Lucas Blanes, 25 años, ha sido ordenado sacerdote: «Dios me llamó en la JMJ de Madrid, estuve 3 años huyendo de Él y en Medjugorje escuché la voz de Jesús que decía: Sígueme»

* «A pesar de no tener problemas en casa (salud, dinero, división, etc.),  viví una adolescencia un poco complicada, tratando de ser querido y queriendo ser feliz, y viendo que me faltaba algo. La tónica de mi vida hasta que entré al Seminario ha sido una sensación de vacío, de insatisfacción, casi de decepción con la vida. A pesar de ser deportista, de tener amigos, de sacar buenas notas, de no irme mal con las chicas, sentía que me faltaba algo. Y esa sensación de vacío y del famoso sin-sentido, a pesar de tener 17 años y sin grandes sufrimientos, se acentuó en el segundo curso de bachillerato. Nunca dejé la Iglesia, vivía en ella, pero no me sentía parte. Y tratando de llenar ese vacío, buscando esa plenitud, esa sensación de decir estoy haciendo algo grande con mi vida, fui a buscar la felicidad a dónde la da el mundo, a donde, por desgracia, van muchos jóvenes, por engaño. Y me seguía sintiendo vacío, más vacío aún. Todo era polvo, se esfumaba y buscaba algo que llenará mi interior»

Lucas Blanes cuenta el testimonio de su encuentro con Cristo Resucitado en junio de 2020 en este vídeo del Multifestival Laudato SI

* «Yo quería mi familia, mi trabajo normal, mi vida cómoda, asegurada, pero el Señor, desde la eternidad, no había pensado eso para mí. Pues, eso de la vocación no es sólo para curas y monjas; es la llamada concreta, la misión que Él tiene para ti mientras dura tu instancia -pasajera- en la tierra. Obviamente, Jesús cuenta con nuestra libertad y podemos decirle que no, pero de ello depende nuestra vida y cómo queremos vivirla. Esa noche grité al Señor y le dije sácame de aquí. Eso era en marzo y en septiembre entré al Seminario. Fueron meses muy intensos, en los que no viví un hecho extraordinario o un fenómeno sobrenatural, sino que el Señor me fue seduciendo poco a poco, fue calando en mí como un rocío, sin yo enterarme. Pero sí, hay que ponerse a tiro, y yo, como a la última, a la desesperada, lo hice. Y a través de personas, de encuentros con Él, me fue empujando»

Camino Católico.- Lucas Blanes tiene 25 años y fue ordenado sacerdote por el Cardenal Antonio Cañizares en la Catedral de Valencia, el domingo 20 de junio de este año 2021. El camino de conversión y vocación de Lucas ha sido un proceso que le ha llevado a entregar su vida a Cristo pero que ha pasado por distintas fases. Fue Con 18 años que aceptó la llamada de Dios a la vocación y entró en el Seminario Mayor de Valencia. “Es algo que nace de dentro, surge de tu corazón y dices ‘creo que así voy a ser feliz, creo que me voy a realizar en mi vida”, dice Lucas.

Su familia se sorprendió ante la noticia. Sus padres siempre lo habían visto en el futuro como padre de familia y a su madre le habría hecho ilusión que llevara algún día a su novia a casa y aconsejarles, como hacen con otras parejas de la parroquia. “Aun siendo religiosos, fliparon bastante”, comenta.

En diciembre de 2019 contamos en Camino Católico el testimonio de evangelización de Lucas y ocho compañeros que estaban realizando desde el Seminario Mayor. Se trata del proyecto musical ‘Prodigo’ con el que evangelizan con rap en las redes sociales. Lucas era el único que escuchaba rap antes de entrar en el Seminario y relataba que “recuerdo que en la oración personal de aquella semana le preguntaba al Señor: ‘¿y yo qué puedo hacer? no sé tocar la guitarra ni el piano, no sé hacer fotos ni vídeos haciendo presente el Evangelio…¿qué puedo hacer?’ Y en uno de esos días me vino la respuesta: ‘¡Rap! ¡Anúnciame con el Rap!’ Al principio no estaba muy seguro y dudaba de que pudiera transmitirse el Evangelio con este estilo de música, pero con oración, paciencia y providencia ha ido saliendo adelante. Digo Providencia porque el Señor se ha encargado de ir juntándonos y de formar este proyecto en el que cada uno, con lo que puede y sabe hace, aporta su grano de arena y su pasión por anunciar el Evangelio”. Lucas explicaba, hace un tiempo, su proceso de conversión y vocación en primera persona:

Lucas Blanes, el tercero por la izquierda, con sus compañeros que también han sido ordenados sacerdotes y el Cardenal Cañizares
 En Medjugorje, la paz aquietó mi corazón, lo vació del miedo y pude escuchar la voz de Jesús 

Sólo puedo dar gracias al Señor, pues desde el principio me ha bendecido regalándome unos padres que me han educado en la fe y una parroquia en la que he podido crecer cerca de Él. Pero, a pesar de estar aparentemente cerca de Jesús, no le conocía.

La primera vez que en mi corazón resonó: ¿Por qué no ser sacerdote? fue volviendo de la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid, en 2011, con 15 años. Pero luego, esa inquietud quedó enfriada y volví a la rutina y al día a día.

Estuve 3 años huyendo de Dios, diciéndole que no, rebelándome y me metí en muchas cosas para intentar ser feliz. A pesar de no tener problemas en casa (salud, dinero, división, etc),  viví una adolescencia un poco complicada, tratando de ser querido y queriendo ser feliz, y viendo que me faltaba algo. La tónica de mi vida hasta que entré al Seminario ha sido una sensación de vacío, de insatisfacción, casi de decepción con la vida. A pesar de ser deportista, de tener amigos, de sacar buenas notas, de no irme mal con las chicas, sentía que me faltaba algo. Y esa sensación de vacío y del famoso sin-sentido, a pesar de tener 17 años y sin grandes sufrimientos, se acentuó en el segundo curso de bachillerato.

Ya digo que nunca dejé la Iglesia, vivía en ella, pero no me sentía parte. Y tratando de llenar ese vacío, buscando esa plenitud, esa sensación de decir estoy haciendo algo grande con mi vida, fui a buscar la felicidad a dónde la da el mundo, a donde, por desgracia, van muchos jóvenes, por engaño. Y me seguía sintiendo vacío, más vacío aún. Todo era polvo, se esfumaba y buscaba algo que llenará mi interior. Ese curso fue prácticamente eso, buscar y no hallar, pero buscar en el sitio equivocado.

Lucas Blanes, el primero por la derecha, en su ordenación sacerdotal

Hasta que en una noche de marzo, que salí a cenar con unos amigos de la parroquia que se interesaron por lo que iba hacer  el año siguiente, exploté y rompí a llorar. Les dije que no entendía por qué Dios se tenía que meter en mi vida y decirme dónde encontrar la felicidad.

Lucas Blanes mostrando su primer nombramiento como sacerdote, firmado por el Cardenal Cañizares, después de haber sido ordenado

Yo quería mi familia, mi trabajo normal, mi vida cómoda, asegurada, pero el Señor, desde la eternidad, no había pensado eso para mí. Pues, eso de la vocación no es sólo para curas y monjas; es la llamada concreta, la misión que Él tiene para ti mientras dura tu instancia -pasajera- en la tierra. Obviamente, Jesús cuenta con nuestra libertad y podemos decirle que no, pero de ello depende nuestra vida y cómo queremos vivirla.

Esa noche grité al Señor y le dije sácame de aquí. Eso era en marzo y en septiembre entré al Seminario. Fueron meses muy intensos, en los que no viví un hecho extraordinario o un fenómeno sobrenatural, sino que el Señor me fue seduciendo poco a poco, fue calando en mí como un rocío, sin yo enterarme. Pero sí, hay que ponerse a tiro, y yo, como a la última, a la desesperada, lo hice. Y a través de personas, de encuentros con Él, me fue empujando. 

Y el último empujón y el más fuerte me lo dio, a través de su Madre, en Medjugorje. De camino hacia allí, en el autobús, le decía: María, dile a tu Hijo que me lo deje claro, que si es por mí, no voy a ningún sitio. Y Ella no me defraudó. A pesar de haber ido 2 veces antes, aquellos días fueron nuevos para mí. La paz que experimenté en Medjugorje, la paz que se vive allí es inexplicable. Esa paz aquietó mi corazón, lo vació del miedo y pude escuchar la voz de Jesús que me decía: Sígueme. En Medjugorje he encontrado una Betania para mí, un oasis al que ir para llenarme otra vez y coger fuerzas para lo que me piden desde arriba. Es curioso, cómo  abriendo un poco la puerta a Jesús, entra y te cambia la vida. Vale la pena seguir a Cristo y vivir cada día como si fuera el último.

Doy gracias a Dios por su paciencia conmigo y a nuestra Madre por acompañarme en esta aventura.. Quién sabe si ese verano no hubiera ido a Medjugorje lo que habría sido de mí. De nuestro sí pequeño pueden depender la vida de muchas personas.

Lucas Blanes


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