Jim Wahlberg, hermano de Mark Wahlberg, se convirtió en prisión tras la visita de la Madre Teresa que «dijo que Dios me amaba y que Jesús había muerto en la cruz por mí»

* «Madre teresa también dijo que yo no era los crímenes que había cometido, ni un número de la cárcel, sino un hijo amado de Dios. Nunca había oído eso antes. Mirarla era como mirar el rostro de Dios. Fue el día más poderoso e impactante de mi vida. Al día siguiente fui a ver al padre Fratus y le dije que quería saber más sobre ese Dios del que hablaba la Madre Teresa. Él sonrió; ese había sido su plan todo el tiempo. Me preparó para el sacramento de la confirmación. El padre Fratus fue quien me llevó a los pies de la Cruz. Fue mi puerta de entrada a Cristo. Nos casó a mi esposa Bennie y a mí y bautizó a nuestro primer hijo. El destino quiso que fuera asignado a la parroquia donde había comprado mi primera casa. Fue una parte importante de mi camino; como la Madre Teresa, también él fue para mí el rostro de Cristo»

Camino Católico.-  Jim Wahlberg, de 56 años, es director ejecutivo de la Mark Wahlberg Youth Foundation y lleva casi treinta años trabajando en el campo de la recuperación de adicciones. Creció en una familia culturalmente católica con un padre alcohólico en Boston, siendo el mediano de nueve hijos (entre sus hermanos están los actores Mark y Donnie Wahlberg). A los 8 años tomó su primer trago, animado por un sentimiento de aceptación que obtuvo de los niños mayores del barrio. A los 11 años robó una cartera que contenía 50 dólares y dio el dinero a «unos hippies« que vivían en el barrio a cambio de un litro de Budweiser y un paquete de cigarrillos.

Se sumergió en una vida de abuso de drogas y alcohol y de delincuencia y acabó viviendo en la calle cuando le echaron de casa. Fue detenido por robo a mano armada a los 17 años y enviado a la prisión estatal. Pasó cinco años en una prisión de máxima seguridad. Gran parte de ese tiempo lo pasó aislado en el «agujero»; luego fue puesto en libertad pero volvió a ser detenido y enviado a prisión una segunda vez por robar -es irónico- en la casa de un policía.

Durante su estancia en la cárcel entabló amistad con el capellán de la prisión, el padre Jim Fratus, que tuvo un gran impacto en su vida. Fue también durante ese periodo cuando la Madre Teresa visitó la cárcel y le escuchó decir unas palabras que le cambiaron la vida. Recibió el sacramento de la Confirmación cuando aún estaba preso, y comenzó a aprender y abrazar la fe católica.

Walberg obtuvo la libertad condicional, se casó, tuvo tres hijos y se trasladó a Florida. Ha rodado varios cortometrajes sobre la adicción, como What About the Kids y If Only, y en 2020 publicó sus memorias, El Gran Jaleo. La historia de adicción y redención de un chico de la calle de Boston [prologado por Jim Caviezel] y tiene un podcast, The Bottom Line.

Wahlberg es uno de los ponentes destacados de la Cumbre sobre San José, organizada por el Spirit Filled Hearts Ministry, una conferencia virtual que se celebra en estos días (del 30 de septiembre al 3 de octubre), donde compartirá su testimonio y hablará de San José y de la importancia de los sacerdotes. Recientemente ha hablado con Catholic World Report sobre su vida y su trabajo, y sobre su participación en esta Cumbre. La entrevista la traduce Elena Faccia Serrano en Religión en Libertad.

-Muchas personas que han luchado contra la adicción o que han tenido una vida delictiva en el pasado guardan silencio sobre su pasado.  ¿Por qué ha decidido compartir su historia públicamente?

-He sido una persona en rehabilitación y, como parte de nuestro viaje, compartimos nuestras experiencias con otros en grupos de rehabilitación. Esto puede ayudar a otras personas que tienen luchas similares, ya que puede ayudarlas a darse cuenta de que la recuperación es posible. Estamos en un entorno en el que todos estamos en el mismo barco.

Sin embargo, en los últimos años, la epidemia de opioides se ha hecho cada vez más grande. La gente está perdiendo a sus familiares. Esto ha tenido un gran impacto en mí y he sentido la responsabilidad de llegar a un público más amplio y hablar francamente de lo he pasado. Espero poder llegar a otros con mi historia de rehabilitación y ayudar a los que luchan a darse cuenta de que no están solos.

