Mary Kochan era Testigo de Jehová y se convirtió al catolicismo: “En 1993, después de un largo y desgarrador período en mi vida, tuve un encuentro con Cristo”

Era hija y nieta de Testigos de Jehová y tuvo que desaprender sus creencias para ser católica. Los Testigos no creen que Jesús sea Dios, sino que piensan que es un ángel y no debe ser adorado. El camino de Mary hacia el catolicismo fue duro

15 de enero de 2013.- (Mary Kochan / Primera Luz / Camino Católico) Esta es mi decimosexta Pascua. Por los primeros 38 años de mi vida no celebré la Pascua porque era una Testigo de Jehová. Los Testigos de Jehová son un grupo pseudo-cristiano que cree en una extraña versión de la salvación. No es fácil describir la vida en un culto como el de los Testigos de Jehová. Es algo muy oscuro. Hasta su luz es oscuridad.

Los Testigos de Jehová no creen en la Trinidad, así que tampoco creen en la divinidad de Cristo. Creen que Jesús era el arcángel Miguel antes de venir a la tierra y que después de haber sido resucitado volvió a ser el arcángel Miguel—pero con el nombre «Jesús». Creen que Jesús murió (aunque no en una cruz) para salvar a la humanidad del pecado y la muerte por medio de expiar la desobediencia de Adán. Por eso, Jesús debía ser un hombre perfecto para ser igual a Adán en todo respecto y por eso toma el lugar de Adán como nuestro padre. Me doy cuenta que esto es raro—para no mencionar todo el problema ontológico de que primero sea un ángel, luego humano y luego, otra vez un ángel—pero lo traigo a cuento porque quiero hacer notar que yo entonces tenía la idea de que podía llamarme cristiana y creer que Jesús había muerto por mí, todo sin llegar a concebir a Jesús como Dios.

La mayoría de los que leen esto son como mis nietos, que han oído toda la vida que Jesús murió por nosotros y que Jesús es el Hijo de Dios—verdadero hombre de verdadero Dios. Nunca han despertado a ese concepto porque esa es la luz en la que han vivido siempre.

Pero para mí fue un despertar, una revelación.

En 1993, después de un largo y desgarrador período de disrrupción en mi vida, en busca de la paz y el poder transformador del que da testimonio el Nuevo Testamento, tuve un encuentro con Cristo.

En cadenas mi espíritu yacía,
Naturaleza oscura al mal atada
De tus ojos brilló el rayo de vida—
Y desperté en mi celda iluminada
Cayeron mis cadenas, mi corazón fue libre,
Me levanté y andando pos de Tí me fuí [1]

Yo no sabía que El era la Deidad, pero sabía que El no era lo que los Testigos de Jehová decían que era. Supe entonces que debía dejar la religión en la cual crecí, la única que había conocido toda la vida. Tendría que dejar atrás toda relación establecida durante mi vida adulta. Decidida, fui a una iglesia.

Esto podría parecer como la cosa más natural del mundo. Si uno quiere aprender quién es Jesús, uno va a una iglesia. Pero para mí era algo aterrador. Me habían enseñado que las iglesias estaban llenas de demonios. Los Testigos de Jehová no entran ni al parqueo de una iglesia. Pero esa visita a una iglesia me puso en camino a aprender la verdad sobre Jesús. Muy pronto me di cuenta que los cristianos adoraban a Jesús. El hecho fundamental de mi temprana instrucción religiosa era que solamente se adoraba a Dios, «Jehová» que es el padre de Jesús. Adorar cualquier otra cosa o persona era ser culpable de idolatría. Pero una cuerda jalaba de mi corazón, tenía que enterarme quién era realmente Jesús.

Habiendo dejado algo que reconocía como una religión llena de errores, fui muy cautelosa para evitar que se me engañara otra vez. Sin embargo sabía que debía abrir mi mente al testimonio y los argumentos presentados por los cristianos a mi alrededor para enderezar la forma distorsionada de leer las Escrituras que había aprendido en primer lugar.

