José Manuel Anguiano era ateo radical, con aversión al catolicismo, su hija quiso hacer la Primera Comunión, él se confesó y «Dios es el centro de nuestra vida»

* «Por entonces yo confiaba mucho en mi soberbia, así que el pecado me mantenía bien alejado de Dios. Lo que no entendía lo rechazaba. Y hay cosas que no puedes entender de Dios… Como el hijo pródigo a su regreso, sin que me diera tiempo a casi hablar, Él me estaba abrazando y perdonando todo»

Camino Católico.- Como un tsunami, la Misericordia de Dios en los Sacramentos desmontó el ateísmo radical, “razonado” y casi esculpido a cincel durante años por José Manuel Anguiano. “Había construido mi vida y mi propia cosmovisión de todo”, afirma en un vídeo testimonial de Mater Mundi TV..

En esa posición se sentía cómodo. Todo era conforme a lo que él pensaba y había alcanzado un punto de vida que cualquiera podría envidiar: “Siempre había querido vivir en el campo, y vivía en el campo; con una mujer maravillosa y unos hijos estupendos, con salud, sin problemas de dinero”, ni nada que alterara sus propias reglas. Sin embargo, sentía que todo lo que había conseguido tener, no terminaba de llenarle.

José Manuel Anguiano y su espoa

“Era un pequeño fastidio reconocer que, incluso rozando la perfección, mi plan fallaba en algo”, admite José Manuel Anguiano en su testimonio de la Misericordia de Dios -como dice el mismo- que se le ha revelado de forma impactante y de diversas formas, dando giros inesperados a su vida y la de toda su familia.

Ateo radical y confeso, muy activo, atacaba todo lo que no podía explicar de forma racional y, en particular, todo lo que tuviera que ver con la Iglesia. Confiaba mucho en su razón y su lógica. “Por entonces yo confiaba mucho en mi soberbia, así que el pecado me mantenía bien alejado de Dios”, reconoce ahora. “Lo que no entendía lo rechazaba. Y hay cosas que no puedes entender de Dios”. Para intentar entender el vacío que se había revelado en su vida, decidió desaprender y buscar por otros caminos.

Investigó diversas filosofías y líneas de pensamiento. Todo podía ser una opción. Se detenía en cualquier cosa que pudiera ser racionalmente comprensible y descartaba lo que no tuviera ningún fundamento intelectual o racional. “Por entonces cualquier cosa me podía valer, lo que fuera menos llegar a donde no quería llegar: al Catolicismo”.

Mantenía una fuerte aversión hacia la religión católica. Se reía y “hasta veía con cierto desprecio esas llamadas de Dios, esos impulsos y otras cosas irracionales de las que habla la gente conversa, porque no me lo podían demostrar como yo quería en ese momento. Por mis propios prejuicios”, admite José Manuel.

La Primera Comunión de su hija

La esposa de José Manuel Anguiano y los frutos de su amor

En ese contexto de vida, en medio de su búsqueda particular, llegaría una primera sorpresa para José Manuel. “Un día mi hija nos dijo que quería hacer la Primera Comunión”, nos cuenta. En su entorno familiar había una ausencia total y consciente de Dios, no se hablaba para nada de religión católica. “Yo no entendía nada” –asegura Anguiano-, no sabía de dónde podía venir aquella intención”. En el respeto de su libertad, se limitó a decirle a la pequeña: “si lo quieres hacer, adelante. Pero que sea por fe, porque no habrá ni fiesta, ni regalos ni nada de eso” -le dijo-. Y la niña le desarmó con una sencilla respuesta: “Sin problema”.

No había pisado una Iglesia en años y “el párroco no me había visto por allí en la vida”, dice José Manuel, pero tenía que preguntar si la niña podía asistir para preparar su Primera Comunión. Y empezó a llevarla a catequesis.

Los encuentros con el Amor de Dios en la Palabra y los Sacramentos

José Manuel comparte en su  testimonio en el vídeo los acontecimientos que, a partir de entonces, fueron desmontando todos sus esquemas, hasta lo más enraizado de su pasado ateísmo acabó por desvanecerse, engullido por la Misericordia y el Amor de Dios. Desde su primera entrada en la iglesia, hasta la Liturgia, el irrefrenable deseo de acercarse a la Confesión y el regreso a la Eucaristía.

“Como el hijo pródigo a su regreso, sin que me diera tiempo a casi hablar, Él me estaba abrazando y perdonando todo”,  dice José Manuel. Cada paso que daba era para él un encontronazo con el Misterio de Dios y la Verdad que había negado, consciente y voluntariamente, durante años. Para él fue un encuentro impresionante con la verdad.

Entre todas las gracias que le fueron regaladas, José Manuel cuenta una experiencia igualmente inexplicable, pero mucho menos agradable e igual de contundente: la de sentir la ausencia completa del amor de Dios después de haberlo conocido. “Eso es el infierno”, afirma.

La onda expansiva

Casi sin respiro, irrumpió en su vida también la figura maternal de la Virgen María. Una mano tendida en el camino que acababa de comenzar y que le ha llevado, junto a su esposa a diferentes santuarios marianos: Medjugorje, Fátima, Lourdes… Ahora esos viajes los hace con toda la familia. José Manuel relata su propia conversión “y su onda expansiva”: el proceso de conversión de su mujer -ahora también católica y con la que se casó por la Iglesia-, la reconciliación con sus hermanas, el fortalecimiento de la fe de su padre… y todo ante el asombro de sus amigos ateos.

“Ahora mismo Dios es el centro de nuestra vida cada día”, dice José Manuel: en la oración, en los Sacramentos y en la participación activa como parte de una Iglesia viva, como catequista en su parroquia y promoviendo iniciativas como Mary’s Meals para atender a los más necesitados de su entorno en un pequeño pueblo de Granada, al sur de España.


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