Richard Evans: De ministro evangélico a activista gay… pero hoy es católico devoto, casto, de misa y rosario diarios

A los 34 años dejó a su esposa y el ministerio evangélico y se dio a la vida gay durante 15 años. Pero luego decidió que no dejaría que unos sentimientos le dictasen su identidad. «No dejo que me definan como persona», explica. Se convirtió en 2005 y le ayudaron los libros de David Morrison y Scott Hahn

25 de abril de 2012.- Richard Gerard Evans cuenta su azarosa historia de conversión y su forma de afrontar la atracción sexual hacia otros hombres en su blog «Catholic Boy Richard«, muy cuidado y actualizado.  Richard nació en 1956. Su madre era católica, y ella llevó a la fe a su padre. Él de niño jugaba a «hacer de cura», y de los 7 a los 11 años fue monaguillo con mucha ilusión y alegría. Pero en 1967, cuando tenía once años, en medio de una crisis de valores que sacudió Estados Unidos y a la Iglesia, su madre se desencantó de la Iglesia Católica, buscó otra forma de vivir el cristianismo, y se estableció en las Asambleas de Dios, una de las principales denominaciones de evangélicos pentecostales.

(Pablo Ginés / Religión en LibertadAllí, Richard formuló su primera oración consciente para «aceptar a Jesús» de todo corazón con 14 años. «En lo profundo de mi interior supe que Cristo era real y verdadero, y que quería servirle el resto de mi vida». Y esto nunca cambió.

Pero Richard ya llevaba unos años sabiendo que no le atraían las chicas, sino los muchachos que conocía en la iglesia o la escuela. Como en su casa no se hablaba de sexo, fue a los 11 años, leyendo una revista, que conoció la palabra «homosexual». Tenía claro que desde un punto de vista bíblico «aquello era un comportamiento aparentemente pecaminoso, no actué según mis impulsos».

Richard no se autoclasificó como «gay». Acabó el instituto y después estudió en un «college» bíblico de Asambleas de Dios. Se mantuvo virgen hasta que se casó «con una mujer cristiana sincera y cariñosa en 1979». Tenía 23 años y empezó su etapa como ministro de Asambleas de Dios, que duró 12 años.

«Sola Scriptura» y libre examen

A los 34, sin haber dejado nunca de sentirse atraído por los hombres, pero habiendo sido siempre fiel a su esposa, Richard decidió re-examinar lo que la Biblia enseñaba sobre la homosexualidad. «No era especialmente mi deseo ir y pecar, sino que sinceramente quería saber si teológicamente se me había pasado algo por alto», afirma. Sí, su deseo homosexual era una carga interna y secreta, pero intentó ser neutral. «Usé cada herramienta a mi alcance, léxicos de griego y hebreo, libros de teología tradicional y también pro-gay, y después de meses de estudio, oración y ayuno, concluí que la Biblia no era tan clara en el tema como pensaba».

Puesto que la Biblia no le parecía clara, y siendo protestante no aceptaba el papel de la Tradición, sólo le quedaba la «ciencia»: o más en concreto, la rama de la psicología que directamente le pedía aceptar su «gaydad».

«Mi matrimonio acabó en 1991 y durante los siguientes 15 años, aunque aún amaba a Dios a mi manera, me sentí identificado con lo que se suele llamar el estilo de vida o la subcultura gay»,escribe.

Célibe después de 15 años

Richard no quiere detallar en su testimonio lo que hizo esos años ni las relaciones que tuvo. Sí explica que militaba en el movimiento gay y acudía a sus manifestaciones y reivindicaciones. Pero en 2001 volvió a acudir a una iglesia con regularidad, con unos metodistas que aunque no aceptaban el estilo de vida gay eran acogedores con todo el mundo. Volvió a leer la Biblia… «y me hice célibe, al principio no por mi elección, pero eventualmente con entusiasmo comprometido». Pero sin abandonar su teología pro-gay. Pensaba, entre otras cosas, que como célibe podría encontrar más posibilidades de «ministrar», de servir a Dios con apostolados.

Tocado por La Pasión y Caviezel

Entonces, le pasó algo que tocó la espiritualidad de decenas de miles de personas: vio en Cuaresma de 2004 «La Pasión de Cristo», de Mel Gibson. «El hambre por Jesús de mi infancia se despertó de formas que aún hoy no puedo describir», afirma.

Además, por esa época escuchaba radios protestantes muy conservadoras, donde se criticaba continuamente al actor protagonista de «La Pasión», Jim Caviezel, por un sólo pecado: ¡era católico! Y Richard, pese a no ser católico desde los 11 años, se enfadaba porque conocía muchos católicos que eran buenos cristianos (aunque él pensaba que era «a pesar de Roma»).

