Comentario del Evangelio del Domingo: Llamados a incendiar la tierra / Por P. José María Prats

“¿Pero qué dio Jesús a los hombres en su partida? El Espíritu Santo, derramado tras su muerte y resurrección. Así pues, los bienes que el viajero reparte a sus empleados al partir representan la vida divina que viene a habitar en nosotros por el don del Espíritu Santo. El talento… representa los dones sobrenaturales. Los empleados de la parábola somos nosotros que, por la fe y el bautismo, hemos recibido la gracia divina en mayor o menor medida según nuestra capacidad de acogerla y la misión que se nos ha encomendado”

XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, A

Evangelio: Mateo 25,14-30

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.

Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: «Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.» Su señor le dijo: «Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.»

Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: «Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.» Su señor le dijo: «Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.«

Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: «Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.» El señor le respondió: «Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.»»

Meditación

Este pasaje del evangelio de San Mateo se encuentra justo antes del relato de la Pasión del Señor, por lo que es muy evidente que el hombre de la parábola que se va de viaje representa a Jesús que retorna al Padre y que volverá «al cabo de mucho tiempo» para juzgar al mundo.

¿Pero qué dio Jesús a los hombres en su partida? El Espíritu Santo, derramado tras su muerte y resurrección. Así pues, los bienes que el viajero reparte a sus empleados al partir representan la vida divina que viene a habitar en nosotros por el don del Espíritu Santo. El hecho de que se les repartan talentos confirma esta interpretación. El denario, que era el salario de un día de trabajo de un jornalero, está a escala humana y representa, por tanto, los bienes naturales. El talento, en cambio, que equivalía a 6.000 denarios, está a una escala totalmente diferente y representa los dones sobrenaturales.

Los empleados de la parábola somos nosotros que, por la fe y el bautismo, hemos recibido la gracia divina en mayor o menor medida según nuestra capacidad de acogerla y la misión que se nos ha encomendado.

La parábola nos enseña que esta vida sobrenatural se nos ha dado para negociar con ella, es decir, para propagarla en el mundo. Y si no lo hacemos, se nos quitará. Pero, ¿qué quiere decir, negociar con ella?

La espiritualidad cristiana oriental recuerda con frecuencia que, por la fe y el bautismo, Dios ha encendido en lo profundo de nuestro corazón el fuego del Espíritu, que arde como una llamita escondida y casi imperceptible. A nosotros nos corresponde, por medio de la vida ascética, la oración y la meditación de la Palabra de Dios, hacer que esta llamita salga de lo profundo del corazón, abrase todo nuestro ser e irradie su luz sobre el mundo: esto es negociar con los talentos que Dios nos ha dado.

Como Él mismo nos dijo, Jesús ha venido al mundo «a prender fuego a la tierra» (Lc 12,49) y, para ello, nos ha entregado en el bautismo un cirio encendido a cada uno. No podemos dejar -como el empleado negligente y holgazán- que este cirio se nos consuma y apague entre las manos, pues se nos ha dado para incendiar con él la tierra.

Hoy en día, contemplando la descristianización y el auge del materialismo en nuestra sociedad tendemos a desanimarnos y a considerar este fenómeno como irreversible. Y esto nos pasa porque enterramos nuestros talentos y pretendemos luchar contra esta realidad con medios puramente humanos: nos empeñamos en comerciar con denarios cuando el Señor nos ha dado talentos.

Sería muy difícil cambiar la fisonomía de miles de hectáreas de bosque trabajando penosamente con hachas y sierras; en cambio, una chispa insignificante que consigue provocar un incendio, lo realiza en muy poco tiempo. Nosotros llevamos en el corazón esa chispa que tiene el poder para transformar el mundo. Dejemos, pues, de preocuparnos tanto por las hachas y las sierras y centremos nuestra atención y nuestro esfuerzo en hacer manar y en verter sobre el mundo el extraordinario poder que el Señor ha depositado en nuestro corazón.

Oración  

Qué bien sé yo la fonte que mana y corre,                                           aunque es de noche.

Aquella eterna fonte está escondida, qué bien sé yo do tiene su manida, aunque es de noche.  

Su origen no lo sé, pues no lo tiene, mas sé que todo origen de ella viene, aunque es de noche.  

Sé que no puede ser cosa tan bella       y que cielos y tierra beben de ella aunque es de noche.  

Bien sé que suelo en ella no se halla,    y que ninguno puede vadealla,   aunque es de noche.

Su claridad nunca es oscurecida,          y sé que toda luz de ella es venida, aunque es de noche.  

Sé ser tan caudalosos sus corrientes,     qué infiernos, cielos riegan, y las gentes,                                      aunque es de noche.

El corriente que nace de esta fuente,     bien sé que es tan capaz y omnipotente, aunque es de noche.  

El corriente que de estas dos procede  sé que ninguna de ellas le precede, aunque es de noche.  

Bien sé que tres en sola una agua viva   residen, y una de otra se deriva,  aunque es de noche.  

Aquella eterna fonte está escondida    en este vivo pan por darnos vida,   aunque es de noche.  

Aquí se está llamando a las criaturas,    y de esta agua se hartan, aunque a oscuras,                                     porque es de noche.  

   Aquesta viva fuente que deseo,               en este pan de vida yo la veo,       aunque es de noche.

 

(San Juan de la Cruz)

 

 

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