Fausto Marín, diácono, recuerda a su hermano fallecido en los atentados del 11M: «Me doy cuenta que la presencia del Señor ha sido muy importante en nuestras vidas»

* «Poniéndolo todo en las manos de Cristo, hemos podido vivir nuestra vida como una familia normal, es decir, como personas que se enfrentan a un dolor tan grande como es la pérdida de un hermano, de un hijo… Es muy traumático. La paz que nos da Dios para poder llevar esto nos hace que esté presente en nuestra vida. Somos seres humanos, y no es que te cree dudas de fe, sino que puedes tener sentimientos de rabia, de impotencia al ver que te falta un ser querido. Pero creo que Dios nunca te abandona, sino que te acompaña»

Camino Católico.- «Hace 20 años, mi hermano Vicente falleció en los terribles atentados del 11 de marzo. Cuando echo la vista atrás y recuerdo ese día, me doy cuenta que la presencia del Señor ha sido muy importante en nuestras vidas; ha sido la gasolina que nos ha ido dando cada día el alimento necesario», afirma Fausto Marín, diácono permanente de la diócesis de Madrid, en declaraciones a la diócesis. Su padre también se llama Fausto Marín, tiene 86 años, y hace seis que es sacerdote, después de morir su esposa. Precisamente, Fausto hijo recuerda lo que en aquellos días del atentado dijo su progenitor, cuando los médicos le ofrecieron tomar alguna pastilla por la ansiedad que tenía: «La pastilla más importante es haber tomado el Cuerpo de Cristo. Esto siempre ha estado presente en nuestras vidas»

Asimismo, Fausto explica que «poniéndolo todo en las manos de Cristo, hemos podido vivir nuestra vida como una familia normal, es decir, como personas que se enfrentan a un dolor tan grande como es la pérdida de un hermano, de un hijo… Es muy traumático».

A la derecha Fausto Marín, diácono permanente de la diócesis de Madrid, junto a su padre Fausto, que desde hace 6 años es sacerdote. La familia tuvo que afrontar la muerte de Vicente, uno de los hijos, en los atentados del 11M

La fe es esencial

Vicente Marín falleció cuando tenía 37 años, asesinado en los atondados del 11M

Vicente se había casado dos años antes del terrible atentado, como recuerda su hermano, «estaba iniciando su vida matrimonial». En ocasiones, «bromeaba y decía que el Señor le llamaría joven». Asimismo, Fausto recuerda que a Vicente le marcó muchísimo la muerte de su tío Juanjo; también había fallecido joven y unos años antes que él. «Mi hermano tenía una foto con él y detrás de ella había escrito: Nos encontraremos pronto», cuenta Fausto Marín.

«Para nosotros la fe es esencial», y como decía la madre de la familia, un modo de vivirla con esperanza. «Ella solía decirnos que el único temor que puedo tener es encontrarme con mi hijo; y eso no es ningún temor». Cuando falleció la madre de Fausto, su padre entregó su vida al sacerdocio y a la Iglesia: «Él también dice muchas veces que el encuentro que tendrá, cuando el Señor quiera, será con su mujer y con su hijo Vicente». Ese giro en la vida de su padre no sorprendió en la familia. Fausto Marín, padre de Vicente, se había ido a unos ejercicios espirituales tras morir su mujer. «Mi madre le dijo un día que si ella faltaba que se diera a la Iglesia. A nosotros, gracias a Dios, la Iglesia nos ha acompañado y ha estado con nosotros en todos los momentos». En estos días la familia intenta evitar que rememore tanto dolor y cuidar por su salud considerando sus 86 años.

Después de 20 años, Fausto remarca que «el dolor al que te enfrentas, es una cicatriz en tu alma que te acompaña el resto de tu vida, pero la alegría de ser cristiano es la que te ayuda y la que te sostiene para poder enfrentarte todos los días a las circunstancias que se van presentando en la vida». En este sentido, Fausto explica que «Dios nos regala la fe. Tenemos que tener los oídos abiertos y poner nuestra vida en las manos del Señor. Si hacemos realmente ese ejercicio, los dolores seguirán siéndolo, pero serán más llevaderos».

