Valentí Puig, escritor: «Elegir entre el bien y el mal es una prueba de libertad que Dios nos da»
14 de octubre de 2009.-Cuando murió Juan Pablo II, el director de ABC mandó a Valentí Puig a Roma, desde donde hizo unas crónicas espléndidas, nada que ver con la literatura de agencia y teletipo. Buena parte de aquellos trabajos pueden leerse en ‘La fe de nuestros padres’ (Ed. Península), su libro. La fe de nuestros padres es también una defensa de la Iglesia y la familia, una orden de alejamiento contra los relativistas de la moral y los matones del islam, de las mejores síntesis logradas entre catolicismo y alegría de vivir. El libro es esto y algo más, sobre todo algo más. Es la crónica de un regreso a la Casa del Padre.
(Gonzalo Altozano / Alba)-En su libro mezcla fe católica y alegría de vivir.
-Al lado de la dimensión trágica del catolicismo que exploró Pascal también son posibles el talante alegre de san Francisco o la panza llena de cerveza de Chesterton. El buen comer y el tomarse un buen whisky no están reñidos con la fe.
-Una actitud muy mediterránea.
-Sí, quizá tenga que purgarla de alguna manera.
-¿Qué más cosas no son incompatibles con la fe?
-La razón, por supuesto. Y la memoria. A lo largo del año, la liturgia nos conecta con las grandes historias de la Humanidad: el nacimiento de Jesús, la Pasión…; grandes historias que, a su vez, nos relacionan con nuestros recuerdos: la Navidad, la Semana Santa…
-Por cierto, ahora que se acerca la Navidad, ¿va a celebrarla comprando?
-Hacer regalos es una forma de mostrar el amor.Y qué mejor momento que la Navidad, con sus luces, sus canciones…
-Más cosas compatibles con la fe.
-La libertad. Estamos en el mundo para elegir entre el bien y el mal, y eso es una prueba de libertad que Dios nos da. Cuando después de haberte alejado de la fe vuelves a ella, te das cuenta de que ésta te hace ser más libre.
-Sin embargo, abandonó la Iglesia en busca de libertad.
-Eso creía yo, que era un gesto de rebeldía, cuando en realidad fue un acto conformista con lecturas, con ambientes descreídos en los que me movía.
-Así que le mereció la pena irse para volver.
-Volví con las ideas más sopesadas, más maduro.
-Se alejó de la fe con Pablo VI y volvió con Juan Pablo II. ¿Es de los que dice “soy de este Papa, pero no de ese otro”?
-Es normal tener preferencias, pero si uno es miembro de ese rebaño variopinto y multitudinario que es la Iglesia, no puede dedicarse a elegir: que si soy de Ratzinger pero no de Juan XXIII, que si me gustan los órganos pero no las guitarras…
-Entonces, ¿el católico está obligado a asumir dos mil años de Historia?
-Sí, en paquete, con lo bueno y lo nefasto. En eso consiste parte de la sabiduría de la Iglesia.
-No le pido que elija entre la misa en lengua vernácula y en latín, pero ¿qué le ha parecido el motu proprio del Papa?
-Me ha complacido mucho.
-¿Por qué?
-Porque recupera la belleza del latín -que contribuyó a la universalidad de la Iglesia- sin obligar a nada a los creyentes.
-¿Qué destacaría de Ratzinger?
-Su inteligencia.Va a sonar poco ortodoxo, pero es tan extraordinaria que no alcanzamos a comprenderla.
-¿Y de Juan Pablo II? ¿Qué le identificó con él?
-Su lucha a favor de la libertad y contra el comunismo. Cuando salió elegido, pensé que hacía tiempo que ningún Papa agarraba con manos tan enérgicas la baranda del balcón.
-En su libro habla de fe y de padres. Cuenta que la tumba de los suyos es lo primero que visita nada más aterrizar en Palma. ¿Qué les pide?
-Que no me olviden, que se acuerden de mí.
-¿Lo hacen?
-Intervienen continuamente en mi vida a través del sueño.
-¿Se acuerda usted de ellos?
-Cada día más. Fui un adolescente turbulento, rebelde, y a veces me arrepiento de haberles dado una mala respuesta, de no haber seguido sus consejos, generalmente acertados.
-En su libro también dice que el Padrenuestro no se puede rezar de cualquier manera.
-Hay que hacerlo despacio, pensando cada frase, y vuelta a empezar si te saltas una. Es, con el Sermón de la Montaña, una de las piezas más perfectas no ya de la religión, sino de la literatura.
-Tiene su parte difícil, ¿no cree?
-Sí, la de perdonar a los enemigos, cuando lo que nos gustaría es ver pasar su cadáver por delante de la puerta de nuestra casa.