Mónica Armas abortó y clamó a Dios: «‘Si existes, ayúdame’; en Medjugorje al rezar el Rosario sentí tanta paz, alegría un amor impresionante, me confesé y fui salvada»

* «Entré en shock porque yo había abortado. Se me quitó un velo y recordé perfectamente aquel evento tan terrible y horrible con una nitidez increíble. Enmudecí y sentí como unos brazos me sostenían. Había paz, como cuando un padre te sostiene cuando vas a caer. Dios vino a por mí. A través de la confesión, me devolvió la esperanza. Yo vivía en la muerte y Él me dio la vida»

Mónica Armas cuenta su testimonio de conversión en la Vigilia Diocesana de la Mare de Déu dels Desamparats celebrada en la plaza toros de Valencia, el sábado 29 de abril de 2023, ante 12.000 personas

Camino Católico.-  Mónica Armas, de Renovación Carismática Católica y del Proyecto Raquel, contó su testimonio de conversión en la Vigilia Diocesana de la Mare de Déu dels Desamparats celebrada en la plaza toros de Valencia, el sábado 29 de abril de 2023, ante 12.000 personas. Mónica es madrileña, vive en Valencia, trabaja como asesora financiera, es soltera “y con un hijo en el cielo”. “Mi historia es de redención”, afirma. “La Virgen me amparó cuando yo estaba desamparada”, añade.

Se aleja de la fe por el divorcio de sus padres

Al divorciarse sus padres, la vida de Mónica se quebró. “Tuve una ruptura interna muy grande, empecé a sentir que todo se tambaleaba y que la roca donde descansaba, se había roto. Mi roca, mi apoyo desapareció. Me alejé de todo, también de la fe”.

La vida de fe y oración de la joven fue progresivamente sustituyéndolas por la introspección, la tristeza y el enfado. Destruida por dentro, Mónica tuvo desde entonces la necesidad de suplir ese vacío. Y para ello estaba dispuesta a todo. «Ese sentimiento hizo que yo buscara en grupos espirituales ajenos a la Iglesia como el yoga esa unión grupal y a partir de los 18 años, en la facultad, veía que todas mis amigas tenían novio y yo quería tener una familia», explica.

Buscando el amor y un novio en lugares equivocados

Mónica buscó y buscó un novio con el que casarse y tener una familia, pero «no cuajaba» ninguno y decidió rebajar sus expectativas. «Decidí que podía mendigar el amor de cada persona que se me acercara, acercarme y disfrutar sin lealtad, compromiso o felicidad». Mónica necesitaba ser querida y amada: “Iba detrás de los chicos y empecé a buscar el amor en lugares equivocados. Llevaba una vida desordenada”.

Pero el novio llegó. Con él estuvo 9 años y se llegó a casar, pero también fue el momento en el que su vida tocó fondo, cayendo en un pozo del que solo Dios podría salvarla.

Una noche, con 22 años, Mónica soñó con un niño correteando en pañales junto a ella. Emocionada, le propuso a su novio la posibilidad de tener una familia, pero recibió la negativa como un jarro de agua helada. «Dijo que éramos muy jóvenes, que yo estaba estudiando la carrera y eso me llevó a una gran tristeza y a endurecer el corazón», explica.

Mónica Armas ante la imagen de la Mare de Déu dels Desamparats relatando su conversión

“Vi cómo a mi hijo lo tiraban a un cubo”

Aquella respuesta determinó por completo su reacción al saber, poco después, que estaba embarazada: «Como él había depositado en mí esa desesperanza, también germinó en mí y nada me dijo a mi alrededor que el embaraz era una alegría o una bendición. En lugar de ser una alegría, lo vi como un problema y el miedo se instaló en mi corazón».

Su novio fue el primero que formó parte de lo que Mónica recuerda como un «secuestro emocional» al proponerle el aborto. También lo fue la «incoherencia» de su ginecóloga que, desde un despacho repleto de fotografías de bebés sonrientes, la guió en el proceso del aborto hasta la misma clínica a la que debía acudir. Todo lo que observaba a su alrededor era una «ayuda a normalizar» el aborto del que iba a formar parte.

