Erika Silva da a luz a bebé anencefálico pese a que la instaban a abortar debido a que iba a morir en días

* El niño vivió dos días y luego murió. Su madre asegura que «cuando llegó el momento del parto yo estaba preparada. Me sentía tranquila porque sabía lo que iba a pasar. No tenía miedo. Entendía que no soy dueña de la vida de mi hijo. Queríamos respetar la voluntad de Dios»

«Dios me lo da, Dios me lo lleva», respondía a quien le insinuara la posibilidad de interrumpir el embarazo»

* La abuela del niño, Mercedes Delgado,  está convencida de que su nieto vino al mundo con una misión: «el ejemplo de Erika sirvió para que dos madres que iban a abortar decidieran no hacerlo. ¡Mi nieto salvó a esos chicos!»

13 de agosto de 2011.- Abrió sus ojitos hinchados de recién nacido y empezó a succionar un pecho imaginario. Sus padres lo miraban embelesados por el vidrio de la incubadora. Apenas le tocaron la manito, Mateo se prendió con fuerzas del dedo de su mamá.

«Mi nieto era precioso. Aunque nació con un kilo y medio tenía el cuerpo gordito y la carita rozagante», lo recuerda Mercedes Delgado, vecina y devota de San Cayetano. «Mi hijo y mi nuera no podían tener hijos, a pesar de que se habían casado hace tres años. Cuando veían a un chico se desesperaban, por eso le rogué tanto a San Cayetano que ella quedara embarazada. ¡Se imagina qué felicidad cuando nos dieron la noticia! Pero al cuarto mes de embarazo nos informan que el bebé tenía anencefalia (ausencia de cerebro), por lo que no iba a sobrevivir. Los médicos le aconsejaron hacerse un aborto terapéutico, pero mi nuera se negó rotundamente. Ella decía que quería conocerlo, verle la carita», relata con dolor.

(Magena Valentié / La Gaceta) Erika Silva dio a luz por cesárea el 29 de mayo, día de Santa Juana de Arco. «Cuando el médico nos avisó que el bebé tenía ese problema sólo atiné a rezar. Le pedía a Dios que me diera fortaleza para seguir adelante. Y realmente me la dio, porque el embarazo fue totalmente normal. Leí por internet que los bebés con anencefalia casi no se mueven, pero Mateo no me dejaba dormir. Al principio sólo yo lo notaba, pero después también se dejaba sentir con el padre. Fue muy hermoso tenerlo en mi vientre. Lo disfrutaba intensamente, aunque sabía que lo iba a tener por poco tiempo». La voz de la joven de 27 años se escucha suave y pausada, pero tranquila. Su rostro claro y transparente le da apariencia de niña.

En dos oportunidades los médicos trataron de convencerla de que se sometiera a un aborto, pero ella rechazaba esa idea. «Dios me lo da, Dios me lo lleva», respondía a quien le insinuara la posibilidad de interrumpir el embarazo. «Siempre pensé que mi hijo se iba a llamar Octavio -apunta-. Era el nombre que había elegido hace mucho tiempo. Pero cuando me enteré de que estaba embarazada se me instaló una sola palabra en la cabeza: Mateo. Con el correr de los meses me enteré de que significa ’Don de Dios’».

Ni Erika ni Marcos Soria, su marido, ocultaron la situación ante sus familiares y amigos. Cada noche se regocijaban en buscar los pequeños pies de Mateo dentro de la panza, festejando cada «patadita», cantando canciones de cuna para que el bebé se durmiera.

«Cuando llegó el momento yo estaba preparada. Me sentía tranquila porque sabía lo que iba a pasar. No tenía miedo. Entendía que no soy dueña de la vida de mi hijo. Queríamos respetar la voluntad de Dios», dice muy serena. Mateo vivió dos días. Llegó a conocer a sus padres y a sus abuelos. Y del sanatorio fue llevado directamente al cementerio.

Mercedes está convencida de que su nieto vino al mundo con una misión: «el ejemplo de Erika sirvió para que dos madres que iban a abortar decidieran no hacerlo. ¡Mi nieto salvó a esos chicos!»
 

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