Francisco Javier Fleitas, 29 años, será sacerdote: «Me alejé de Dios, cuidé caballos, fregué en bares… pero, tras una adoración, me entregué para siempre al Señor»

* «Mi vocación nació durante la Primera Comunión; ahí sentí la llamada concreta al sacerdocio… La oración es un lugar central en mi vida. Desde la oración y en el diálogo diario con el Señor, puedo reconocer en el otro, en mi prójimo, al Señor. Toda mi actividad parte desde la oración»

Camino Católico.- Francisco Javier Fleitas Reyes nació en Paraguay hace 29 años. Desde muy pequeño, descubrió el sacrificio del vivir mientras veía a sus padres cuidar el comercio que regentaban. Es el último de cuatro hermanos y, además, es inmensamente feliz. Este domingo, 16 de junio, ha sido ordenado diácono de manos del cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, en la catedral de Santa María la Real de la Almudena, junto a una veintena de compañeros del Seminario Conciliar y del Redemptoris Mater, entre ellos también Rubén Pérez Ayala.  Francisco Javier Fleitas explica a Carlos González en Infomadrid su testimonio de vocación.

«Mi vocación nació durante la Primera Comunión; ahí sentí la llamada concreta al sacerdocio», confiesa Fleitas, a medida que va detallando cómo, tiempo después y por distintas circunstancias de la vida, aquella vocación se vio duramente truncada. «Estando en España me alejé mucho del Señor. Me puse a trabajar en muchas áreas: desde cuidar caballos y fregar bares, hasta en el mundo de la construcción y como ayudante de cocina», reconoce, sin perder en ningún momento la sonrisa.

«Después del Bautismo, es lo más grande que Dios me va a regalar»

Pero Fran (como todos le conocen), en medio de aquel desierto de búsqueda y silencio, encontró el aliento que hoy sostiene su vocación. «Estando en una adoración eucarística tumbatiba, pude decir sí al Señor; un sí definitivo desde el cual me entregué para siempre». Un camino en el que estuvo acompañado, en todo momento, por un grupo de sacerdotes que hoy configura su entrega: «En el entorno familiar recibí una noticia con cierta incomprensión, y me ayudaron mucho los sacerdotes de la parroquia San Josemaría, de Aravaca, donde me estaba preparando para recibir la Confirmación». Después, «también recibí su ayuda justo antes de entrar en el Seminario».

Finalmente dijo sí. Y nunca se arrepintió. Hoy, como seminarista y a tan solo dos días de su ordenación diaconal, reconoce que la fidelidad del Señor reviste de paz su mirada: «Este paso de ordenación al diaconado es muy importante para mí, porque soy plenamente consciente de que después del Bautismo, es lo más grande que Dios me va a regalar a través de la Iglesia». Esto, continúa, «también significa ir contracorriente y contra las corrientes de moda».

«Un bálsamo en medio de tanta sequedad y angustia»

«Si hoy en día buscarse renombre significa sobresalir sobre los demás, y pisotear a otros si es necesario, el diaconado es el camino opuesto». Identificarse con Cristo, «que no vino a servirse, sino a servir», tal y como revela. En este sentido, Fran descubre en el corazón de la oración el rincón sagrado donde mejor descansa su espíritu. «La oración es un lugar central en mi vida. Desde la oración y en el diálogo diario con el Señor, puedo reconocer en el otro, en mi prójimo, al Señor. Toda mi actividad parte desde la oración».

«Voy a ser diácono diocesano y, si Dios quiere, sacerdote». Así detalla, tan emocionado como inquieto, el sendero que, en unos días, comenzará a transitar. «Y muchas personas acudirán a mí a por una palabra de esperanza o a por un bálsamo en medio de tanta sequedad y angustia. Por eso digo que la fuente es la oración y el trato diario con el Señor», señala. «¿Y de cara al futuro?», le dejo caer, con la vista puesta en la vida sacerdotal que aún le queda por cumplir: «Aquello que imagino es superado siempre con creces a la realidad», pero «dentro de un año, me veo sirviendo a la Iglesia, siendo instrumento de la caridad de Cristo».

Ahora mismo, «veo cómo todas mis actividades caritativas, tanto desde el despacho como atendiendo a personas con escasos recursos, todas estas actividades veo que pasan por el sacrificio de Cristo». Al final, reconoce Fran, «todo parte de la Eucaristía» y «todas estas realidades deben encaminarse a ello». De lo contrario, «nada tiene sentido», concluye.

A Rubén Pérez Ayala, 34 años, Cristo lo llamó al sacerdocio después de vivir mucho tiempo «en una tristeza e insatisfacción grandes. En una confesión experimenté el amor de Dios»

Fuente:Infomadrid
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