“El miedo me atrapó. Me daba vergüenza el qué dirán y el mundo me decía que el aborto estaba bien. Pero no te explican lo que le pasa a la madre tras el aborto”, explica

“En la clínica al principio todo es muy bonito. Pero yo vi cómo a mi hijo lo tiraban a un cubo y quise recuperarlo. La dignidad humana por los suelos”, relata. “No es cierto que sea una interrupción del embarazo porque no interrumpes nada, sino que matas. Y esa vida ya no vuelve”. “Entré a la clínica siendo madre con un hijo en mis entrañas y salí siendo madre sin un hijo en mis entrañas. Porque una es madre siempre”, manifiesta con mucha emoción.

Un sueño y la oración ante un crucifijo

Mónica Armas antes de su conversión

Todo esto se grabó en mi corazón y desde entonces mi vida fue un silencio poblado de aullidos, una zona muerta y un vivir en una profunda tristeza», relata.  El aborto, dice, «es una herida muy grande con secuelas de por vida. Cuando una madre desecha un hijo, el dolor es inenarrable, un dolor que el mundo permite».

A partir de ahí, Mónica tapó el dolor como pudo. De ella salía ira, enfado, tristeza profunda, tenía pesadillas… Acudió a psicólogos, yoga, nueva era, reiki. “Estaba confusa. Buscaba respuestas y llenar mi corazón”, recuerda.

La relación con su novio, con el que se casó, terminó en una dolorosa ruptura y posterior nulidad y recuerda que, pese a «tenerlo todo», el vacío, la desesperanza, la incertidumbre y finalmente la depresión se convirtieron en su sombra, sin que el reiki y la Nueva Era pudiesen darle la paz que prometían.

En plena depresión, recuerda un extraño sueño en el que su abuelo la acompañaba a Misa en una iglesia de Madrid. Nada más despertarse, acudió a la iglesia con la que había soñado y frente a un gran crucifijo, rezó tras años de noche espiritual y le dijo al Señor: “Si tú existes, ayúdame”.

Recuerda que entonces cayó desplomada en el reclinatorio, arrodillada ante el crucifijo, encontrando buena parte del consuelo que necesitaba. Comenzó  a asistir cada día a rezar a la Iglesia y entonces, explica, «empezaron a pasar cosas».

Una peregrinación a Medjugorje la lleva a la sanación y la salvación

Tras conocer al que hoy es su «hermano espiritual», Mónica retomó en su día a día prácticas olvidadas hacía muchos años como el rezo del rosario -que aprendió gracias a YouTube-, la adoración eucarística o la devoción mariana. Pronto quedó «enganchada» a la «calma interior» que la invadía al rezar cada día, pero lo que realmente cambió su vida fue viajar junto a su padre, también converso, a Medjugorje.

Padre e hija subían el conocido y afilado Monte Križevac o de la Cruz, junto a la Colina de las Apariciones, cuando de pronto la joven escuchó una voz «dulce pero firme» que le decía: «Descálzate».

«Yo subía con la soberbia del mundo, diciendo que estaba incómoda, que yo subiría más rápido, sin disfrutar del camino. Quería llegar ya arriba», relata. Y respondió que no lo haría. La voz se repitió hasta en dos ocasiones, pero Mónica hizo caso omiso.

Inquieta, la tercera vez que rehusó recibió el Vía Crucis en la IX estación, Jesús cae por tercera vez, a la que acompañaban unas preguntas invitando a la reflexión. Una de ellas la derrumbó: «¿Por qué, hijos míos, abortáis al hijo en el seno materno?».

Mónica Armas en Medjugorje

«En ese momento entré en shock porque yo había abortado. Se me quitó un velo y recordé perfectamente aquel evento tan terrible y horrible con una nitidez increíble. Enmudecí y sentí como unos brazos me sostenían. Había paz, como cuando un padre te sostiene cuando vas a caer, y yo pedía misericordia. La herida se abría, todo lo que había sufrido se hizo más grande, y me descalcé», relata.

“Allí, al rezar el Rosario sentí tanta paz y alegría… Sentí un amor impresionante y me sentí salvada”, asegura. A partir de ese instante, las heridas del aborto que Mónica define como «inenarrables» fueron sanando en su propia alma. «Dios vino a por mí. A través de la confesión, me devolvió la esperanza. Yo vivía en la muerte y Él me dio la vida», afirma.

Ahora Mónica ofrece su testimonio en colegios y ayuda a otras mujeres en su misma situación en Spei Mater, a través de los proyectos Ángel y Raquel.

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