de la Resurrección de Cristo comprendiendo la profundidad de las celebraciones? / Por P. Fernando Simón Rueda

P. Fernando Simón Rueda / Camino Católico.- La Vigilia Pascual es la eucaristía que alcanza su máxima expresividad por encima de las restantes celebraciones del año. No es, por tanto, una misa vespertina en víspera de un día festivo, ni siquiera es una celebración más del año litúrgico, sino la acción litúrgica más importante, el vértice de todas las conmemoraciones tanto del Triduo pascual como de todo el año.

El Misal nos dice:

“Según una antiquísima tradición, ésta es una noche de vela en honor del Señor (Ex 12,42). Los fieles, tal como lo recomienda el Evangelio (Lc 12,35-37), deben asemejarse a los criados que, con las lámparas encendidas en sus manos, esperan el retorno de su Señor, para que cuando llegue les encuentre en vela y les invite a sentarse a su mesa”.

  • Liturgia de la luz

Bendición del fuego y preparación del cirio – Procesión con el cirio – Pregón pascual (Exultet)

El fuego, la luz del cirio, las luces de la asamblea, constituyen uno de los símbolos más elocuentes de la Vigilia, celebrada cuando caen las tinieblas de la noche. De noche salieron los israelitas de Egipto y en la noche se manda celebrar la pascua, de generación en generación (Ex 12,42). También los cristianos velan en la noche de Pascua para celebrar la memoria, la presencia y el anuncio de la nueva Pascua de Cristo. La luz es el signo gozoso de la llegada del Señor resucitado. Él brilla en medio de las tinieblas para siempre.

El cirio es la columna de fuego que iluminó a los israelitas al pasar el mar Rojo, como canta el pregón pascual. El cirio es signo de Cristo resucitado, Luz del mundo. Las velas que la asamblea enciende del cirio nos indican que somos hijos de la luz porque participamos por la fe, la esperanza y la caridad de en la Vida de Aquel que es “el sol que nace de lo alto”, (Lc 1, 78).

  • Solemne proclamación de la Palabra de Dios

Se proponen nueve lecturas: siete del Antiguo Testamento y dos del Nuevo (la Epístola de Rom 6,3-11 y el Evangelio). Como mínimo se han de proclamar tres lecturas del Antiguo Testamento y nunca se puede omitir la lectura del libro del Éxodo (el paso por el mar Rojo, anticipo del verdadero paso del pecado a la gracia, de la muerte a la vida y que hemos dado en el agua del bautismo).

Es la proclamación del plan de salvación de Dios que comienza con la creación, Abrahán, el éxodo, los profetas y culmina con la resurrección de Cristo. Como nos enseña el concilio Vaticano II, el Antiguo Testamento está orientado a “preparar, anunciar proféticamente y significar con diversas figuras la venida de Cristo redentor universal”.

Al finalizar la última lectura del Antiguo Testamento se encienden las velas del altar y se proclama el himno Gloria a Dios acompañado por el repique de las campanas. Este himno, junto con el solemne Aleluya posterior supone una explosión de la alegría y de gozo pascual.

  • Liturgia bautismal

Procesión al baptisterio – letanías – bendición del agua – renovación de las promesas por todos los presentes – aspersión con el agua a toda la asamblea.

Es la noche por excelencia del bautismo por la vinculación del sacramento con el misterio de la muerte y resurrección. Meterse en las aguas bautismales (baño de agua) es ser con-sepultado con Cristo; salir de las aguas es con-resucitar con Cristo. Es el día más indicado para que los catecúmenos reciben el sacramento del bautismo.

  • Liturgia eucarística

Como hemos dicho antes, la eucaristía no sólo hace presente el acontecimiento de la expiación de Cristo, sino también su resurrección. Es el sacramento de nuestra fe que hace presente al Esposo que alimenta y santifica a la Iglesia.

DOMINGO DE PASCUA

Oración colecta de la Misa:

“¡Oh Dios, que en este día nos has abierto las puertas

de la vida por medio de tu Hijo, vencedor de la muerte!

Concédenos, al celebrar la solemnidad de su resurrección,

que, renovados por el Espíritu, vivamos en la esperanza

de nuestra resurrección futura”.

La Iglesia continúa el domingo, cada domingo, con el gozo exultante de la Vigilia pascual.

La Resurrección es el día de la nueva creación, el inicio de algo radicalmente nuevo. Como decía J. Ratzinger en su libro Jesús de Nazaret, una “mutación decisiva”, un “salto cualitativo” que inaugura una dimensión del hombre no sujeta al devenir y a la muerte.

Por eso, el domingo para los cristianos es el primer día de la semana, recordando cuando Dios inició en el primer día la primera creación. Los padres de la Iglesia hablan también del «octavo» día para indicar el tiempo nuevo que ha comenzado en la resurrección. A partir del simbolismo del octavo día, los baptisterios se construirán con frecuencia sobre planta octogonal mostrando el bautismo como nacimiento en el octavo día, en la resurrección de Cristo y en el tiempo nuevo inaugurado.

Es el día de la luz en que Cristo, Sol que nace de lo alto, ha triunfado sobre el pecado y sobre la muerte. El día festivo en el que la Iglesia se reúne como familia para alabar, dar gracias y celebrar el don de la salvación: “Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo” (Sal 118,24).

P. Fernando Simón Rueda

Párroco de la Parroquia de san Juan Crisóstomo. Madrid

Asesor espiritual y miembro del Consejo de Redacción de Camino Católico

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