Jess Lambert quería servir a Dios y estudió ingeniería para servirle construyendo infraestructuras en África, oró una novena a la Inmaculada y sintió la llamada a ser monja

* «Vivía en mi apartamento, tenía mis propios ingresos y podía tomar mis decisiones. Me encantaba. Pero mi corazón seguía echando algo en falta. No le disgustaba casarse y tener hijos, pero sentía que Dios le pedía algo más: Los millennials buscamos la autenticidad, buscamos una relación real, un objetivo real y un sentido a la vida… Recé y desde el primer momento me volví a Él y le dije, ‘Jesús, parece que quieres que sea religiosa, y si eso es lo que Tú quieres, eso es lo que yo quiero’. Desde ese momento desapareció cualquier sentimiento de pérdida de tiempo, de confusión o de duda»

Camino Católico.-  «Crecí sin ver más monjas que las de Sister act [Una monja de cuidado / Cambio de hábito] y Sonrisas y lágrimas [The sound of music / La novicia rebelde]. Y en Sonrisas y lágrimas ella ni siquiera acaba siendo monja», confiesa Jess Lambert, que lleva el hábito de las Franciscanas de la Eucaristía, la misma congregación a la que pertenece Stephanie Baliga, la corredora de maratones cuyo testimonio de vocación hemos publicado en Camino Católico.

Aunque Jess nació en una familia católica de Elmhurst (ciudad residencial en el oeste de Chicago), en casa nunca hablaron mucho de la fe y no estudió en un colegio de la Iglesia. Iban a misa, pero «como una cosa más de la lista de tareas del domingo». Con su abuela materna, que era muy religiosa, las cosas eran distintas, rezaban de vez en cuando juntas el rosario: «Ella me enseñó desde pequeña a tener amistad con Jesús«.

La hermana Jess siempre quiso servir a Dios, pero no sabía cómo. Pensó estudiar ingeniería en África para ayudar allí con la construcción de infraestructuras, pero al final lo hizo en la Universidad de Illinois: «La intención de servir a Dios con ello estaba ahí, pero no pensaba en ser monja como forma de servirle», confiesa en una entrevista en la CBS y lo explica C.L. en Religión en Libertad.

Nada más concluir los estudios encontró trabajo en una empresa que auditaba edificios para mejorar su eficiencia energética: «Vivía en mi apartamento, tenía mis propios ingresos y podía tomar mis decisiones. Me encantaba. Pero mi corazón seguía echando algo en falta«.

No le disgustaba casarse y tener hijos, pero sentía que Dios le pedía algo más: “Los millennials buscamos la autenticidad, buscamos una relación real, un objetivo real y un sentido a la vida», confiesa.

Ella decidió hacer esa búsqueda en oración. Al acercarse la festividad de la Inmaculada Concepción, prometió a la Virgen hacer la novena rezando una hora durante los nueve días previos para pedir alguna señal o inspiración que le aclarase cuál era Su voluntad para ella.

Al llegar la festividad, se sentía un poco decepcionada porque nada había sucedido que le clarificase las cosas. El noveno día, rezando en una capilla donde estaba a oscuras y sola, inclinada en oración de rodillas y con las manos en la cara, levantó la vista hacia un cuadro de la Última Cena que había tras el altar: «Jesús tenía el pan en las manos, pero a mí se me pareció a otro cuadro que vi en Instagram, y era como si en las manos lo que tuviese fuera una corona de rosas sobre un velo«. Recordó enseguida dónde había visto aquello antes: en una profesión de votos a la que había asistido en Nueva York.

Jess lo entendió como la señal que había pedido: «Desde el primer momento me volví a Él y le dije, ‘Jesús, parece que quieres que sea religiosa, y si eso es lo que Tú quieres, eso es lo que yo quiero’. Desde ese momento desapareció cualquier sentimiento de pérdida de tiempo, de confusión o de duda». Empezó a vivir un «sentimiento de paz que fue creciendo hasta ser también un sentimiento de alegría».

«Dios nos creó para que Le sirvamos y amemos y nos posibilitó hacerlo a través de su HIjo», añade, «por eso animo a todos a arriesgarse a amar a Jesús«.

Enfundada de arriba abajo en su hábito marrón, el periodista de la CBS le pregunta si no se siente anticuada: «Alguna vez me lo han llamado, pero no creo que sea apropiado. ¡Sigo siendo una hipster!«, bromea.

Las Franciscanas de la Eucaristía son una congregación nacida en el siglo XXI y con un buen número de vocaciones jóvenes

Sor Jess hizo los votos definitivos este otoño en la pequeña y joven congregación de las Franciscanas de la Eucaristía de Chicago, fundados por el padre Bob Lombardo en 2005 a petición del cardenal arzobispo Francis George, quien los erigió canónicamente en 2010. Su finalidad es servir a los más pobres en sus necesidades materiales  y también enseñar religión en los colegios de las zonas más desfavorecidas: «Se trata de responder a la llamada de Dios todos los días con nuestras buenas acciones, y de amarle amando a los demás«, concluye.

Stephanie Baliga, monja que evangeliza mientras corre maratones en 2 horas 53 minutos, descubrió su vocación en una grave lesión y ahora sirve a los pobres

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