«En un mundo en el que las ansiedades, las dificultades y las preocupaciones parecen que nos invaden, tenemos que poner la fe en el centro de nuestra vida. La fe es la que nos va a sostener siempre». No olvidemos que «el tiempo que estamos aquí, es un regalo del Señor».

La vida de Fausto y de su familia, después de 20 años, ha cambiado bastante. «Me casé con mi novia que me acompañaba cuando estaba buscando a mi hermano y Dios nos ha bendecido con tres regalos: Vicente (como mi hermano), María y Fausto». Fausto también ha querido recordar las víctimas inocentes que fallecieron en ese 11M: «Cuántas vidas rotas, cuántos planes paralizados, como los que tenía mi hermano Vicente, entre los que se encontraban el formar una familia, seguir animando a su Atlético de Madrid, escuchar las canciones de Sabina, etc. Hoy y siempre le recordaré como él era, una sonrisa en mi corazón».

Fausto Marín, diácono permanente de la diócesis de Madrid, observa como el Cardenal Carlos Osoro ordena sacerdote a su padre Fausto con 80 años

El perdón y el dolor

A Fausto Marín hijo le preguntan en el diario La Razón:   ¿Cómo es tener un padre sacerdote? Es dos veces padre… «Sí, es como doblemente padre. Él está más mayor, pero, mientras él ha podido y contaba con una condición física buena, ha estado ejerciendo su sacerdocio de un modo pleno. De hecho, él se dedica sobre todo a confesar y para nosotros es una gracia de Dios tener un padre sacerdote. Fue el propio cardenal, Carlos Osoro quien lo ordenó». «Entonces, mi padre era diácono permanente, como yo», apunta.

¿Y si alguno de los asesinos de su hijo le pidiera la administración del perdón? ¿Cree que le costaría darlo? «Ninguna duda. Él tiene muy claro que sin dar el perdón no se puede vivir, no me cabe la menor de las dudas».

Fausto Marín, padre de Fausto, diacono permanente y de Vicente, es sacerdote y reconoció en su día el cuerpo de su hijo asesinado en los atentados del 11M

¿Habéis perdonado? «Al final, el no perdonar te hace mantenerte alerta, tener rencor, y una serie de sensaciones que no son buenas para la persona. También hay que pensar en las familias de esas personas que tampoco tenían culpa. Hay que tener un corazón grande. Jesús nos dijo que tuviéramos un corazón grande. Pero nunca puedes olvidar lo ocurrido porque tú eres quién eres por las experiencias de tu vida. Llevamos ya veinte 11-M. Los días once, siempre vamos a misa. El 11 por mi hermano, y también por mi madre, que murió un 11 de septiembre».

Cuando asesinaron a su hermano, ¿sintió que Dios les había abandonado? ¿Tuvo dudas? «No. Si Dios te abandona no te daría la capacidad para poder sobrellevar todas esas cosas. La paz que nos da Dios para poder llevar esto nos hace que esté presente en nuestra vida. Somos seres humanos, y no es que te cree dudas de fe, sino que puedes tener sentimientos de rabia, de impotencia al ver que te falta un ser querido. Pero creo que Dios nunca te abandona, sino que te acompaña».

El yihadismo ha fijado sus ataques contra el catolicismo, como ocurrió en Algeciras con el asesinato de un sacristán, pero él no teme. «Más que miedo, lo que recuerdo es a las familias, la soledad y la incomprensión» y le pide al Señor que «les dé fe para llevar esa cruz de la mejor manera», asegura Fausto (hijo).

Hace 20 años, Vicente Marín tenía 37 años y era consultor. Esa mañana había cogido el tren en la estación de Asamblea de Madrid para, al llegar a Atocha, ir dándose un paseo hasta llegar a las Torres de Valencia. Nunca llegó. La bomba que explotó en la estación de Atocha acabó con su vida, pero su familia lo afrontó con Dios para poder soportar el profundo dolor.


Síguenos en el canal de Camino Católico en WhatsApp para no perderte nada: https://whatsapp.com/channel/0029VaALj3W8KMqnAzY1r00O


Para entrar en el catálogo y en la tienda pincha en la imagen

Esta web utiliza cookies propias para su correcto funcionamiento. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad