La curación milagrosa de Verónica Stoberg, que iba a morir, lleva a los altares a Faustino Míguez, fundador de las calasancias

«Desde que pude despertar de mi enfermedad me he ido dando cuenta de la grandeza de Dios. Cada vez que recuerdo me emociono mucho. Cuando tuve esta enfermedad estaba esperando mi cuarto hijo, Sebastián, que, gracias a Dios está bien ahora, es feliz y ya está comenzando en el colegio. Yo doy gracias a Dios cada día por la maravilla que hizo en mí, en mi familia y en toda la gente que me conoció. De repente somos personas tan desabridas con Dios, no le demostramos amor y Él se vale de cosas tan grandes como ésta”

25 de diciembre de 2016.- (P.J.G. Religión en Libertad  Camino Católico)  El 13 de septiembre de 2003, un padre y sus tres hijas estaban rezando intensamente en la capilla de su colegioel Divina Pastora de la Florida (www.cdplf.cl, cerca de Santiago de Chile). En el hospital, la mamá de esta familia estaba muriéndose, tras un cesárea, y los médicos parecían incapaces de ayudarla. Ya iban a retirarle todo tratamiento. 

En esta oración la familia Núñez Stoberg pidió la intercesión celestial del beato Faustino Mínguez, el fundador de las calasancias de la Divina Pastora, la congregación del colegio. La imagen de este sacerdote español que murió con 94 años en 1925 estaba allí, en la capilla. Y Verónica Stoberg, la mujer de Pedro Núñez, se recuperó inexplicablemente en pocas horas. Semanas después no le quedaba ninguna secuela.

Todo sucedió ante los ojos y el control atónito de médicos del siglo XXI en un hospital de Chile, el país con mejores índices de salud maternal y perinatal del continente americano (exceptuando a Canadá). 

Lo cuenta un testigo

Testigo de todo esto fue la Madre Patricia Olivares Arévalo, que estaba en el colegio de las calasancias en La Florida y hoy es directora titular en el que tienen en Nuñoa. 

“Cuando ya no había nada más que hacer y la iban a desentubar, el marido dijo que lo único que le quedaba era volverse a Dios. Entonces él fue a nuestro colegio, pidió la capilla, entró con sus hijos; yo entré con ellos y me quedé unas bancas más atrás y les dije que íbamos a interceder ante nuestro fundador, el Padre Faustino. Verónica no coagulaba nada y en la tarde ya estaba coagulando. Quienes hemos vivido este proceso pensamos que es un tremendo milagro, por intercesión del Padre Faustino”, explicó a la prensa chilena en 2009. 

Los síntomas, contundentes

El drama había empezado el 10 de septiembre de 2003. Verónica Stobert estaba en su semana de embarazo número 36, embarazada del pequeño Sebastián. Por la tarde sintió un fuerte dolor abdominal, presión alta y momentos de pérdida de conciencia. Pensaba que podía ser un parto prematuro. 

Pero en el hospital le diagnosticaron preclampsia y le practicaron una cesárea de emergencia. En las horas siguientes, presentó un cuadro de estallido hepático con una grave hemorragia que no se podía controlar. Su sangre no coagulaba. Tenía insuficiencia renal, insuficiencia hepática, problemas neurológicos y fallo multiorgánico. A los tres días los médicos estaban convencidos de que iba a morir y no podían hacer nada por ella. Su curación no se explica por causas médicas. 

Este es el milagro que ahora, en diciembre de 2016, la Iglesia, con la firma del Papa Francisco, considera que obró Dios por intercesión del beato Faustino Mínguez en 2003. Este milagro permite canonizarlo y declararlo santo de la Iglesia universal. 

Los sentimientos de una madre agradecida

En 2009, cuando se cerraba el proceso diocesano sobre el milagro, Verónica Stobert explicó a la prensa sus sentimientos, mirando a su hijo de cinco años, que hoy tiene ya once. 

«Desde que pude despertar de mi enfermedad me he ido dando cuenta de la grandeza de Dios. Cada vez que recuerdo me emociono mucho. Cuando tuve esta enfermedad estaba esperando mi cuarto hijo, Sebastián, que, gracias a Dios está bien ahora, es feliz y ya está comenzando en el colegio. Yo doy gracias a Dios cada día por la maravilla que hizo en mí, en mi familia y en toda la gente que me conoció. De repente somos personas tan desabridas con Dios, no le demostramos amor y Él se vale de cosas tan grandes como ésta”.