-Si pudiera meterse en una máquina del tiempo que le enviara de vuelta para hablar con un Jim Wahlberg de 10 o 12 años, ¿qué le diría?  O dicho de otro modo, ¿qué consejo le daría a los padres que tienen hijos con problemas similares?

-Cuando recuerdo mi infancia, veo que en mi casa no había una gran comunicación. Cuando surgían problemas, nadie se sentaba conmigo para hablar de ello. Me gritaban y me castigaban, y me advertían que Dios me castigaría por hacer el mal.

Ese no es un enfoque que los padres deberían adoptar. Tenemos que decirles a nuestros hijos que Dios los ama y que serán perdonados por Dios si buscamos ese perdón. Dios es misericordioso y bondadoso, no mezquino, castigador y vengativo. De niño creí en un Dios cruel. Me quitaron el saber que Dios me amaba y, durante muchos años, me quitaron la posibilidad de tener una relación con Él.

-Basándose en su investigación, ¿cuál cree que es la extensión del problema de la adicción en los Estados Unidos?  ¿Y qué políticas le gustaría que adoptara la sociedad para hacer frente a estos problemas?

-Creo que las adicciones afectan de algún modo a todas las familias de Estados Unidos. Responder a este problema es una cuestión enorme y compleja. Creo que estamos viendo muchos errores generacionales; los hijos están cometiendo los mismos errores que sus padres.

Creo que el amor y la comunicación deben formar parte de nuestra respuesta. También creo que tenemos que meter a Dios en el asunto. Vivimos en una sociedad que expulsa a Dios. Ese no es un buen plan; le necesitamos más.

A pesar de crecer en un hogar culturalmente católico, Jim Wahlberg nunca oyó hablar del amor de Dios hasta que hizo amistad con el capellán de la cárcel

-En su podcast The Bottom Line entrevista a exadictos. ¿Qué ha aprendido haciendo este programa?

-He aprendido que no importa quién seas o de dónde vengas, la adicción puede ser un problema. No discrimina. No le importa cuánto dinero tengas, de qué color seas o qué fe practiques. Tenemos que educar a los jóvenes sobre los peligros de la adicción y darles una vía de recuperación si ya tienen problemas.

La epidemia de opioides que hemos vivido en los últimos diez años ha golpeado duramente a este país. Cuando yo era un niño, había un proceso por el que pasabas para hacerte adicto. Empezabas con un sorbo de alcohol, luego empezabas a fumar cigarrillos, pasabas a la marihuana y finalmente te iniciabas en las drogas duras. Los chicos de hoy se saltan los preliminares y se inician con las drogas más peligrosas conocidas por el hombre. Cuando se empieza con las peores drogas, ¿a dónde se puede llegar?

-¿Qué importancia ha tenido su fe católica para llevarle de donde era, un adolescente con problemas, a dónde está hoy?

-Ha sido fundamental. Ha habido periodos en los que no consumía ni bebía, pero no me sentía realizado. Eran tiempos en los que no tenía una relación con Dios. Hacer el viaje que hice habría sido imposible sin una relación con Dios.

Pero para un adicto, dejar de consumir es solo el comienzo. He descubierto que puedo no consumir ni beber y seguir sintiéndome insatisfecho con la vida. Sin embargo, con la oración y la práctica de la fe he descubierto que soy una persona más alegre. La verdadera alegría viene de servir a Dios.  No se obtiene del dinero o de poseer cosas, sino de una relación con Dios.

-Cuando estuvo en la cárcel conoció a un maravilloso capellán. La Madre Teresa también visitó su prisión. ¿Qué impacto tuvieron estos encuentros en su vida?

La Madre Teresa (en la foto, con Ronald y Nancy Reagan) estuvo en Estados Unidos varias veces. El 4 de junio de 1988 visitó la cárcel en la que se encontraba Jim Wahlberg y cambió su vida

-El padre Jim Fratus, que ahora está en el cielo, fue el primer sacerdote que se me acercó.  Me dijo: «Tengo una oportunidad de trabajo para ti. Necesito un conserje para la capilla». Acepté, porque pensé que sería una buena oportunidad para manipularlo. Él fumaba cigarrillos, así que obtuve algunos. Tenía un teléfono, café y un espacio tranquilo al que yo tendría acceso. Pensaba que este trabajo sería una oportunidad para beneficiarme. Pero descubrí que también tenía un plan para llevarme al pie de la Cruz. No me di cuenta en ese momento, ya que estaba muy ocupado pensando en manipularlo, pero todo el tiempo él me estaba manipulando a mí.

