Papa Francisco en el Ángelus, 10-7-2022: «Pidamos al Señor la gracia que nos haga ver y tener compasión para acercarnos a quien sufre y está necesitado»

* «Esta es la oración que os sugiero hoy: ‘Señor, que yo vea, que yo tenga compasión, como Tú me ves y tienes compasión de mí’. Que tengamos compasión de quienes encontramos en nuestro recorrido para hacer lo que podamos, para echar una mano. Si tú das limosna sin tocar la realidad, sin mirar a los ojos de la persona necesitada, esa limosna es para ti, no para ella. Piensa en esto: ‘¿Yo toco las miserias, también esas miserias que ayudo? ¿Miro a los ojos a las personas que sufren, a las personas a las que ayudo?’»

Vídeo completo de la transmisión en directo de Vatican News  traducido al español con las palabras del Papa en el Ángelus

* «Me uno al dolor del pueblo de Sri Lanka, que sigue padeciendo los efectos de la inestabilidad política y económica. Junto con los obispos del país, renuevo mi llamamiento a la paz, y pido a las autoridades que no ignoren el clamor de los pobres y las necesidades de la gente. Deseo dirigir un pensamiento especial al pueblo de Libia, especialmente a los jóvenes y a todos los que sufren a causa de los graves problemas sociales y económicos del país. Exhorto a todos a buscar de nuevo soluciones convincentes, con la ayuda de la comunidad internacional, a través del diálogo constructivo y la reconciliación nacional»

10 de julio de 2022.- (Camino Católico)  El XV domingo del Tiempo Ordinario, 10 de julio, el Papa Francisco ha dirigido la oración mariana del Ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano, reflexionando con el Evangelio del día, ha exhortadp a los fieles a ser “discípulos del camino”.  “El Evangelio de la Liturgia de hoy narra la parábola del buen samaritano (cfr. Lc 10,25-37). Como telón de fondo, el camino que desciende desde Jerusalén a Jericó; a un lado, yace un hombre al que los ladrones han golpeado y robado”, recuerda Francisco.

Foto: Vatican Media

Precisa el Santo Padre, profundizando en la imagen del samaritano, que “el evangelista desea precisar que ‘viajaba’. Por tanto, aquel samaritano, a pesar de tener sus propios planes y de dirigirse a una meta lejana, no busca excusas y se deja interpelar por lo que sucede a lo largo del camino”. Pensémoslo: ¿El Señor no nos enseña a comportarnos precisamente así? A mirar a lo lejos, a la meta final, poniendo al mismo tiempo mucha atención a los pasos que hay que dar, aquí y ahora, para llegar a ella.

De allí que, el Pontífice enfatice en lo significativo del apelativo que daban a los primeros cristianos, llamados “discípulos del Camino” (cfr. At 9,2). Manifiesta el Papa que “el creyente, en efecto, se parece mucho al samaritano: como él, está de viaje, es un viandante. Sabe que no es una persona ‘que ha llegado’, y desea aprender todos los días siguiendo al Señor Jesús, que dijo: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14, 6). El discípulo de Cristo camina siguiéndolo a Él, y así se hace discípulo del Camino”.

Y el “discípulo del camino”, explica el Papa, aprende a ver y ser compasivo. “Caminando sobre las huellas de Cristo, se convierte en viandante y aprende – como el samaritano – a ver y a tener compasión. Ante todo, ve: abre los ojos a la realidad, no está egoístamente encerrado en el círculo de sus propios pensamientos. Y, además, seguir a Jesús -explica Francisco- nos enseña a tener compasión: a fijarnos en los demás, sobre todo en quien sufre, en el más necesitado, y a intervenir como el samaritano”. En el vídeo de  Vatican News se visualiza y escucha la meditación del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

Foto: Vatican Media

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de la Liturgia de hoy narra la parábola del buen samaritano (cfr. Lc 10,25-37); todos la conocemos. Como telón de fondo, el camino que desciende desde Jerusalén hasta Jericó; a un lado, yace un hombre al que los ladrones han golpeado y robado. Un sacerdote que pasa lo ve pero no se detiene, sigue adelante; lo mismo hace un levita, esto es, un encargado del culto en el templo. «En cambio -dice el Evangelio-, un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y tuvo compasión» (v. 33). No olvidemos estas palabras: “tuvo compasión”; es lo que siente Dios cada vez que nos ve en dificultad, en pecado, en una miseria: “tuvo compasión”. El evangelista desea precisar que el samaritano viajaba. Por tanto, aquel samaritano, a pesar de tener sus propios planes y de dirigirse a una meta lejana, no busca excusas y se deja interpelar por lo que sucede a lo largo del camino. Pensémoslo: ¿el Señor no nos enseña a comportarnos precisamente así? A mirar a lo lejos, a la meta final, poniendo al mismo tiempo mucha atención en los pasos que hay que dar, aquí y ahora, para llegar a ella.

Es significativo que los primeros cristianos fuesen llamados “discípulos del Camino” (cfr. At 9,2). El creyente, en efecto, se parece mucho al samaritano: como él, está de viaje, es un viandante. Sabe que no es una persona “que ha llegado”, y desea aprender todos los días siguiendo al Señor Jesús, que dijo: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14, 6). Yo soy el Camino: el discípulo de Cristo camina siguiéndolo a Él, y así se hace “discípulo del Camino”. Va detrás del Señor, que no es sedentario sino que está siempre en camino: por el camino encuentra a las personas, cura a los enfermos, visita pueblos y ciudades. Así actuó el Señor, siempre en camino.

