Homilía del Evangelio del Domingo: Permanecer fieles a Dios porque «el cielo y la tierra pasarán pero la Palabra del Señor no pasará» / Por P. José María Prats

Los envió de dos en dos, de James Tissot (1886-1896). Museo de Brooklyn, Nueva York

* “El apóstol ha sido liberado por Jesús del poder de las fuerzas del mal y de los poderes de este mundo para someterse únicamente a Dios. Su palabra no puede estar subyugada por intereses personales, políticos o ideológicos, sino que debe reflejar fielmente la voluntad de Dios… El programa actual de implantación de un Nuevo Orden Mundial promovido por las más altas instancias de poder y que incluye aborto, eutanasia e ideología de género, choca abiertamente con la Palabra de Dios y por ello no nos debe extrañar el enorme despliegue de medios para secularizar y someter a la Iglesia de Cristo, aunque esto lleve a la destrucción de nuestra civilización como ocurrió con el Reino de Israel en el siglo VIII a. C.”

Domingo XV del tiempo ordinario – B:

Amós 7, 12-15 / Salmo 84 / Efesios 1, 3-14 / Marcos 6, 7-13

José María Prats / Camino Católico.- En el evangelio de hoy Jesús nos da una lección sobre la esencia de la misión. Sus instrucciones están llenas de significados y matices que a veces nos pueden pasar desapercibidos. Veámoslo.

En primer lugar, Jesús envía a sus apóstoles «de dos en dos». En el mundo antiguo, para que un hecho fuera creíble debía estar confirmado al menos por dos testigos. Este gesto de Jesús nos indica, pues, que la misión no es una tarea personal, subjetiva, sino el testimonio objetivo de una realidad vivida comunitariamente.

Los apóstoles no deben llevar para el camino «ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja, ni una túnica de repuesto». Hay al menos dos motivos que lo justifican. El no disponer de recursos propios hace sentir de forma muy viva a los apóstoles su total dependencia de Dios: llevan a cabo la misión guiados y sostenidos únicamente por Él. Pero más importante aún es que se deja muy claro que la salvación que llevan al mundo es, sobre todo, de índole espiritual. Jesús no los envía a socorrer necesidades materiales sino «a predicar la conversión» y para ello no les da dinero ni ropa ni alimentos, sino «autoridad sobre los espíritus inmundos» y poder para sanar a los enfermos. Esto no supone una despreocupación por la pobreza o la injusticia social, sino una afirmación de que estas lacras no se erradican desde un planteamiento asistencialista sino desde la conversión, que transforma las actitudes personales y las estructuras sociales.

¿Qué tienen, entonces, que llevar los apóstoles? «Bastón» y «sandalias». El bastón representa la incapacidad para llevar a cabo la misión valiéndose únicamente de las propias fuerzas y la consiguiente necesidad de apoyarse en el Señor en todo momento. Finalmente, las sandalias son un símbolo de libertad pues en aquel tiempo los esclavos tenían que ir descalzos. El apóstol ha sido liberado por Jesús del poder de las fuerzas del mal y de los poderes de este mundo para someterse únicamente a Dios. Su palabra no puede estar subyugada por intereses personales, políticos o ideológicos, sino que debe reflejar fielmente la voluntad de Dios.

Este último aspecto se pone de manifiesto en la primera lectura, que narra el enfrentamiento, en el siglo VIII a. C., entre el profeta Amós y el sacerdote del templo de Betel, Amasías, iconos respectivamente del verdadero y falso enviado de Dios. Amós es un pastor del Reino de Judá, rudo y sencillo, a quien Dios ha enviado al Reino de Israel para denunciar la corrupción de las élites y la injusticia social y anunciar la inminente destrucción del reino, un mensaje que transmite con plena libertad a pesar de la persecución de los poderosos. Amasías, en cambio, como él mismo dice, es sacerdote «del santuario real, del templo del país», un funcionario al servicio de los intereses y consignas de la casa real. Este sometimiento al poder político le lleva, a pesar de su condición de sacerdote, a combatir la palabra de Dios, expulsando al profeta del templo de Betel. Sin embargo, la palabra profética de Amós se cumplirá, y la familia de Amasías, el santuario de Betel y el Reino de Israel serán destruidos por los asirios en el año 722 a. C.

A lo largo de la historia los poderes de este mundo han intentado descalzar a los apóstoles de Cristo para someter su palabra a sus intereses, con casos clamorosos como el de la Revolución Francesa, que en 1790 convirtió a los sacerdotes en funcionarios del Estado, obligándoles a prestar juramento de fidelidad al nuevo orden republicano, o el de la Asociación Patriótica Católica China, una Iglesia paralela creada en 1957 para ser controlada por el Partido Comunista Chino.

El programa actual de implantación de un Nuevo Orden Mundial promovido por las más altas instancias de poder y que incluye aborto, eutanasia e ideología de género, choca abiertamente con la Palabra de Dios y por ello no nos debe extrañar el enorme despliegue de medios para secularizar y someter a la Iglesia de Cristo, aunque esto lleve a la destrucción de nuestra civilización como ocurrió con el Reino de Israel en el siglo VIII a. C. A los cristianos nos toca, como a Amós, combatir esta situación y permanecer fieles a Dios en todo momento, porque «el cielo y la tierra pasarán pero la Palabra del Señor no pasará».

José María Prats

Evangelio

En aquel tiempo, Jesús llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas».

Y les dijo:

«Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos».

Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

Marcos 6, 7-13


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