Francisco Solano se alejó de Dios, sufrió por años un ataque de magia negra y fue liberado al rezar: «Te ofrezco todo mi ser, mi vida, pero Virgen María intercede ante Jesús»

* «Los tiempos de Dios son más perfectos que los de los hombres y yo tuve que esperar diez años para sentir mi conversión y ese llamado de Dios. Desde pequeño siempre escuché que la familia que reza unida permanece unida a través del Santo Rosario. Todos tenemos momentos difíciles, pero lo más importante es saber que la intercesión de María está con nosotros. El agua bendita, la oración, los sacramentos… siempre van a ser nuestras armas que no pueden faltar en el hogar»

Camino Católico.-  El costarricense Francisco Solano fue criado en una familia profundamente católica y ha relatado recientemente al canal El Rosario de las 11 como su educación y su profunda vida de oración no fue obstáculo para sufrir durante décadas los estragos de la magia negra. Sin embargo, sin la oración perseverante, la fe y sobre todo, la intercesión de la Virgen y el Rosario, hoy su vida no sería la misma. Incluso, dice, podría haber terminado.

Todo empezó a los diez años

Francisco Solano cuenta unas vivencias que tienen su origen desde niño. “En esas oraciones, muchas veces sentía que algo impacientaba mi corazón, opresiones, dolor de cabeza… Recuerdo que muchas veces entraba en oración por cultura, era una arma muy fuerte para mí”, recuerda. De niño, a los 10 años,  Francisco hacía maratones de oración por su familia o por cosas que necesitaba. Oraciones extensas que podían durar dos o tres horas. “Sentía algo en mi corazón que me decía que no estaba bien interiormente”, explica.

Francisco Solano por años sufrió un ataque de magia negra

Y es que cuando oraba sentía un gran temor que no sabía explicar. Conforme iba creciendo toda esa actividad fue incrementando. “Muchas veces, mientras caminaba por ciertos lugares, observaba sombras oscuras que iban detrás de mí, también en mi casa, cosas que para un joven eran extrañas. Aquellas presencias me hacían daño, me tocaban, me hablaban y muchas veces me hacían un mal físico y espiritual”, relata.

“Una vez tuve valentía de involucrarme en la santa eucaristía, recuerdo que me presenté a la parroquia de mi pueblo y conversé con el sacerdote”. Tendría 20 años. Y es que sentía ese llamado de Dios para poder realizar horas santas de adoración. Pero en ese momento sintió que las puertas de la Iglesia se le cerraron para poder realizar esa predicación que tanto anhelaba.

Fue cuando Francisco se alejó de los caminos del Señor. “No entendí que no era el momento para servir al Señor de esa manera, el orgullo y la decepción hizo que me alejara del camino del católico. Sentí que las puertas de la Iglesia se me cerraron. Ya no quería saber nada de la Iglesia”. Se veía en un desierto donde iba y venía a otras religiones, evangélicas, judías. No sabía qué religión era la correcta. Pasó el tiempo y conforme más se alejaba del Señor, más sucesos difíciles le sobrevenían.

A punto de perder casa, familia y trabajo

Francisco llegó a pensar que no estaba bien psicológicamente y se enfadaba, se llenaba de ira sin ninguna razón aparente.  “Conforme más me alejaba del Señor, más complicaciones ocurrían en mi vida, perdí trabajos realmente estables, el salario ya no me rendía, venían deudas y otras situaciones que me agobiaban”, explica. Y detalla que “sentía presión en el pecho, tenía sensaciones de temor, sueños diabólicos de todos los días, presenciaba situaciones de oscuridad, y me volvía agresivo sin razón aparente”.

En 2020, cuando estaba a punto de perder su casa, familia y trabajo su vida tocó fondo: “Ese año me explotó, reventaron todas las situaciones económicas que arrastraba, tenía sensaciones de suicidio y escuchaba voces que me decían: `No vales nada, tu vida no sirve, nos perteneces´”.

Vuelve a orar y la esperanza renace

Entonces comenzó a rezar: “¿Por qué me pasa esto a mí? ¿Qué quieres de mí? Necesito de ti porque esta situación  me está destruyendo”. Encontró “por casualidad”, el salmo 40: “Esperé confiadamente en el Señor: él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Me sacó de la fosa infernal, del barro cenagoso; Entonces dije: `Aquí estoy´… Y tú, Señor, no te niegues a tener compasión de mí; que tu amor y tu fidelidad me protejan sin cesar. Porque estoy rodeado de tantos males, que es imposible contarlos… Líbrame, Señor, por favor; Señor, ven pronto a socorrerme”.

Francisco comenzó a albergar una certeza de esperanza después de rezar el salmo y percibió que el Señor le iluminaba y consolaba: “Todo sería para el bien y la reconstrucción” de su vida que debía volver a mantenerse sobre la fe. Fue a la basílica de Nuestra Señora de los Ángeles, en Cartago -es el principal santuario de Costa Rica-, buscando una salida a su situción que le fue negada al estar cerrado por las autoridades del templo a como parte de las restricciones de la pandemia.

La liberación al clamar a la Virgen

Francisco Solano clamó rezando a la Virgen María en esta explanada de la basílica de Nuestra Señora de los Ángeles, en Cartago

“Yo lloraba al frente en la explanada en la que se encuentra la Virgen y le decía: `Te ofrezco todo mi ser, mis situaciones complicadas y mi vida, pero quiero que me ayudes e intercedas ante Jesús para que me saques de la situación en que me encuentro’”, rezó.

Francisco Solano no pudo acceder al interior de la basílica de Nuestra Señora de los Ángeles, en Cartago

Y la Virgen escuchó sus súplicas. Desde entonces, todo lo material empezó a mejorar, la estabilidad en su familia, en lo económico y en su hogar. Pero el asedio espiritual seguía presente, incansable. Los sueños eran mayores, presenciaba golpes en las puertas, sentía opresión y parálisis durante el sueño, escuchaba voces y tenía vómitos y dolores de cabeza inexplicables.

La perseverancia en rezar le hizo comprender a francisco Solano que estaba siendo víctima de un “ataque de Magia Negra” y acudió en búsqueda de remedio espiritual, se sometió a oraciones de liberación y, desde entonces, no volvió a sufrir ningún ataque “del mundo oscuro” que le atormentó durante años. El Rosario se convirtió desde su liberación en su “principal arma” para mantenerse protegido.

A Francisco le permitieron comenzar a ayudar a los fieles durante las Adoraciones eucarísticas, comprendiendo que años atrás, durante su juventud, no había sido su momento. “Los tiempos de Dios son más perfectos que los de los hombres y yo tuve que esperar diez años para sentir mi conversión y ese llamado de Dios. Desde pequeño siempre escuché que la familia que reza unida permanece unida a través del Santo Rosario. Todos tenemos momentos difíciles, pero lo más importante es saber que la intercesión de María está con nosotros. El agua bendita, la oración, los sacramentos… siempre van a ser nuestras armas que no pueden faltar en el hogar”.


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