Testimonio de conversión de Katia: “A Dios se le puede servir en el mundo”

11 de octubre de 2011.- (Katia / Opus DeiHola, me llamo Katia. Soy de Ucrania. Soy católica. Antes no practicaba: me resultaba muy difícil. Mis padres son del centro de Ucrania, donde hay muchos católicos. Pero se trasladaron a vivir a otro lugar, donde no hay católicos. La iglesia más cercana estaba a tres horas. Mis padres son muy buenos. Cuando yo era pequeña, rezábamos juntos el Rosario. Y yo veía que ellos siempre trataban de hacer el bien. Mis hermanos y yo éramos muy conscientes del buen ejemplo que nos daban mis padres. Y esto fue una parte importante de la formación cristiana que ellos nos dieron.

De pequeña yo no podía practicar. Nunca podía acudir a la iglesia. Desde ese punto de vista, se podría pensar que yo estaba muy lejos de Dios. ¡Pero esto no era así! porque siempre, en cualquier circunstancia, por ejemplo en el instituto yo procuraba siempre defender el nombre de Dios. No sé por qué, pero si mis compañeros se reían de Dios, yo decía: «¡yo soy cristiana!». Fui fiel porque Dios nunca se apartó de mi lado, sólo por esta razón.

«Alguna vez sentía la cercanía de Dios»

Después me trasladé a Kiev para estudiar en la Universidad la carrera de Lingüística y Traducción de Inglés y Francés. Cuando llegué a Kiev, todo era nuevo para mí: la vida, mis compañeros, la residencia… todo era muy bonito, muy atrayente.

Por supuesto, yo seguía como olvidada de Dios. Pero algo pasaba dentro de mí. Nunca me olvidaba de que yo… seguía siendo católica, cristiana… Y de que eso era para mí… mi vida. Yo seguía con mi vida, sin ser especialmente un ejemplo para nadie. Pero alguna vez sentía la cercanía de Dios. Ocurría en cualquier situación, en los momentos más normales.

En esta época, yo vivía en una residencia universitaria y asistía a clases en la Universidad de Kiev. Y entonces empecé a pensar mucho: pensaba y pensaba… Y al mismo tiempo mi madre empezó a decirme, cuando hablábamos por teléfono: – «Katia, tú sabes qué es lo más importante en esta vida?» Y yo contestaba: – «¡Estudiar, mamá!» Y ella me decía: – «Katia, ¡por favor! ¿no querría pasar por la iglesia a rezar?» Y así entendí que, ahora que podía hacerlo, sería bueno ir a la iglesia. Además, mi abuela María, católica como yo, rezaba mucho por nosotros.

«Sentía que no estaba del todo en mi sitio»

 Y empecé a ir a la iglesia, sin saber muy bien porqué. Y me sentí muy, muy, muy feliz. Algo nuevo y grande se abrió para mí: algo más allá de lo habitual. Y empecé a frecuentar la iglesia. Recibí la Primera Comunión, la Primera Confesión, y la Confirmación… Y era feliz, y todo resultaba precioso. ¡Pero notaba que me faltaba algo! Me faltaba saber cuál era mi sitio concreto en el mundo. Me faltaba saber qué quería Dios de mí.

En esta época yo me sentía ya cerca de Dios… pero me faltaba aún algo, sentía que no estaba del todo en mi sitio. Y buscaba a Dios por todas partes, aquí y allá. Andaba de un lado a otro buscando dónde estaba el lugar que Dios quería para mí. Buscaba…

En este período, un sacerdote de Kiev, el Padre Serguei, me dio un libro: «Camino». Yo lo leía y esto me ayudaba. Pero la sola lectura no daba la respuesta a mi pregunta. «Camino» me ayudaba a entender la vida, a entenderme a mí misma y a los demás… pero aun no sabía qué esperaba Dios… Entonces me enteré de que se organizaban unos retiros del Opus Dei: venían a Kiev desde Moscú. Empecé a asistir. También fui a un curso de retiro a Moscú. Era un modo de tratar de entender qué quería Dios de mí. Andaba de un lado a otro: de mi casa a Kiev, de Kiev a Moscú… Iba de un lado a otro para entender la voluntad de Dios. Después de un tiempo lo supe: por fin supe lo que Dios quería de mí.

«Entendí que a Dios se le puede servir en el mundo»

Yo entonces pensaba que seguir a Dios era ante todo sacrificarse por Él… porque para entonces yo ya había entendido que Dios esperaba que le diera todo mi corazón. Pero por otra parte, sentía que me gustaba mucho ir a la Universidad, quería mucho a mis compañeros, me gustaba mucho lo que estudiaba, mi profesión…

En todo caso estaba dispuesta, si era necesario, a ir donde hiciera falta: a un monasterio… y dejar todo eso que tanto me gustaba. Esto para mí desde luego suponía un gran sacrificio: suponía como romper algo muy dentro de mí. Pero, nada, si era lo que Dios quería… yo estaba dispuesta.

Y entonces entendí que Dios no quería eso de mí. Entonces entendí, por supuesto a través de la oración y también con la ayuda de gente que me ayudaba…. entendí que a Dios se le puede servir en el mundo. Que tú puedes dar toda tu vida a Dios, sin necesidad de salirte del mundo… Puedes seguir a Dios e ir a la Universidad, y tratar a tus compañeros y vivir en una residencia… Entender esto me llenó de alegría.

«Dios quería que fuera muy feliz»

Un sacerdote me explicó que sacrificarse por Dios es algo bueno, por supuesto, pero Dios no quería que yo fuera infeliz, sino muy feliz. Esto fue para mí un grandísimo descubrimiento. ¿Cómo? ¿Será cierto que Dios quiere que yo sea superfeliz? Pero ésa era la pura verdad.

Ahora vivo en Moscú. Sigo con mi carrera: he comenzado el segundo ciclo de Filología, especialidad en Inglés y Francés. Al mismo tiempo trabajo, y también hago lo posible para acerca a la gente a Dios: porque es algo que te hace muy feliz… ¡Y eso es todo! Entonces… si alguien quiere preguntarme algo, puede dirigirse a mí… ¡y hablamos! Gracias.

 

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