Tim Guénard: El odio por su infancia le hizo un campeón del boxeo; Dios le devolvió a la vida

Abandonado por su madre a los tres años, su padre le rompió 55 huesos, violado a los 15 años, fue vagabundo y ejerció la prostitución. Campeón nacional de boxeo vivía para matar a su padre, pero su odio se transformó en amor al tener un encuentro personal con el Señor a través de un vagabundo. Mira su testimonio en vídeo y léelo en texto
6 de junio de 2010.-Tim Guénard fue abandonado a los tres años por su madre, que lo ató a un poste eléctrico. Su vida estuvo después marcada por los malos tratos paternos, y las idas y venidas de una casa de acogida a otra. Ya joven, vivió según la ley de la calle. Pagó un alto precio: fue violado. Sus tres sueños eran lograr salir del correccional, convertirse en jefe de banda y matar a su padre. Se convirtió en un ser insensible al dolor, y en un exitoso boxeador. Pero el mayor de sus triunfos fue descubrir al Big Boss (Gran Jefe), como él llama a Dios. Publicamos su testimonio.



El peor recuerdo de su infancia es haber estado tres años en la cama de un hospital por culpa de los golpes que le dió su padre. «Cuando bebía, no sabía lo que hacía y me pegaba sin darse cuenta. Lo que más me dolió es que durante ese tiempo de convalecencia, nunca tuve una visita.» Un día en el hospital, vio que a su compañero de habitación se le cayó el envoltorio de uno de los regalos que recibió. Tim cogió ese papel y lo escondió. Cuenta en su libro que, a pesar de su situación, este simple papel le ayudó a salir adelante:
«El papel tenía el dibujo de un tren con vagones llenos de juguetes y un oso de peluche que movía su brazo. Lo escondí en los baños del final del pasillo y todos los días me arrastraba hasta allá (no podía andar) para ver mi papel a escondidas; me daba la impresión de que el osito me decía “¡Hola Tim!” y que me daba las buenas noches al final del día. Para mí era la única visita (esto demuestra que lo que desechan los demás puede ser importante para otros). Ese papel me dio un poco de calor y suscitó en mí el deseo de volver a caminar. Gracias a ese esfuerzo para ver mi papel de regalo, aprendí a andar nuevamente.»

