Sara Ricchini, cantante, se alejó de Dios y dejó la música: «De voluntariado en Ecuador, el miedo a morir me motivó a empezar a rezar y encontré a Dios»

* «Quería una experiencia fuerte en un lugar donde no fuese sólo como una especie de vacación misionera sino ir a una misión donde pudiese ayudar a los demás yo sola, y, sin interferencias, pudiese escucharme a mí misma y, en caso de encontrar a Dios poderle escuchar a Él. Busqué y finalmente fui a Playaprieta, Ecuador, donde estaban las Siervas del Hogar de la Madre. Desde entonces mi vida ha cambiado totalmente. Al principio, el viaje empezó con sufrimiento, tenía la sensación de morir en aquel lugar. El miedo de morir, de no saber cómo sobrevivir me motivó a empezar a rezar. Y encontré a Dios. Yo decía: “Bueno, me he confesado, he recibido al Señor en la Eucaristía, he ido a Misa, así que, aunque muera, está bien, no me importa, ahora estoy más cerca del Paraíso que antes”. Así comenzó mi subida, el quererme a mí misma, encontrar a Dios, ya no sentirme nunca más sola»

* «No recuerdo el momento exacto en el que se produjo el cambio, la conversión. No era que un día dijese: “No creo” y al día siguiente: “Sí, creo”. Ha sido muy gradual. El momento crucial fue cuando decidí confesarme tras casi veinte años sin hacerlo. Después, al recibir la Eucaristía en Misa por primera vez después de casi veinte años, lloré, pero eran lágrimas de alegría. Allí empecé a ver verdaderamente al Señor en la Eucaristía. Resultaba como algo normal, Él estaba allí para mí, yo lo podía experimentar. Lo difícil a veces es explicar cómo he llegado a estar así. Muchas veces no quiero contarlo porque me gustaría encontrar las palabras adecuadas que expresen la vivencia. Siempre le pido al Señor que me ayude a explicarlo porque me gustaría que la gente lo entendiera de verdad. “Él estaba tan cerca de mí y no lo veía”. Realmente no sé cómo entró en mi vida de este modo y antes no lo veía. No sé explicarlo pero me gustaría poderlo hacer porque creo que si la gente encontrara a Dios como yo lo encontré, viviría una vida mil veces mejor. No es que en mi vida ya no existan problemas, siguen existiendo. Siempre hay dificultades. Pero ahora es diferente. Puedo decir: “Vale, no estoy sola para luchar, y además lucho para un después”. Intento vivir mi vida lo mejor posible para algo que viene después, para la vida eterna, para estar cerca del Señor»

 Camino Católico.– Sara Ricchini se alejó de Dios a lo largo de una tormentosa adolescencia. Dotada de una preciosa voz y un gran carisma sobre el escenario, llamó pronto la atención de las casas discográficas que comenzaron a prepararla para triunfar en el mundo de la música. Pero cuando Sara se dio cuenta de que les importaba más su físico que su talento artístico, abandonó este camino. Se encontró con la misericordia de Dios realizando una experiencia de voluntariado en Ecuador. Y su vida cambió por completo. Sara Ricchini relata su conversión en el programa Cambio de Agujas de Euk Mamie.

Además, Sara Ricchini contó su camino de transformación en la misericordia de Dios en una entrevista en la Revista HM Nº 168 Septiembre-Octubre de 2012, que sintetiza el testimonio que puede visualizarse en el video:

Sara Ricchini es una joven italiana que quiso hacer una experiencia misionera en el colegio de Playaprieta (Ecuador) como psicomotricista para ayudar a niños con problemas. Después de esta experiencia volvió a Italia y le había cambiado la vida…

– ¿Podrías presentarte?

– Tengo 29 años (Nota de la redacción: hoy en 2018 tiene 35). Soy de Lumezzane, que está en Italia cerca de Brescia. Mi familia está constituida por mi padre, mi madre y una hermana. Con nosotros siempre vivió también mi abuela paterna porque estaba enferma y nos ocupábamos de ella. Soy Psicomotricista infantil.

– ¿Recibiste una educación católica desde tu niñez?

