Bosco Gutiérrez Cortina: «Es más fácil ser santo secuestrado que serlo como arquitecto»

* Este arquitecto mexicano estuvo retenido nueve meses y afrma "La oración es el arma más fuerte que podemos tener para mantener la estabilidad. El secuestro fue un tesoro de meditación y de introspección en el cual gané mucha intimidad con Dios" * "Un amigo me preguntó: “Bosco, ¿por qué rezabas tanto?”. Y le dije: “En esas circunstancias, no rezar es perder el tiempo”. Él me contestó: “No sólo en tu 11 de noviembre de 2009.-La mañana del 29 de agosto de 1990, este arquitecto mexicano fue secuestrado y privado de su libertad durante nueve meses por unos delincuentes que buscaban cobrar un cuantioso rescate. Después de casi 20 años de aquel suceso, rememora le acercó más a Dios. Recordar un episodio tan traumático como un secuestro no es fácil. Sin embargo, a Bosco Gutiérrez –arquitecto exitoso y padre de nueve hijos– parece no afectarle. Con gran serenidad, comienza a relatar con detalle cómo fueron y cómo influyeron en su vida esos nueve meses de cautiverio. Las dos primeras semanas de secuestro quiso morirse. Los secuestradores, viendo que la ‘mercancía’ se les averiaba, le ofrecieron un trago para celebrar el día de México. Pidió Chivas, en vaso alto, con hielo. Cuando se lo iba a llevar a los labios, oyó una voz -la de su conciecia o sea la de Dios- que le decía: “Ofrécemelo”. Lo hizo, a regañadientes, tirándolo por el desagüe. Pero después de echarse un rato, se levantó mejor. Y escribió: “Hoy vencí mi primera batalla. Soy libre porque puedo ofrecer lo que quiera. Hoy empiezo a vivir un poco en paz”. Esto, lo que sigue y más lo cuenta Gutiérrez en el documental Bosco: la historia de mi secuestro, puede verse en seis vídeos de su testimonio al final de esta entrevista. (Lourdes Téllez / Misión / Escuchar la Voz del Señor) -Cuéntenos cómo fue su secuestro… Ya en el coche me desnudaron y a partir de ese momento ya nunca más volvieron a decir una sola palabra. En el lugar de destino me llevaron a un cuarto de un metro por tres. – ¿Qué le pasaba por la cabeza en esos momentos? El cuartito al principio estaba muy sucio, el váter no tenía agua, olía mal. Me duchaba con una jicarita… Estuve cinco meses desnudo, aunque luego en diciembre me dieron unos calzoncillos y al final un chándal. Las paredes estaban forradas con plástico para aislarme acústicamente. Tenía una puerta, con una ventanita en la parte de arriba. Cuando se abría, aparecía un guardián con una capucha blanca. Él dialogaba conmigo así: yo hablaba y él me escribía. Durante los nueve meses que estuve ahí nunca oí una voz ni vi un rostro humano. Sólo grababan mi voz para mandar mensajes a mis hermanos. También me filmaban mientras leía las instrucciones que ellos querían comunicarles. – ¿Nunca pudo hablar con su familia? Ni ell – Con esas condiciones de aislamiento absoluto, ¿qué fue lo que lo mantuvo sereno y confiado? No siempre estuve sereno. Al principio tuve una depresión muy fuerte. Me interrogaron y tuve que contestar a preguntas muy personales: sobre mi esposa, mis hijos, a qué colegio iban, cómo se llamaban mis mascotas… Cuando terminó el interrogatorio me sentí un traidor y sufrí una depresión muy fuerte. – ¿Cómo se recuperó? Salí adelante con aquel episodio del whisky flush: un día mis secuestradores me ofrecieron una copa y pedí un whisky. Cuando lo tuve en la mano, lo tiré por el váter sin tomármelo, para hacer un sacrificio que me hiciera sentir bien conmigo mismo. Necesitaba hacer algo, y dentro de ese contexto tirar el whisky significaba un sacrificio de algo que tenía a mi alcance. Al lograrlo me di cuenta de que yo no era un muñeco. Empecé a buscar motivaciones: mi familia, mis amigos. Pensé en todo lo que mi familia estaría sufriendo. – ¿Cómo es su familia? Éramos 14 hermanos, ahora somos sólo 13. Era un regimiento de oración, junto a todos los círculos de amigos que iban creciendo. Me contaron que, mientras estaba secuestrado, había una odisea de oración que creo que fue lo que acarreó el buen final de todo esto. Estaba muy ocupado. Había un radiocasete con una grabación de una estación de radio de música tropical que automáticamente se rebobinaba y estaba puesta durante todo el día. Fue una mortificación que luego resultó ser mi única referencia del tiempo; no tenía noción de los días. Establecí que cada uno de los lados de ese casete eran de media hora y me dije: “Voy a vivir 16 horas de actividad permanente (que equivalían a 32 casetes)”. Aseo de la habitación, rezo del rosario por la mañana y por la noche, a las doce del día tenía mi “misa seca”, en donde imaginaba al sacerdote entrando y todo lo que podía estar sucediendo en la misa que en ese momento se estuviera celebrando en algún lugar del mundo. Meditar la misa era lo más importante del día… Leía por la mañana y por la noche. Yo dije: “Si me muero aquí, quiero morirme con mi espiritualidad”. Pedí libros de san Josemaría Escrivá de Balaguer y también una Biblia. – ¿Cuál fue el punto de inflexión durante su secuestro? Llegó Navidad. Los cité y les dije: “Señores, hoy es Navidad. No hay ni secuestradores ni secuestrado. Todos somos hijos de Dios y a las ocho de la noche vamos a rezar”. Se presentaron los cinco, vestidos con capuchas, batas blancas y guantes rojos de plástico, cruzados de brazos. Me encomendé al Espíritu Santo, recé, les platiqué lo que era la Navidad para mi familia y leí el Evangelio de San Lucas. Al terminar, cada uno fue pasando a darme la mano con un gesto de respeto y no de burla como hasta entonces. ¡Eso fue lo que me hizo ser feliz! – ¿Cambió su percepción del tiempo? – ¿Cómo finalizó el secuestro? – Hay quien se hubiera vuelto un maniático de la seguridad… Hay antecedentes en otros países que han sufrido lo mismo, como Colombia, Italia o Brasil. Ahí ha disminuido el número de secuestros. Todo depende del Gobierno, de que tome medidas estrictas, como la prohibición del pago de los secuestros y penas más fuertes contra los secuestradores. No soy experto, pero sí, tengo la esperanza de que algún día llegará la paz a mi país. La riqueza del espacio interior El vídeo-testimonio
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