Foto: Vatican Media

De este modo, el “discípulo del Camino” -es decir, nosotros los cristianos- ve que su modo de pensar y de obrar cambia gradualmente, haciéndose cada vez más conforme al del Maestro. Caminando sobre las huellas de Cristo, se convierte en viandante y aprende – como el samaritano – a ver y a tener compasión. Ve y siente compasión. Ante todo, ve: abre los ojos a la realidad, no está egoístamente encerrado en el círculo de sus propios pensamientos. En cambio, el sacerdote y el levita ven al desgraciado pero es como si no lo hubiesen visto, pasan de largo, miran a otro lado. El Evangelio nos educa a ver: guía a cada uno de nosotros a comprender rectamente la realidad, superando día tras día ideas preconcebidas y dogmatismos. Muchos creyentes se refugian en dogmatismos para defenderse de la realidad. Y, además, seguir a Jesús nos enseña a tener compasión: a fijarnos en los demás, sobre todo en quien sufre, en el más necesitado, y a intervenir como el samaritano: no pasar de largo sino detenerse.

Ante esta parábola evangélica puede suceder que culpabilicemos o nos culpabilicemos, que señalemos con el dedo a los demás comparándolos con el sacerdote y el levita: “¡Este y aquel pasan de largo, no se detienen!”; o que nos culpabilicemos a nosotros mismos enumerando nuestras faltas de atención al prójimo. Pero quisiera sugerir otro tipo de ejercicio. Cierto, cuando hemos sido indiferentes y nos hemos justificado, debemos reconocerlo; pero no nos detengamos ahí. Hemos de reconocerlo, es un error, pero pidamos al Señor que nos haga salir de nuestra indiferencia egoísta y que nos ponga en el Camino. Pidámosle que nos haga ver y tener compasión. Esta es una gracia, tenemos que pedirla al Señor: “Señor, que yo vea, que yo tenga compasión, como Tú me ves a mí y tienes compasión de mí”. Esta es la oración que os sugiero hoy: “Señor, que yo vea, que yo tenga compasión, como Tú me ves y tienes compasión de mí”. Que tengamos compasión de quienes encontramos en nuestro recorrido, sobre todo de quien sufre y está necesitado, para acercarnos y hacer lo que podamos, para echar una mano.

A menudo, cuando me encuentro con algún cristiano o cristiana que viene a hablar de cosas espirituales, le pregunto si da limosna. “Sí”, me dice. -“Y, dime, ¿tú tocas la mano de la persona a la que das la moneda?”  -“No, no, la dejo caer”. -¿Y tú miras a los ojos a esa persona? –“No, no se me ocurre”. Si tú das limosna sin tocar la realidad, sin mirar a los ojos de la persona necesitada, esa limosna es para ti, no para ella. Piensa en esto: “¿Yo toco las miserias, también esas miserias que ayudo? ¿Miro a los ojos a las personas que sufren, a las personas a las que ayudo?” Os dejo este pensamiento: ver y tener compasión.

Que la Virgen María nos acompañe en esta vía de crecimiento. Que Ella, que nos “muestra el Camino”, esto es, Jesús, nos ayude también a ser cada vez más “discípulos del Camino”.

Foto: Vatican Media

Oración del Ángelus:

Angelus Dómini nuntiávit Mariæ.
Et concépit de Spíritu Sancto.
Ave Maria…

Foto: Vatican Media

Ecce ancílla Dómini.
Fiat mihi secúndum verbum tuum.
Ave Maria…

Et Verbum caro factum est.
Et habitávit in nobis.
Ave Maria…

Ora pro nobis, sancta Dei génetrix.
Ut digni efficiámur promissiónibus Christi.

Orémus.
Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine,
méntibus nostris infunde;
ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum.

Amen.

Gloria Patri… (ter)
Requiem aeternam…

Benedictio Apostolica seu Papalis

Dominus vobiscum.Et cum spiritu tuo.
Sit nomen Benedicat vos omnipotens Deus,
Pa ter, et Fi lius, et Spiritus Sanctus.

Amen.

Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:

Foto: Vatican Media

Queridos hermanos y hermanas:

Me uno al dolor del pueblo de Sri Lanka, que sigue padeciendo los efectos de la inestabilidad política y económica. Junto con los obispos del país, renuevo mi llamamiento a la paz, y pido a las autoridades que no ignoren el clamor de los pobres y las necesidades de la gente.

Foto: Vatican Media

Deseo dirigir un pensamiento especial al pueblo de Libia, especialmente a los jóvenes y a todos los que sufren a causa de los graves problemas sociales y económicos del país. Exhorto a todos a buscar de nuevo soluciones convincentes, con la ayuda de la comunidad internacional, a través del diálogo constructivo y la reconciliación nacional.

Y renuevo mi cercanía al pueblo ucraniano, atormentado a diario por brutales ataques cuyas consecuencias paga la gente común. Rezo por todas las familias, especialmente por las víctimas, los heridos, los enfermos; rezo por los ancianos y los niños. ¡Que Dios muestre el camino para poner fin a esta guerra absurda!

Hoy se celebra el Domingo del Mar. Recordamos a todos los marinos con estima y gratitud por su valioso trabajo, así como a los capellanes y voluntarios de “Stella Maris”. Encomiendo a la Virgen a los marinos que se encuentran bloqueados  en zonas de guerra, para que puedan volver a casa.

Saludo al grupo del Colegio Santo Tomás de Lisboa y a los fieles de Viseu, Portugal; al Coro «Siempre así» de España, a los jóvenes de la Archidiócesis de Berlín y a los niños de Confirmación de Bolgare (Bérgamo). Dirijo también mi saludo a los peregrinos polacos, y lo extiendo a los participantes en la peregrinación anual de la familia de Radio María al Santuario de Częstochowa. Y saludo a los sacerdotes de varios países que participan en el curso para formadores de seminario organizado por el Instituto Sacerdos de Roma.

Les deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!

Francisco


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