– Mi familia siempre ha sido una familia de fe. Me educaron para estar muy cerca de la Iglesia. Pero en realidad nadie me explicó por qué había que vivir la fe. Recibí los sacramentos pero tampoco me explicaron qué eran verdaderamente. En la catequesis, cuando somos pequeños a veces se explica la teoría pero no la práctica. Todos dicen, como decía siempre mi madre: “Tú tienes que ir a misa”, pero, ¿por qué tengo que ir a misa, por qué el sacerdote dice eso? Creo que también influyó la edad porque de hecho, hasta la Confirmación, yo iba a la iglesia pero después terminaba siempre en el bar. Después de recibir el sacramento de la Confirmación dejé totalmente de ir. La última confesión sincera que hice, creo que fue cuando tenía diez u once años. Antes de la Confirmación también me confesé, pero esa vez no dije absolutamente nada, no sabía qué decir. Sólo dije: “He pecado”.

¿Cómo empezó tu afición por el canto?

Descubrí la pasión por el canto después de haber tenido que interrumpir, por una enfermedad en la rodilla, mi pasión por el baile, que prácticamente era toda mi vida, porque había comenzado con cuatro años y estuve bailando casi ocho años y medio. Durante un año probé a tocar la guitarra pero era algo que requería demasiado compromiso, y no me salía de manera tan natural. Después me presenté a un concurso en el Oratorio de la parroquia y allí empecé en un coro de la iglesia. Íbamos a los asilos a cantar a los ancianos. Cuando cantaba en la iglesia no cantaba al Señor, sino que cantaba por cantar. Más tarde, cuando empecé a ir al Instituto, en ese periodo un poco tempestuoso de la adolescencia, me alejé también de ese coro y empecé a cantar sola, participando en concursos. Un productor de Brescia me encontró en un concurso provincial y me preguntó quién era y si me interesaba cantar en la televisión. Y yo dije: “Sí, por qué no”. Ese fue mi primer trabajo. Anteriormente había participado en un concurso parecido a “Operación Triunfo” en España, donde buscaban chicas para formar un grupo, pero al final me retiré del concurso. Estaba seleccionada entre las 25 primeras de casi 25.000 iniciales de toda Italia. Me retiré porque querían personas guapas sólo por fuera y más que personas que supieran cantar verdaderamente bien, lo que les interesaba eran personas con un cuerpo. Yo me considero una cantante bastante buena y no quería vender mi cuerpo a la televisión o a un grupo. Trabajé tres años y medio en la sala de grabación con un productor haciendo algunas composiciones mías pero siempre he tenido la supervisión de compositores porque no sé mucho de música, yo sólo soy cantante. En la sala de grabación podía hacer todo pero siempre con la ayuda de alguien.

Y ¿cómo pasaste del plató a las misiones?

– Siempre intentaba hacer el bien pero me faltaba algo. Me faltaba el quererme de verdad, no tratar de hacer lo que otros querían. Necesitaba alejarme de aquello. Pero siempre me levantaba y me caía, me levantaba de nuevo y me volvía a caer. Era un continuo no comer, llorar y después sonreír porque estaba feliz de la situación en la cual vivía. Era una mezcla de sensaciones y emociones diferentes y contrapuestas. Decidí hacer un viaje lejos, sin preocuparme de conocer el idioma, ni de dónde iba. La única cosa que quería hacer era ayudar a los demás, sabiendo que eso me ayudaría también a mí misma. Quería una experiencia fuerte en un lugar donde no fuese sólo como una especie de vacación misionera sino ir a una misión donde pudiese ayudar a los demás yo sola, y, sin interferencias, pudiese escucharme a mí misma y, en caso de encontrar a Dios poderle escuchar a Él. Busqué y finalmente fui a Playaprieta, Ecuador, donde estaban las Siervas del Hogar de la Madre. Desde entonces mi vida ha cambiado totalmente.

– ¿En qué consistió ese cambio?

