Thierry, separado, con hijos crecidos y  «frágil»: «Empiezo a leer poemas de santas, salmos, la biblia, entro en una iglesia y conocí a Dios que me ama y me llama a seguirle y a amarle»

«Tuve la oportunidad de conocer gente de mi parroquia: había una pequeña fraternidad que surgió espontáneamente, nos acogíamos en nuestras casas donde charlábamos y debatíamos. Así pude hablar con otros sobre mi fe, me aconsejaron leer libros, tal o cual pasaje de la Biblia… Fui avanzando. Uno de los frutos es que pude reconciliarme con mis padres, aunque nunca habíamos roto del todo. Eso me permite estar ahora con ellos para acompañarles en su vejez. A pesar de nuestras limitaciones, suyas y mías, hemos reconstruido una relación de amor» 

A.L.M. / Camino Católico.- Después de años complicados y tras una separación, Thierry está debilitado y se debate entre el deseo de Dios y el sentimiento de no ser digno de ello. “Empiezo a leer poemas de santas, salmos, la biblia, entro en una iglesia y conocí a Dios que me ama y me llama a seguirle y a amarle”, dice en un vídeo de Découvrir Dieu. Esta es su historia contada en primera persona.

Thierry se alejó de Dios durante toda su juventud y en la primera edad adulta
«Sentí que Dios me dijo: ‘Sea cual sea tu vida, te veas como te veas, ¡yo te amo!’»

Mi nombre es Thierry. Tuve una infancia y juventud donde Dios no estuvo verdaderamente presente. No era muy creyente. Iba a misa con mis padres pero no era una fe vivida no era muy religiosa.  Cuando tenía 24 o 25 años, tuve una gran crisis en mi vida y lo mandé todo a paseo. Estaba enojado contra mi familia, contra muchas cosas, y también un enojo muy fuerte también contra Dios. Y, a partir de entonces, dejé de ir a la iglesia y me alejé de la religión. Tomé otro camino. Tuve dos hijos con mi pareja. Se me complicó la vida y nos separamos.

Yo era y mi sentía muy frágil. El tiempo pasa, mis hijos crecen y llego a los 40 años. Pero, desde el punto de vista de la fe, pasaban algunas cosas en mi interior. Me sentía dividido entre un deseo de Dios y, al mismo tiempo, una vocecita en mi interior que me decía: ‘No hay lugar para ti, fíjate en tu vida, no estás en onda con el Señor ¡Mira tu vida!’ Pero, a pesar de todo, hay eso en mí ese deseo de Dios lo acompaño de música y lecturas; leo poemas de grandes santas, de Santa Teresita de Lisieux y de Santa Teresa de Ávila. En particular de Santa Teresa de Jesús me impactaban los conocidos versos: “Nada te turbe, nada te espante; / todo se pasa, Dios no se muda; / la paciencia todo lo alcanza. / Quien a Dios tiene nada le falta. / Sólo Dios basta“.

Y esas palabras resonaban en mí interior y me tocaban profundamente. Y escucho estas canciones a escondidas, las escucho conduciendo mi coche en un CD. Dejo el rock’n roll y los Rolling Stones y escucho a Santa Teresa cuando estoy solo.

Vuelvo a abrir una Biblia que tenía en casa y empiezo a leer los Salmos, poemas muy antiguos que están en la Biblia. Al leerlos eran como un puñetazo en el vientre, había algo en ellos que tenía que ver conmigo porque hablaban de dolor, de dirigirse a Dios, de la Creación… En aquel momento me afectaron mucho, los leía de día y de noche, porque sufría insomnio. No sé qué pasaba, pero ese deseo de Dios crecía.

Thierry ha compartido en una fraternidad de fieles de su parroquia que le han ayudado a crecer en la fe

El primer domingo de Adviento de 2006, en la pequeña ciudad en que vivía había mercado y salí con mi cesta para ir a comprar, pero sonaron las campanas de la iglesia. Y, en ese momento, ¡decidí que no iba ir al mercado sino que debo ir a la iglesia ese día!  Y, al entrar en la iglesia, pienso para mí: ‘Has tomado una decisión libre: venir a esta iglesia’.  No fue como otras veces que había entrado en una iglesia. Aquel día me impactaron la asamblea congregada mirando al altar y su oración.

Sobre todo, cuando toda la comunidad durante la Misa pronunció el Domine, non sum dignus: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme” (cfr. Mt 8, 8). Aquellas palabras me tocaron. Senti una voz en mi interior que me decía: ‘Te amo y hay un lugar para ti en esta iglesia, en esta asamblea, sea cual sea tu vida, te veas como te veas, ¡yo te amo!’ Me puse a llorar, como si algo se hubiese derrumbado en mí, aunque en ese momento no comprendía nada.

Y simplemente tengo una gran alegría en mi corazón. Y, a partir de entonces, volví a misa con regularidad. Desde esa fecha no he faltado a las misas de los domingos. Y también empiezo a leer la Biblia. Y yo tenía una imagen de Dios que era un Dios vengativo, un Dios duro, un Dios que señala con el dedo, un Dios moral, quizás también ligado a mi historia, a mi forma de percibir la autoridad, tal vez a mi padre.

Y leyendo mi Biblia, de repente descubro, en el Antiguo Testamento, a un Dios amoroso. Porque para mí concepción, en ese momento, es que el Dios del Antiguo Testamento era duro, había provocado el diluvio, juzgaba expulsa a Adán y Eva del Paraíso pero les viste con túnicas de piel (Gén 3, 21), que castiga a Caín pero le protege de quien pretenda hacerle daño (Gén 4, 15)…. Y luego estaba Jesús, que era bastante amable. Y allí, de repente, descubro que este Dios del Antiguo Testamento es un Dios. Y todo el mensaje del amor de Jesús ya está en el Antiguo Testamento. Sólo hay que leerlo, hay que verlo, hay que descubrirlo.

El Señor me concedió comprender ese amor. Antes, solo los salmos me llegaban al fondo. Ahora, toda la Palabra de Dios adquirió una gran importancia en mi vida.

Y también, en ese momento, tuve la oportunidad de conocer gente de mi parroquia: había una pequeña fraternidad que surgió espontáneamente, nos acogíamos en nuestras casas donde charlábamos y debatíamos. Así pude hablar con otros sobre mi fe, me aconsejaron leer libros, tal o cual pasaje de la Biblia… Fui avanzando.

Uno de los frutos es que pude reconciliarme con mis padres, aunque nunca habíamos roto del todo. Eso me permite estar ahora con ellos para acompañarles en su vejez. A pesar de nuestras limitaciones, suyas y mías, hemos reconstruido una relación de amor.

Este Dios que conocí es amor, es un Dios de amor, un Dios que me ama profundamente y me llama a seguirle y a amarle, con mis pobres medios, como Él nos ama a nosotros.

Thierry

El video del testimonio de Thierry en francés


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