La familia no es una excusa para decirle a Dios que no / Por Lic. Luis Tarrazzi

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3 de junio de 2010.- En estos tiempos las familias muchas veces más que convertirse en estímulo de santidad para la humanidad se convierten en campos de concentración donde se asesina el alma, la vocación y el plan de Dios para cada ser. Siempre aclaro que estos artículos hablan en generalidad más no en radicalizad o totalidad.

familiarezando.jpgNinguna vocación religiosa, ningún valor humano cristiano, ni la honestidad, ni el amor perduran en una casa donde no hay vivencia de Dios, y ojo, no digo donde Dios no esté porque Dios siempre está. Tampoco digo donde no se crea en Dios porque hasta el demonio conoce que Dios existe, el punto neurálgico o central es precisamente la vivencia de Dios. En un hogar cristiano no habrá vivencia de Dios cuando no se viven los sacramentos, cuando no hay oración diaria y cuando no se va a misa POR LO MENOS los domingos (por citar algunas pinceladas básicas, ya que no menciono las obras de caridad y el ejercicio del amor que es fundamental también).

El otro punto radica en el hecho cuando me siento llamado por Dios, bien sea a través de un apostolado, la vida consagrada o religiosa, a través del ejercicio de la caridad, y nos limitamos o hacemos caso omiso a este llamado porque en nuestro hogar, a través de los padres, hermanos(as), etc…; no encontramos palabras de aliento sino desaliento. Llama la atención la cantidad de jóvenes que diariamente en actitud de vagancia los veo por la calles de mi Caracas natal bebiendo, fumando y literalmente haciendo nada (más que socializar). A estos pocas palabras de críticas consiguen de sus padres o representantes, quizás porque se cansaron de pelear y ya lo asumen como algo “incontrolable”. Pero, si algún joven se la pasa metido de cabeza en la Iglesia, si manifiesta intenciones de vivir vocación religiosa, si es su alma quien le impulsa a estar al máximo en las cosas de Dios, eso genera alarma en los hogares, frustración, tristeza. Inclusive hay padres que piensan que esta es “una etapa” en la vida de sus hijos que “superará” en algún momento. Enseñándolo así, en los grupos parroquiales se hablan de generaciones de relevo, cuando el relevo bien entendido es sustitución y no adicción. La fe es aditiva no sustitutiva. Dios no quiere que venga uno a sustituirte sino a sumarse. Abandonar la práctica de la fe, es abandonar la fe misma, porque “la fe sin obras está muerta”. (Palabras del apóstol Santiago).

La familia adversa no es una excusa para decirle al Señor: “No lo hice porque no me dejaron”. Más bien una familia adversa a la fe es una gran motivación para acercarse más a Dios. Porque Dios es como una gripe contagiosa, cuando tú la llevas inevitablemente, tarde o temprano, los demás se contagiarán de él.

Por eso, en hogares adversos a la fe, conseguir hombres o mujeres que se aproximen a Dios y lo vivan, así los demás no lo hagfamiliarezando20080111_orando.jpgan, es una gran bendición. Porque eso quiere decir que Dios te está dando instrumentos “de la nada” para ser instrumento de conversión. Oración, Ayuno, Comunión y Perdón, herramientas poderosísimas de conversión espiritual.

Es un mandato de Dios que la fe sea enseñada a los hijos y que esta pase de generación en generación. Esto no es una opción. La fe ciertamente es libre de vivirse o no, de escogerse o no, pero lo que no es opción es presentar la oportunidad. Yo no puedo decirme a mí mismo como padre o madre de familia: “Yo no lo digo a mis hijos para rezar porque sé que no lo harán o lo harán de mala gana”. Ya que ciertamente si lo haces así ni yo rezaría contigo. La fe parte por una práctica desde lo personal, convertida en obras, en palabras de amor. Santo Tomás de Aquino lo expresa magistralmente al decir: “La fe de los hombres queda sellada en sus acciones, les modela sus facciones y les resplandece la mirada”. En las misas, procesiones, momentos de adoración imploramos a Dios por vocaciones sacerdotales y religiosas SANTAS, pero antes que eso hay que pedir por familias SANTAS, ya que solo en hogares comprometidos con la fe pueden haber frutos de vocación.

Un sacerdote decía una vez que le pedimos a Dios vocaciones y él las da. ¿Pero puede una vocación sobrevivir a estas corrientes modernistas, hedonistas, sexistas, egoístas de estos tiempos? La respuesta es sí, pero con oración y práctica de la fe. No lleguemos a decir que no fui religioso porque mis padres no me dejaron (Veamos el ejemplo de San Francisco de Asís y su renuncia a todo por Dios), no lleguemos a decir que me salí del grupo porque en mi casa me atormentaban mucho con eso y porque hacía falta relevo, porque a nivel de dirección está bien que haya relevo, pero a nivel de fe sobran los lugares donde podemos seguir dando un servicio a la fe. Por eso nos dice el Señor: “Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14,26). Por eso si tu familia es un problema para tu fe, molesta a la fe con tu familia. Sólo en Cristo está la salvación de las almas. Aunque duela, debemos luchar; pero eso sí, respetando el 4to mandamiento de la ley: “Honrarás a tu padre y a tu madre”, y eso es honrar la autoridad que Dios depositó en ellos.

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