La Misa crismal, con la consagración de los santos óleos, muestra como a través de los sacramentos se dispensa el Misterio pascual de Cristo / Por P. Fernando Simón Rueda
P. Fernando Simón Rueda / Camino Católico.- El Jueves Santo por la mañana u otro día se celebra en todas las catedrales la Misa crismal donde todo el presbiterio en comunión con su obispo renueva las promesas sacerdotales y se consagran los santos óleos:
Óleo de los enfermos para que el Espíritu Santo sane la enfermedad y conceda el don de vivirla en unión con Cristo sufriente. Con este óleo en el sacramento de la Unción se ungen la frente y las manos del enfermo.
Óleo de los catecúmenos para que el Espíritu Santo conceda la fortaleza para combatir al demonio y al pecado. Con este óleo se unge el pecho del que va a ser bautizado.
Y el santo crisma para que el Espíritu Santo nos configure con Cristo el «ungido». Ungidos con el santo crisma hemos sido consagrados con Cristo. Hemos recibido una nueva personalidad: somos parte de Cristo, le pertenecemos y por eso nos llamamos cristianos. El santo crisma, que tiene un poco de bálsamo aromático, se emplea en los sacramentos del bautismo (cabeza), confirmación (frente) y orden (manos para el presbítero y cabeza y manos para el obispo).
Esta celebración tan cercana a la Pascua muestra como a través de los sacramentos se dispensa el Misterio pascual de Jesucristo.
P. Fernando Simón Rueda
Párroco de la Parroquia de san Juan Crisóstomo. Madrid
Asesor espiritual y miembro del Consejo de Redacción de Camino Católico