María Iuxta Crucem, viuda, 77 años, con 4 hijos, hace cinco que lo dejó todo y es monja gracias a la Virgen María: «Seguir a Cristo es lo más lindo que hay, da alegría, paz y gozo»

* «Es la Madre Santísima la que nos cuida, la que nos orienta y la que nos guía. Estamos refugiados en el hueco de su mano y, a través de Ella, podemos hacerlo todo. Aquí dentro, en el convento, uno se enamora cada día más de la Virgen. Cuando estamos ante el Santísimo sabemos que está a nuestro lado»

Sor María Iuxta Crucem cuenta su testimonio de vida en este vídeo las Hijas de la Sagrada Familia

Camino Católico.-  Sor María Iuxta Crucem (María al pie de la cruz) tiene 77 años, vive en Menorca (España) y lleva cinco como religiosa de las Hijas de la Sagrada Familia, una comunidad fundada en Colombia que, junto a los tres votos de pobreza, castidad y obediencia, profesa un cuarto voto de «esclavitud mariana». Es viuda y tiene 4 hijos, el pequeño murió con 22 años, pero su relación con Dios ha sido perseverante pese a las dificultades de la vida. Sintió la llamada del Señor a ser monja cuando hizo la comunión a los 12 años, pero optó por casarse. Es en un video de las Hijas de la Sagrada Familia donde cuenta su testimonio de vida.

Sor María Nació en Tolima (Colombia) y ha vivido con un aprecio especial por la Virgen María desde pequeña lo que le fue acrecentando su amor a Dios: «Estudié con las hermanas ‘lauritas’ (Congregación Hermanas Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena) y pude ver el amor tan grande que le tenían a la Virgen. Aquello fue intensificando mi amor por Dios y el deseo de amarlo, de tenerlo», asegura.

María Iuxta Crucem sintió un fuerte deseo de llegar algún día a ser religiosa el día que hizo la primera comunión

A los doce años, Sor María hizo la primera comunión y sucedió que «quería ser monja, pero no sabía con quién hablar. Entonces, le pregunté a una señora, y me dijo que no podía serlo, porque mis padres no estaban casados. Yo creí que no lo sería nunca en la vida. A los 18 años le pedí al Señor que, como no podía ser monja, me ayudara a conseguir un hombre bueno con el que casarme. Tenía el deseo de casarme, ya que, como mis padres no estaban casados, no pude ser monja», explica. A los 21 años contrajo matrimonio, tuvo cuatro hijos y estuvo casada durante 26 años hasta que enviudó.

Su hijo pequeño tenía 22 años cuando murió y sor María lo vivió así: «Fue muy duro cuando murió, el Señor fue tan precioso que me preparó desde dos meses antes de que él muriera. Aquello hizo que me metiera más de lleno en las cosas de Dios», relata. En esos años, además, sor María enviudó: «Le dije a Dios que fuera mi esposo y el padre de mis hijos, yo sé que Tú amas a las viudas y a los huérfanos».

Veinte años de haber perdido a su marido, el deseo de ser religiosa no desaparecía de su corazón y ocurrió que «un día, la novia de mi hijo estaba en mi casa estudiando medicina, acompañada de una monjita. En un momento en el que la religiosa se quedó sola, le pregunté si podía ser como ella. Le expliqué mi situación y ella me dijo que me ayudaría. Ese día, por la noche, cuando llegaron mis hijos, les dije que tenía una gran noticia que darles y les comenté lo que había hablado con la monjita. Ellos se enfadaron mucho y me dijeron que no podían perder también a su madre. Pensé que igual no era el momento».

Sor María Iuxta Crucem es madre de cuatro hijos, el pequeño falleció a los 22 años

Sus hijos se hicieron mayores, y se casaron todos en menos de seis meses. «Me había quedado sola en casa, y empecé a meterme más en las cosas de Dios, iba mucho al Santísimo y a misa. Era tanta la emoción que no miraba el reloj. Al volver a casa, mis hijos me decían que habían estado preocupados por mí, y les decía que estaba con mi amado Jesús», rememora la hermana.

En unas actividades que había en la Iglesia en aquellos días, sor María le confesó a una monja que quería ser religiosa, y esta le dijo que le avisaría más adelante. Pasó el tiempo y sor María continuaba con su vida piadosa. «Empecé a quitarme los pendientes y a no mirarme siquiera al espejo. El ruido de las fiestas locas me molestaba», subraya. Y, entonces, la monja le llamó y le preguntó si seguía queriendo ser religiosa.

«Le confesé que no se me había quitado nunca ese deseo, ella me dijo que las puertas del convento estaban abiertas. Pensé que era la voz de Dios, la que me llamaba, y le pedí dos meses de tiempo para organizarme. Un día, fui a misa y a confesarme, y le dije a mi hija lo que iba a hacer. Después, reuní a los demás hijos y me dijeron que no tenía necesidad de hacer eso, que yo ya vivía como lo hacía una monja, pero les dije que no era una necesidad, sino un deseo, y que la decisión estaba tomada».

,Sor María Iuxta Crucem le pidió a Jesús que fuera su esposo y el padre de sus hijos cuando enviudó

El día tres de junio de 2017 entraba por la puerta de su nuevo hogar: el convento de las Hijas de la Sagrada Familia y sigue muy unida a la Virgen María: «Es la Madre Santísima la que nos cuida, la que nos orienta y la que nos guía. Estamos refugiados en el hueco de su mano y, a través de Ella, podemos hacerlo todo. Aquí dentro, en el convento, uno se enamora cada día más de la Virgen. Cuando estamos ante el Santísimo sabemos que está a nuestro lado»

La religiosa anima a otras mujeres a buscar su vocación. «Seguir a Cristo es lo más lindo que hay, da alegría, paz y mucho gozo. Con Él y la Virgen lo van a tener todo. Esta forma de vida no es un invento nuestro, es algo que Dios pensó desde la eternidad. Que se animen a hacer un corte con la vida pasada y sean personas nuevas», motiva sor María.

Las Hijas de la Sagrada Familia son una Asociación Pública de Fieles fundada el 9 de noviembre de 2011, en la archidiócesis colombiana de Barranquilla. Esta comunidad religiosa tiene dos ramas de vida consagrada: una dedicada a la vida contemplativa y la otra a la vida misionera. En la actualidad, se encuentran presentes en Colombia (Barranquilla), Ecuador (Quito) y España (Menorca y Valencia).


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