Marco Fidel Rojas, exalcalde colombiano, se ha curado de párkinson invocando a Juan Pablo II y este milagro será estudiado para la canonización del Papa polaco

* La Conferencia Episcopal colombiana ha enviado este caso a la Causa de los Santos en Roma. Marco Fidel Rojas enfermó en 2005, rezó al Papa en 2010 y ahora muestra el certificado del prestigioso neurólogo Antonio Schlesinger Piedrahita confirmando su curación

22 de julio de 2012.- (José Alberto Mojica Patiño / El TiempoCamino CatólicoNo. Las manos de Marco Fidel Rojas ya no le tiemblan. Mueve sus dedos, como tocando piano, y cuenta que así le saltaban cuando padecía Párkinson.  Hoy, sus manos y todo su cuerpo son firmes.  Camina perfectamente, sin los tumbos que lo desplomaban a cada rato. Toma un lapicero y escribe su nombre sin problema. Levanta la taza de café con una sola mano.

Está sano. Así lo certifica el prestigioso neurólogo Antonio Schlesinger Piedrahita, en un documento en el que informa que su paciente, desde diciembre del 2005, ya no necesita tratamiento antiparkinsoniano. «Actualmente encuentro al paciente en buenas condiciones de salud. Presenta temblor de reposo en manos. Resto del examen neurológico, normal», dice el certificado, expedido el 26 de septiembre del 2011.

Marco Fidel se declara totalmente sano y asegura que el temblor desapareció por completo (así se ve), como también los desmayos ocasionados por el mismo mal. Todo, asegura, gracias a la intercesión del beato Juan Pablo II a quien se le encomendó en una noche de desespero.

A la Conferencia Episcopal Colombiana han llegado unos 300 testimonios de supuestas sanaciones milagrosas o favores del papa polaco, fallecido en el 2005 y beatificado en mayo del 2011. De estos, el caso más contundente es el de Marco Fidel, pues cumple con dos grandes requisitos para ser considerado un milagro: el testimonio de fe y el soporte médico que respalda la sanidad de una enfermedad incurable y degenerativa.

Por eso, fue enviado al despacho vaticano encargado de la causa de canonización de Juan Pablo II, donde deben estudiar un nuevo milagro para que sea proclamado santo. En la beatificación se tuvo en cuenta el relato de la monja francesa Marie Simon-Pierre, quien testifica haber sido sanada de Párkinson gracias al llamado papa viajero. 

Y ahora, para la canonización, se requiere de otro milagro con un soporte científico y religioso. Es ahí donde el testimonio de Marco Fidel, un exalcalde huilense de 68 años, entrará a ser estudiado. Los expertos consideran que tiene muchas posibilidades, pues se trata de una sanación de Párkinson, la misma enfermedad de la religiosa francesa. Y la misma que padeció tanto Juan Pablo II.

Todo empezó el 8 de diciembre del 2005. «Me desperté y sentí como si me hubiera tomado todo el aguardiente del mundo. Todo se movía», recuerda Marco Fidel, nacido en Tarqui (Huila), población de la que fue alcalde en 1990 y donde lo recuerdan por haber llevado la luz eléctrica. También fue alcalde del municipio vecino de San Agustín.

Como pudo, se arrastró hasta el teléfono y llamó a la empresa de emergencias médicas a la que estaba afiliado.  El médico que lo atendió -dice su historial clínica- le recetó unos medicamentos elementales para el vértigo y le recomendó reposo. Nada más. Pero una semana después, al ver que empeoraba, fue llevado de urgencias a una clínica. 

Lo que tenía era un accidente cerebrovascular que ya completaba ocho días.  Solo un hilito de sangre le llegaba al cerebro. Estaba a punto de morir. Poco a poco empezó a recuperarse, pero llegó un diagnóstico demoledor, consecuencia del infarto en el cerebro: Párkinson.

‘Juan Pablo II me sanó’

Empezó a tomar medicamentos contra este mal, y a sobrellevarlo.  La enfermedad se le manifestó con  el temblor en las manos, que no le permitía agarrar nada, y que se hacía más intenso con el paso de los días. Pero lo peor, dice, era cuando perdía el equilibrio. «En cualquier momento me podía desplomar. Varias veces me caí en la calle», evoca y asiente con la cabeza.

Un día, en el centro de Bogotá, se fue de bruces y un taxi casi le pasa por encima. Se levanta el pantalón y muestra unas rodillas llenas de cicatrices por tantos golpes. Al llegar a casa, se sintió devastado y muy solo. Marco Fidel nunca se casó porque amaba su libertad para viajar por el mundo y conocer museos, su gran pasión. 

Fue la noche  del 27 de diciembre del 2010 cuando recordó que uno de sus viajes, a Roma, conoció a Juan Pablo II en una misa y que habló con él unos pocos segundos. «Tengo un amigo en el mas allá. Y tuvo Párkinson. ¿Por qué no lo había invocado antes? Venerable padre Juan Pablo II: venga y sáneme, ponga sus manos en mi cabeza», recuerda su oración.

Esa noche, asegura, durmió profundamente. Y al despertarse se sintió efusivo, con los bríos perdidos. Se levantó sin bamboleos, ya no tenía que pegarse a la pared para no caerse. Las manos no temblaban.

«Sí, Juan Pablo II me hizo el milagro de curarme»,suelta con devoción. Después de suspender el tratamiento, se convirtió en un fervoroso devoto de Juan Pablo II. Parte de su pensión (se le fueron sus ahorros en los tratamientos particulares que su EPS le negó) se la gasta comprando y distribuyendo postales y estampitas con la imagen del Papa.

«Mi gran promesa con mi sanador, con el beato, es regar la devoción por donde vea que puedo». Ahora, que sabe que tiene el respaldo de la Iglesia y que su caso fue enviado al Vaticano, sueña que su testimonio sea estudiado con detenimiento. Que Juan Pablo II sea proclamado santo gracias a su historia, sería -dice- como volver a nacer.

Así es el camino a la canonización

1. Desde que se instaura el proceso, el postulado recibe el título de Siervo de Dios.

2. La Congregación para la causa de los santos nombra un tribunal para que estudie el caso. Empieza un proceso riguroso para evaluar si el postulado realmente llevó una vida santa. Si es así, lo declaran Venerable.

3. Beato. Un comité científico y religioso se encarga de revisar un milagro en el que el postulado haya intercedido. De su contundencia, depende de la beatificación.

4. Santo. Para la canonización se requiere de la comprobación científica y religiosa de un nuevo milagro, más contundente aún que el de la beatificación.

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