Una charada que vi una vez en una reunión de ex-Testigos de Jehová ilustra la clase de cambio al que me enfrentaba. Se presenta a un cristiano tratando de ayudar a un Testigo de Jehová recién salido. Cuando el ex-testigo parece confundido ante la doctrina cristiana, el cristiano le dice:

«¡Oh! Es muy fácil. Solo tienes que creer lo contrario de todo lo que aprendiste».

«¿De qué me estás hablando?» le contesta el ex-testigo, sorprendido.

«Pues… no creías en la Trinidad y ahora crees. No creías en la divinidad de Cristo y ahora, crees. No creías en el alma inmortal y ahora crees. No creías en ir al cielo y ahora crees. No creías en la Navidad y ahora crees ¿Ves qué fácil? Todo es lo contrario.

La sincera carcajada con que el público recibió esta charada da testimonio de que no es fácil pasar de un lado al otro. Y cuanto más te importe la verdad, tanto más te cuesta hacerlo. Quien siempre ha vivido en la verdad no se puede imaginar lo difícil que es.

Por un tiempo viví como en sombras. Amaba a Jesús pero no sabía qué hacer con la adoración que los cristianos le profesaban ¿Cómo se podía explicar semejante fenómeno si El no era Dios?

Encontré consuelo apegándome a la imagen bíblica de la Iglesia como novia de Cristo. Después de todo ¿qué cosa más natural que una novia le preste atención a su novio? Por supuesto, ¡los cristianos le cantan a Jesús! Los extraños son los Testigos de Jehová—como una novia que ignorara a su novio para concentrar todo su afecto en el suegro.

Entretanto participaba en la oración cristiana y adoraba lo mejor que me lo permitía mi limitado entendimiento. También hacía preguntas y estudiaba… y estudiaba y estudiaba. Finalmente empecé a leer a los Padres Apostólicos, los padres de la Iglesia temprana. Comenzó a aclararse en mi mente que esta enseñanza—que Jesús era Divino, Dios Encarnado—había sido realmente la enseñanza cristiana desde el mismo principio y era el testimonio apostólico.

Sólo quedaba un problema por resolver: si Jesús era Dios, entonces este hombre en la Cruz era Dios.

Y eso significaba que Dios había muerto.

Significaba que Dios había muerto… por mí.

Por los siglos de los siglos nunca habrá nada más asombroso, nada más sublime, nada que se pueda proponer a un alma humana que impresione sobre ella tanta humildad.

¿Es acaso posible que yo saque
Ganancia de Su Sangre derramada?
¿Murió El por mí—yo que causé su pena—
El por mí hasta la muerte perseguido?
¿Puede haber un amor tan asombroso
que Tú mi Dios murieras por salvarme?
Dejó del Padre el trono de los cielos
(¡Tan libre e infinita fue Su gracia!)
Menos de amor, se vació de todo
Sangrando por Adán, perdida raza
Esta misericordia inmensa Tú donaste,
Dios mío para hallarme y rescatarme!
¿Puede haber un amor tan asombroso
que Tú mi Dios murieras por salvarme?

Así salió el sol en mi vida.

____________________

Traducido por Carlos Caso-Rosendi

Mary Kochan, es Editora Senior de Catholic Exchange, escribe desde Douglasville, Georgia. © Copyright 2010 Catholic Exchange

Referencias

[1] Los versos son del himno (en inglés) And Can it Be (Amazing Love), por Charles Wesley. Se puede escuchar una hermosa interpretación pulsando aquí:

And Can it Be (Amazing Love)

Long my imprisoned spirit lay,
Fast bound in sin and nature’s night;
Thine eye diffused a quickening ray—
I woke, the dungeon flamed with light;
My chains fell off, my heart was free,
I rose, went forth, and followed Thee.
And can it be that I should gain
an interest in the Savior’s blood!
Died he for me — who caused his pain –
For me who him to death pursued?
Amazing love! How can it be
that thou, my God, shouldst die for me?
He left his Father’s throne above
(so free, so infinite his grace!),
emptied himself of all but love,
and bled for Adam’s helpless race.
’Tis mercy all, immense and free,
for O my God, it found out me!
Amazing love! How can it be
that thou, my God, shouldst die for me?

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