– Al principio, el viaje empezó con sufrimiento, tenía la sensación de morir en aquel lugar. El miedo de morir, de no saber cómo sobrevivir me motivó a empezar a rezar. Y encontré a Dios. Yo decía: “Bueno, me he confesado, he recibido al Señor en la Eucaristía, he ido a Misa, así que, aunque muera, está bien, no me importa, ahora estoy más cerca del Paraíso que antes”. Así comenzó mi subida, el quererme a mí misma, encontrar a Dios, ya no sentirme nunca más sola. Antes, a pesar de tener amistades y una vida bonita, experimentaba vacío. Nunca me ha faltado nada, ni a nivel material ni a nivel afectivo. Tampoco me faltaban valores, pero sí me faltaba un valor que intentaban transmitirme y yo no alcanzaba a comprender. Era más fácil decir: “No, no tengo ganas de ir a misa, no tengo ganas de despertarme por la mañana, no quiero conocer al Señor, porque todo el mundo dice que si las cosas no son concretas y no las ves, no son nada”.
No recuerdo el momento exacto en el que se produjo el cambio, la conversión. No era que un día dijese: “No creo” y al día siguiente: “Sí, creo”. Ha sido muy gradual. El momento crucial fue cuando decidí confesarme tras casi veinte años sin hacerlo. Después, al recibir la Eucaristía en Misa por primera vez después de casi veinte años, lloré, pero eran lágrimas de alegría. Allí empecé a ver verdaderamente al Señor en la Eucaristía. Resultaba como algo normal, Él estaba allí para mí, yo lo podía experimentar.

– ¿Y al regresar a Italia…?   

– En Ecuador la vida después de mi conversión, resultaba mucho más fácil, porque yo vivía con las Hermanas todo el día. Estar de nuevo en Italia, para mí es una lucha diaria porque mi vida todavía está cambiando. No me resulta difícil rezar, lo difícil es no tener tentaciones del mundo exterior. Tampoco me cuesta decirlo a la gente, lo difícil a veces es explicar cómo he llegado a estar así. Muchas veces no quiero contarlo porque me gustaría encontrar las palabras adecuadas que expresen la vivencia. Siempre le pido al Señor que me ayude a explicarlo porque me gustaría que la gente lo entendiera de verdad.

“Él estaba tan cerca de mí y no lo veía”. Realmente no sé cómo entró en mi vida de este modo y antes no lo veía. No sé explicarlo pero me gustaría poderlo hacer porque creo que si la gente encontrara a Dios como yo lo encontré, viviría una vida mil veces mejor. No es que en mi vida ya no existan problemas, siguen existiendo. Siempre hay dificultades. Pero ahora es diferente. Puedo decir: “Vale, no estoy sola para luchar, y además lucho para un después”. Intento vivir mi vida lo mejor posible para algo que viene después, para la vida eterna, para estar cerca del Señor.

¿Qué más contarías de tu vivencia en Ecuador?

– En Ecuador he escrito mi única canción con texto y música incluida. Al mes y medio de estar en Ecuador, las Hermanas me decían: “¿Por qué no escribes una canción sobre tu conversión?”. Yo decía: “Nunca he escrito una canción sola, las palabras, la música… No puedo hacerlo”. Me decían: “Pídeselo al Señor porque Él puede darte la capacidad de hacerlo”. Yo decía: “Sí, sé que el Señor hace muchos milagros, pero no tiene por qué hacer otro conmigo. Ya ha hecho muchos. No puedo pedirle otro”. De repente, un día estaba sentada en la cama, y me salieron todas las palabras. La música ha sido como un milagro. La sentí en mi mente. Al cantar, tenía las palabras pero la música era como imaginaria. Es la única canción que verdaderamente dice algo importante. Antes también componía letras que transmitían un mensaje porque mucha gente se sentía identificada en el sufrimiento que yo vivía en los textos que escribía, pero ésta ha sido verdaderamente la primera canción alegre y con un experiencia de vida fuerte.

– ¿Cómo te definirías a ti misma?

– Yo me considero una artista. Porque creo que el artista es aquella persona que se expresa a sí misma a través de algo, de un talento que tiene y que le sale con naturalidad. Yo canto. A veces me cuesta cantar delante de pocas personas y no ante mucha gente, pero de todos modos lo hago porque es un don y yo tengo el deber de darme a mí misma a través de ese don que tengo a todas las personas que me lo piden.

En la actualidad Sara Ricchini, como explica en su página de Facebook, canta de solista en un trio acústico para el Señor en ceremonias matrimoniales como muestras los videos: 

Publicado originalmente en Camino Católico en septiembre de 2018


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