Un apasionado de la juventud y la medicina

El padre Manuel Míguez nació en Xamirás, una aldea de Acevedo del Río, Celanova, en la provincia de Orense, España, el 24 de marzo de 1831. Fue el cuarto hijo de una familia cristiana y creció en un ambiente de fe y solidaridad con los necesitados.

A los 16 años empezó sus estudios para ser sacerdote en la espiritualidad de San José de Calasanz, el santo español del siglo XVI que abría escuelas para niños pobres en una época que nadie lo hacía. 

En 1850 ingresó al Noviciado de las Escuelas Pías de San Fernando, en Madrid, y tomó el hábito escolapio con el nombre de Faustino de la Encarnación. Luego de su ordenación sacerdotal en 1855, fue enviado a Cuba donde se dedicó a la formación de maestros y luego regresó a España donde continuó dedicándose a la educación. 

Destacó como profesor de ciencias naturales mientras trabajaba con los niños y jóvenes más pobres y necesitados. En Cuba quiso estudiar cómo la población local usaba diversas plantas con fines terapéuticos e hizo investigaciones con estas plantas que luego continuaría en el laboratorio en España. 

Sus hijas sirven hoy en 9 países

Fundó la Congregación de Hijas de la Divina Pastora (www.institutocalasancio.es) en 1885. Hoy sus religiosas tienen presencia en España, India, Camerún, Chile, Argentina, Uruguay, Colombia, Ecuador y Nicaragua.

En 1888 Faustino Míguez volvió a Getafe, donde pasó los últimos 37 años de su vida. Fue también bibliotecario del Real Monasterio de El Escorial, donde continuó sus investigaciones sobre botánica médica. Falleció a los 94 años, el 8 de marzo de 1925 y fue beatificado el 25 de octubre de 1998 por el Papa Juan Pablo II.

Milagros en las maternidades del siglo XXI

Los hospitales del siglo XXI son testigos cualificados y atónitos de casos asombrosos en las maternidades que llevan a los altares a distintos santos en la era de la tecnología prenatal y las ecografías. 

Begoña León, en Madrid, el 25 de diciembre del año 2000, día de Navidad, también ingresó de urgencias en el hospital Gregorio Marañón para una cesárea, con eclampsia, el corazón al límite, fallo hepático, hemorragias internas y el infrecuente «Síndrome de Hellp». La oración de una amiga y de los monjes de la Trapa de Dueñas al Hermano Rafael Arnáiz lograron el milagro y la canonización del santo. 

En febrero del año 2000, guardaba reposo en Brasil otra embarazada, Elisabete Comparini, que había perdido completamente el líquido amniótico. Había médicos que le proponían abortar para evitar una infección. La visitó el obispo de Franca (Brasil), que la había casado. Le habló de la beata Gianna Beretta y oraron pidiendo su intercesión. Después de 16 semanas sin líquido amniótico su hija nació sana, a la semana 32 de gestación. Este milagro sirvió para beatificar a Gianna Beretta (ella misma una doctora que entregó su vida en un embarazo). 

También los padres de Santa Teresita de Lisieux, Louis y Zelie Guérin, fueron beatificados gracias a un milagro con bebé en pleno siglo XXI. Fue en 2002, en Milán: el recién nacido Pietro Schiliro no podía respirar ni podría hacerlo nunca por sus pulmones deformados. Cuando cumplió una semana fue bautizado de urgencia. Ese día, el sacerdote carmelita Antonio Sangalli recomendó a los padres de Pietro rezar una novena a los padres de Santa Teresa, con amigos y conocidos. Muchos se sumaron a la oración… y a partir del 29 de junio el niño mejoró. El 27 de julio estaba en casa. La beatificación conjunta se celebró el 19 de octubre de 2008 en Lisieux, con la presencia de Benedicto XVI.

Otro caso es el que permitió canonizar por primera vez a un obispo mexicano: San Rafael Guízar. Su intercesión desde el Cielo en 2002 curó al hijo de Valentina Santiago y Enrique Barroso, de Xalapa. A los 7 meses de embarazo, los médicos dieron la noticia a Valentina: el niño nacería con labio leporino y paladar hendido. «Nunca nos cansamos de pasar a la tumba de Rafael Guizar en la catedral», explicó luego Valentina, cuya familia tenía devoción por el obispo. El 2 de marzo de 2002, su vástago nació completamente sano para sorpresa de los médicos. Luego el postulador de la causa «nos pidió las pruebas, los dos ultrasonidos y un video, preguntó al radiólogo del ultrasonido y se basó en eso para comenzar a investigar más». El obispo Rafael Guízar fue canonizado el 15 de octubre del 2006.   

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