Cuando me dijo que la Madre Teresa iba a venir a visitar la prisión, no sabía quién era. Era una época de mi vida en la que probablemente ni siquiera sabía quién era el presidente. Su visita resultó ser una experiencia profunda en mi vida. Celebraron una misa para nosotros y el cardenal de Boston estaba allí. La invitó a sentarse en una elegante silla junto a él. Ella declinó cortésmente, indicando que prefería arrodillarse con los reclusos.

Nos habló, pero fue como si me hablara solo a mí. Dijo que Dios me amaba y que Jesús había muerto en la cruz por mí. Que yo no era los crímenes que había cometido, ni un número de la cárcel, sino un hijo amado de Dios. Nunca había oído eso antes. Mirarla era como mirar el rostro de Dios. Fue el día más poderoso e impactante de mi vida.

Al día siguiente fui a ver al padre Fratus y le dije que quería saber más sobre ese Dios del que hablaba la Madre Teresa. Él sonrió; ese había sido su plan todo el tiempo. Me preparó para el sacramento de la confirmación.

El padre Fratus fue quien me llevó a los pies de la Cruz. Fue mi puerta de entrada a Cristo. Nos casó a mi esposa Bennie y a mí y bautizó a nuestro primer hijo. El destino quiso que fuera asignado a la parroquia donde había comprado mi primera casa. Fue una parte importante de mi camino; como la Madre Teresa, también él fue para mí el rostro de Cristo.

-En los años productivos que le quedan de vida, ¿qué espera conseguir?

-Espero seguir siendo un miembro útil y productivo de la sociedad, y ser un reflejo del amor de Dios por los demás.  Llevo una vida sencilla, intentando estar al servicio de los demás, y seguir siendo un hombre fiel.

-También sus hermanos han luchado con algunos de sus mismos problemas. ¿Cómo les va hoy? ¿Alguno se ha entusiasmado con su fe católica como usted?

-Todos están muy bien. Hace poco perdimos a nuestra madre, lo cual, aunque fue duro para nosotros, nos ha unido más.

Mi hermano  Mark ha hablado mucho de su fe católica. Por lo demás, intento orientar suavemente a mi familia en esa dirección, a veces con palabras, a veces sin ellas.  Al final de la vida de mi madre, cuando estaba enferma y todos nos reuníamos a su alrededor, pude introducir la oración como herramienta para unirnos.

-¿Por qué ha querido participar en esta Cumbre y qué impacto espera que tenga su testimonio en quienes le escuchen?

-El padre Donald Calloway es uno de los principales oradores de la Cumbre.  Mi esposa y yo leímos su libro de 2020, Consagración a San José, e hicimos la consagración juntos. Mientras leía el libro, aprendí mucho sobre San José.

De joven, tuve una relación problemática con mi padre. Le quería, pero no tenía una gran relación con él. Se ocupaba del sustento de su familia, alimentaba a sus nueve hijos, pero no era un modelo a seguir en la fe católica. Para él, la fe era una tradición, pero no algo en lo que realmente creyera o practicara. La primera comunión era un motivo de fiesta, como un cumpleaños, nada más.

San José se ha convertido en un padre espiritual para mí, alguien que intercede ante Dios por mí.  Necesito todas las herramientas que pueda conseguir. También puedo pedir ayuda a la Virgen y a otros santos. José y los santos tiene acceso a Jesús; ¿qué más necesitas?

-Como parte de su participación en la Cumbre, realizó una entrevista con el diácono Steve Greco, del Spirit Filled Hearts Ministry, en la que hablaron sobre San José y la paternidad. ¿Cómo cree que los padres devotos pueden fortalecer a sus familias y ayudar a sus hijos, a fin de evitar muchos de los errores de los que usted habla en su testimonio?

-Hoy en día, en muchas familias en Estados Unidos no hay un padre presente y esto es una fuente enorme de problemas. Los niños necesitan un modelo masculino fuerte en sus vidas. Las madres pueden ser increíbles -mi madre fue un gigante en mi vida-, pero los niños también necesitan una fuerte influencia masculina. Necesitan su dirección y su ejemplo. Los hogares en los que el padre está presente y practica la fe, va a misa y reza junto a su familia, tienen muchas menos probabilidades de que sus hijos se metan en problemas. Nuestra sociedad tiene que volver a darse cuenta de la importancia de los padres.

Traducido por Elena Faccia Serrano

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