Rompiendo con la militancia gay

Pero su ruptura con el movimiento gay y su ideología llegó en 2005, durante una marcha a favor del matrimonio homosexual en Minnesota. El líder de una asociación del homosexualismo político «empezó a despedazar sistemáticamente en su discurso a los que creyesen en la Biblia». Richard se hartó y se fue en ese momento. «Yo sólo sabía que amaba a Cristo y amaba también a las personas con inclinación homosexual, y esas dos partes parecían odiarse una a otra, y eso me entristecía», recuerda.

A partir de este momento, una serie de libros, medios de comunicación y testimonios se sucedieron en su vida para ofrecerle dos cosas: una castidad con sentido, y la fe plena de la Iglesia Católica.

Los sentimientos no hacen a la persona

Lo primero llegó cuando leyó «Beyond Gay», de David Morrison, la historia de un activista gay que se hizo cristiano protestante casto y luego católico. Es un libro que ha impactado a muchas personas (en español «Un más allá para la homosexualidad», Editorial Palabra, con una 2ª edición en 2011).

De Morrison aprendió el concepto «Atracción del Mismo Sexo» (AMS). «No finges que ya no tienes esos sentimientos, pero no permites que esos sentimientos te controlen o sean el centro de tu atención; en una palabra, no dejas que esos sentimientos definan quién eres como persona», resume Richard. Él había visto casos de personas que decían ser «ex-gay» pero en realidad no habían conseguido eliminar su AMS… incluyendo él mismo.

David Morrison, el movimiento «Courage» (www.couragerc.net) y otros en la Iglesia Católica proponían una vía distinta: quizá Dios o la terapia pueden quitar la AMS, o quizá eso nunca llegue para tal o cual persona, pero eso no impide que una persona con esos sentimientos, como cualquier otra, apueste por la castidad, «tome su cruz» y siga a Cristo con el objetivo común a todos los cristianos: ser santo. Incluso en sus años «gays», Richard había tenido claro que todo él, incluida su sexualidad, pertenecían y debían entregarse a Cristo.

«No importan mis sentimientos homosexuales, sino que lo que importa es lo que hago con ellos. En vez de preocuparme por ´cambiar´, me entrego a Dios aquí y ahora, tomo mi cruz diaria, y me comprometo a caminar con Él».

En mitad de su proceso de retorno a la Iglesia Católica, retiró la bandera del arcoíris gay que había ondeado muchos años en su ventana: «podía amar, y aún amo, a mis hermanos y hermanas LGBT, no les juzgo, pero ya no podía apoyar esas causas».

Conversos del protestantismo

En su retorno al catolicismo se juntaron muchas cosas. Le asombró saber que se había hecho católico Thomas Howard, antiguo editor de «Christianity Today», devoto evangélico y cuñado de uno de los misioneros protestantes mártires en la selva ecuatoriana a manos de una tribu belicosa (historia difundida en 2005 por la película «A punta de lanza» o «End of the spear»).

También le asombró descubrir la personalidad alegre de la Madre Angélica en el canal de televisión católico EWTN. Más aún, en esa cadena le asombraba «el nivel de amabilidad y respeto mostrado hacia todos, amigos o adversarios», lo que contrastaba con ciertas radios protestantes muy hostiles que había escuchado antes. Conoció el trabajo del ex-presbiteriano Marcus Grodi, que acogía a ex-clérigos y ministros protestantes que caminaban hacia el catolicismo.

Descubrió que durante los 35 años que había estado lejos de la Iglesia Católica, numerosos pastores la habían conocido y adoptado como Madre. Más aún, en ese tiempo la Iglesia había elaborado un nuevo catecismo: lo estudió contrastándolo con la Biblia. Cada día, camino al trabajo, escuchaba «Relevant Radio», una radio católica refrescante, «sin legalismos».

Por último, leyó de un tirón «Roma, dulce hogar», el libro testimonio del matrimonio de Scott y Kimberly Hahn (Ed. Rialp, en español lleva ya 17 ediciones). Este matrimonio protestante explica su camino hacia la Iglesia Católica cuando Scott, teólogo y pastor, descubre que la enseñanza protestante «Sola Scriptura» no figura en la Escritura y cuando ve que es necesaria una autoridad que establezca infaliblemente (y no como meras opiniones) qué libros de la antigüedad son Palabra de Dios y cuáles no.

Confesión y vida nueva

Dos días después de leer «Roma, dulce hogar», el 4 de octubre de 2005, fiesta de San Francisco («¡otro con un pasado azaroso!») bajo una gran lluvia, Richard se acercó a una parroquia cercana, se confesó por primera vez en 35 años, y comulgó en misa. Con 49 años, empezaba una nueva vida.

Hoy, en 2012, tiene 56 años. Vive la castidad. Va a misa diaria y comulga. Reza cada día el Rosario y la Corona de la Divina Misericordia. Se confiesa una o dos veces al mes. «Mi vida es una vida de espiritualidad tranquila y no deseo otra cosa», escribe. Ha sido ministro extraordinario de la comunión y ha acompañado a dos adultos en su ingreso en la Iglesia. Ha sacado un título de catequesis después de dos años de estudios y discierne la posibilidad de consagrarse como laico dominico, «si Dios quiere».

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