Rafael Jiménez y Miguel Ángel Calleja, jubilados, y Miguel Ángel Bueno, funcionario de prisiones, llamados por el Señor a ser sacerdotes en Oviedo

* Miguel Ángel Bueno, 41 años, es de Oviedo y funcionario en la Prisión de Martutene hasta hace dos meses: «Y una vez que tenía mi puesto asegurado, mi calidad de vida, mis posibilidades de promocionar, de tener una chica, crear mi familia…, entonces vi que el Señor me seguía llamando: No es ahí donde te quiero. Y pensé que había llegado la hora de decir que sí»

* Rafael Jiménez, 60 años, profesor de dibujo en un instituto hasta entrar este curso en el seminario: “Dios me pide que, en lugar de enseñar dibujo, enseñe Evangelio, que sea un humilde testigo suyo. Y desde el principio le dije que sí: que sí a lo que Él quisiera y como Él quisiera”

* Miguel Ángel Calleja, 61 años, es ya veterano en el Seminario. Sintió la llamada al sacerdocio con 25 años, pero entonces era el cabeza de familia; ésta dependía de su trabajo para mantenerse y tuvo que seguir al pie del cañón. la empresa le propuso la jubilación, dijo: “¿Dónde hay que firmar?, que marcho, no de vacaciones, sino para entrar en el Seminario”

10 de diciembre de 2012.- (A. Llamas Palacios / Alfa y OmegaCamino CatólicoEn el Seminario de Oviedo,  Rafael Jiménez y Miguel Ángel Calleja,  jubilados, y Miguel Ángel Bueno, funcionario de prisiones, de 41 años, se preparan para ser sacerdotes -los tres de izquierda a derecha en la imagen superior. Sus circunstancias no son las más habituales, pero sienten que, después de una vida profesional y todo un abanico de posibilidades a su alcance, el Señor los llama y es el momento de dejarlo todo y seguirle a Él.

El Seminario de Oviedo tiene este curso quince jóvenes, más dos diáconos, realizando un itinerario de discernimiento y preparación al sacerdocio. Pero algunos suben la edad media, y en las fotos de grupo quizá podría confundírseles con profesores. Pero no, son seminaristas, aunque uno tenga más de cuarenta años y dejara su puesto de trabajo de funcionario de prisiones, y otros dos más de sesenta, prejubilados de sus trabajos para poder entrar en el Seminario.

Miguel Ángel Bueno: “Yo lo que quiero es entregarme al Señor, hacer su voluntad, no vivir mi vida, sino amarle y no amarme yo”

Miguel Ángel Bueno tiene 41 años, es de Oviedo y trabajaba, hasta hace un par de meses, como funcionario en la Prisión de Martutene. Recuerda que, cuando tenía 15 años, ya le había dicho al párroco que le llamaba el Señor al sacerdocio, pero «siempre tienes resistencias personales». La vida fue pasando, los años también, y estudió Magisterio en Oviedo, y después Historia del Arte.

«El Señor, mientras tanto-cuenta Miguel-, siempre me llamaba, y me intentaba sacar de mi vida rutinaria. Pero yo seguía formándome. Me especialicé en Museografía, en Madrid, y a la vuelta a Asturias, a raíz de un parón que tuve por culpa de una operación de hombro, fue cuando reflexioné: Si el Señor me llama, ¿por qué no voy a apostar por Él? Sin embargo, no di el paso. Decidí apostar por sacarme unas oposiciones, las cuales conseguí en dos años. Y una vez que tenía mi puesto asegurado, mi calidad de vida, mis posibilidades de promocionar, de tener una chica, crear mi familia…, entonces vi que el Señor me seguía llamando: No es ahí donde te quiero. Y pensé que había llegado la hora de decir que sí».

La decisión causó una fuerte impresión en su familia y sus amigos, aunque, al mismo tiempo, muchos se olían algo: «Creo que, cuando uno está a punto de decirle que sí al Señor, no pasa desapercibido, se transmite por los sentidos y los demás lo ven. La gente veía en mí que tenía una alegría diferente. A veces, me decían que parecía que no me afectaban las cosas; entonces yo les decía que quizá era porque comulgaba todas las mañanas. Cuando comuniqué mi decisión, no les pareció raro. Muchos me dijeron: Miguel, lo tienes todo, un mundo por delante lleno de satisfacciones, de poder hacer mil cosas y hacer aquí en la prisión una labor humanitaria inmensa si quisieras. Pero yo les tenía que contestar: Yo lo que quiero es entregarme al Señor, hacer su voluntad, no vivir mi vida, sino amarle y no amarme yo. Últimamente, recibo llamadas de gente que ni recuerdo que conocía, y me dicen que adelante, y que rece por ellos».

