Dos años de Estado Islámico en Mosul y Nínive: La tierra evangelizada por el apóstol Tomás, sin cristianos

Taha Juma’a, refugiado iraquí, cuenta cómo murió su hija pequeña en este campo por una picadura de escorpión: «Llevo conmigo esta medicina en el bolsillo. Fui a pedirla. Me dieron un sedante porque el médico me lo recetó. Les dije que no duermo nada porque mi hija murió en mis brazos y no hago más que llorar. Por la noche tengo pesadillas”

10 de agosto de 2016.- (13 TV  / Camino católico)  En el verano de 2014 volvió a desatarse en Irak un infierno. Por desgracia, la situación ha cambiado poco y el Estado Islámico (Daesh) continua ocupando gran parte del territorio iraquí asesinando y secuestrando a cientos de personas a su paso. Hace apenas unos días mató a varios desplazados internos y secuestró a más de 3000 en el norte del país. 

Hace dos años escaparon así miles de cristianos y yazidíes de la ciudad de Mosul y de la Llanura del Nínive. O se convertían al Islam o pagaban un impuesto. La alternativa era la muerte. Por eso, unas 120.000 personas tuvieron que marcharse en cuestión de horas hacia el Kurdistán iraquí, en el norte.

Aún no han regresado a sus casas porque no se ha podido expulsar a los radicales. Aunque el ejército iraquí consiguió liberar ciudades como Ramadi o Faluya. Durante la ofensiva tuvieron que escapar de esta ciudad más de 80.000 personas que ahora viven en campos de refugiados soportando temperaturas de hasta 50 grados.

Taha Juma’a, refugiado iraquí, cuenta cómo murió su hija pequeña en este campo por una picadura de escorpión: «Tengo pesadillas, tengo muchas pesadillas. Llevo conmigo esta medicina en el bolsillo. Fui a pedirla. Me dieron un sedante porque el médico me lo recetó. Les dije que no duermo nada porque mi hija murió en mis brazos y no hago más que llorar. Por la noche tengo pesadillas”.

Mientras liberan estas ciudades, el ejército también ha hallado más de 50 fosas comunes con decenas de cadáveres. 

La ONU, el Congreso de Estados Unidos y el Reino Unido ya han calificado como «genocidio” lo que está sucediendo con las minorías religiosas en Irak.

Pero aún no ha terminado. Unas 3.200 mujeres yazidíes continúan esclavizadas por los terroristas que las venden y las compran como si fueran mercancía. Lo prueban documentos como éste en el que se detalla la lista de precios de mujeres desde un año de edad hasta los 50. También este vídeo del teléfono de uno de los miembros de Daesh en el que presumen del número de mujeres yazidíes que han comprado.

No solo están acabando con miles de vidas sino también con un patrimonio histórico y cultural incalculable. Han destruido iglesias y monumentos únicos que nos remontan a las profundas raíces cristianas de Irak, la tierra evangelizada por el apóstol Tomas en el siglo I después de Cristo.

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