Rafael Jiménez: “Hoy, soy muy feliz en el Seminario, aunque llevo muy poco tiempo. Sólo quiero hacer la voluntad de Dios sirviendo a los demás”

La vida de Rafael Jiménez, de sesenta años, ha transcurrido siempre entre jóvenes. Ha dedicado su vida a ser profesor de dibujo en un Instituto. Primero, en Vallecas (Madrid); después, durante 19 años, en Noreña, un pueblo asturiano.

Rafael se prejubiló tan sólo unos días antes de comenzar el curso en el Seminario, «con la sensación de no haber empezado a trabajar todavía. Porque en la enseñanza he sido la persona más feliz del mundo, y eso que me he dedicado 31 años a ella. En realidad, yo hubiera seguido muy feliz en la enseñanza y sin jubilarme, si fuera posible. Lo que pasa es que, de alguna manera, he visto que Dios me pide que, en lugar de enseñar dibujo, enseñe Evangelio, que sea un humilde testigo suyo. Y desde el principio le dije que sí: que sí a lo que Él quisiera y como Él quisiera. Cuando lo expliqué en el Instituto, la reacción de los profesores fue de gran cariño y respeto. Pero lo mejor fueron los alumnos. Ellos y yo siempre nos hemos llevado muy bien, con mucha confianza y respeto. Pensé que tenía que explicarles personalmente mis motivos, y así lo hice, grupo por grupo. Al principio, se quedaron mudos. Pero en seguida reaccionaron y me comenzaron a pedir en masa el correo electrónico, el teléfono… Hoy, soy muy feliz en el Seminario, aunque llevo muy poco tiempo. Sólo quiero hacer la voluntad de Dios sirviendo a los demás. Sé que lo que me está pasando es inmerecido por completo, y eso no me asusta nada, más bien me llena de gran agradecimiento a Dios».

Miguel Ángel Calleja: “Soy el hombre más feliz y ésta es la etapa más feliz de mi vida, en el Seminario. Antes también lo era, pero ahora lo soy plenamente”

Miguel Ángel Calleja, con 61 años, es ya veterano en el Seminario. Mientras que Rafael y Miguel se han incorporado este curso, para Miguel Ángel éste es el tercero. Él sintió la llamada al sacerdocio con 25 años, pero entonces era el cabeza de familia; ésta dependía de su trabajo para mantenerse y tuvo que seguir al pie del cañón. Durante toda su trayectoria profesional, aplacó su sed de entregarse al Señor dedicándose en su tiempo libre a las labores pastorales en la parroquia, y participando activamente en el movimiento de Cursillos de Cristiandad.

Las suyas no son circunstancias muy habituales, pero Miguel Ángel está satisfecho con la vida que ha llevado: «Ahora, viéndolo con distancia, no me arrepiento de la vida que he llevado primero, porque también fue un servicio al mundo. Eran otras circunstancias y otro contexto, pero si tuviera que reflejar la felicidad que tengo ahora, podría decir que soy el hombre más feliz y ésta es la etapa más feliz de mi vida, en el Seminario. Antes también lo era, pero ahora lo soy plenamente. Claro que tuve momentos duros durante todos estos años, por no poder llevar a cabo mi auténtica vocación. Recuerdo que, al terminar de trabajar, todos los días, a las 3, abría la iglesia de mi pueblo (tenía la llave) y hacía un rato de oración. Alguna que otra bronca con el Señor tuve. Pero llegó el momento en que le dije: El Dueño de la vid eres Tú. Si crees que en este momento tengo que estar aquí, lo aceptaré, pues ésta es tu voluntad».

Una larga vida en la que por sus circunstancias siempre tuvo que trabajar mucho y muy duro. Pero Miguel Ángel nunca perdió la perspectiva del horizonte que se había marcado. En el momento en que la empresa le propuso la jubilación, dijo: «¿Dónde hay que firmar?, que marcho, no de vacaciones, sino para entrar en el Seminario. La noticia de que estaba admitido la supo durante la novena a la Virgen de Covadonga que se celebra anualmente en el santuario. «Bajé de allí dando gracias a Dios y a la Virgen por aquella Gracia que me había sido concedida».

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