Primer día (2): «Conviene que hoy me quede yo en tu casa»

Reconocer la propia vocación

Es verdad, Dios nos llama sin cesar, y no debemos creernos excluidos de su llamada por sentirnos demasiado pequeños o sin importancia.

            Porque Dios llama ante todo , no a los más sabios, los más poderosos o los más fuertes, sino siempre a los más pequeños, los más pobres, los locos y los débiles, los despreciados…

            Esta opción de dios por los más pequeños, se ve en toda la Sagrada escritura.

            Veamos la historia de David. Samuel es enviado por Dios para consagrar al rey que será elegido entre los hijos de Jesé de Belén. Jesé le va presentando sucesivamente a sus siete hijos, todos altos, fuertes, instruidos, pero Yahvé no elige a ninguno de ellos. Llaman entonces al último, David, el más pequeño, que está en el campo cuidando al ganado, y él es el elegido por Yahvé. (1 S 16, 13).

            Igual que la historia de santa Margarita María, que me gusta mucho.

            Un día le dice a Jesús: " No soy digna de todas estas revelaciones, no deberías haberme elegido, ¡ me siento tan pobre !".

            Y Jesús le responde: "Si hubiese encontrado una mujer más pobre que tú, la habría elegido a ella".

            Verdaderamente, la elección de Dios no es la de los hombres.

            Fijémonos en Jeremías, elegido como profeta y no sabe hablar, o en el pobre Moisés que tartamudea. ¡ Que problema para un profeta tartamudear !.

            O también en María Magdalena, una mujer que se dedica a la prostitución. Jesús la llamó y la amó tanto que tiene un lugar muy especial en los evangelios.

            O bien la samaritana, la única persona a la que Jesús revela que Él es el Mesías. Ante los demás hace las obras propias del Mesías, anuncia con poder la Palabra de Dios, pero nunca les dice que Él es el Mesías. Es el Padre quien revela a Pedro y los apóstoles que Jesús es el Cristo.

            Pues bien, a esa mujer que ni siquiera es judía se hace la revelación. Forma parte de una especie de secta que los judíos consideraban poco más o menos como consideramos hoy a los testigos de Jehová.

            Esta samaritana es una mujer de mala vida que ha vivido con cinco hombres y no está casada con el último. Puede que tenga muchos hijos cuyo padre probablemente ignora. Una mujer muy herida y muy pobre, llena de culpabilidad, que no sabe amar porque no es amada y que está segura de que Dios la rechaza como hacen los demás.

            Pues bien, es esta mujer quien dice a Jesús : "Sé que va a venir el Mesías, el llamado Cristo. Cuando venga, nos lo desvelará todo ". Y Jesús le responde : "Yo soy, el que está hablando contigo ". ( Jn 4, 25-26 )

            La elección de Dios no es la de los hombres. Él elige primero a los pobres, a los que reconocen ser pobres y no tener tal o cual capacidad, porque la pobreza no es únicamente material, es estar desprovisto, ser impotente, sentirse necesitado.

            Una madre que acaba de perder a su hijo es pobre, una mujer abandonada por su marido, es pobre, un hombre que pierde su trabajo, es pobre, quien se entera que padece un cáncer, es pobre, quien envejece y se debilita, es pobre, todos nosotros, cuando nos sentimos desarmados, débiles, incapaces y lo admitimos, somos pobres.

            El drama, es cuando nos negamos a admitir nuestra pobreza, por miedo a ser rechazados.

            Nos ha  enseñado que hay que ser el mejor, el más fuerte, el más sólido, el que gana, porque los pobres, los débiles, los frágiles, los mal amados, los necesitados, son despreciados ; la sociedad los deja a un lado.

            Así que disimulamos too lo posible nuestras debilidades. Simulamos ser fuertes y muy capaces, y vivimos de las apariencias.

            Es preciso que oigamos en nuestro interior como nos dice : "No necesitas aparentar ni esconderte, puedes ser tú mismo.

            No te llamé a el Arca ante todo para ayudar a los pobres, ni para tener un buen sueldo o un horario de trabajo cómodo, ni para mostrar a todos lo generoso y eficaz que eres, te llamé porque eres pobre, como las personas que has venido a servir, y porque es a los pobres a quienes he prometido el Reino ".

            Quizá hayamos venido a El Arca por muchas buenas razone, pero solo podremos permanecer en ella si descubrimos que es dios mismo el que nos ha llamado.

            Tal vez hayamos aceptado formar parte del Consejo de Administración por muy buenas razones, o simplemente porque queda bien en una tarjeta de visita – hay gente que colecciona consejos de administración – , pero solo podemos permanecer en él si descubrimos que es Dios mismo el que nos ha llamado. La realidad de El Arca es tan pobre, tan pequeña…

            En Betania, (Cisjordania) comenzamos una comunidad con un Consejo de Administración maravilloso. En la primera reunión había doce palestinos, musulmanes y cristianos. En la siguiente reunión eran nueve, y después, poco a poco, fueron desapareciendo, hasta que solo quedó uno.

            Habían soñado formar parte de una gran institución, ayudar a muchas personas, encontrar mucho dinero, discutir con ministros y gobiernos para aportar soluciones, y descubrieron que El Arca no es una solución, sino un signo, y que no es muy cómodo ni muy gratificante formar parte del Consejo de Administración de una comunidad que no es mas que un signo.

            Para permanecer en El Arca, hay que descubrir que El Arca es una vocación personal. Ante todo, la vocación de Claudia, Luisito, Lidia, los más pobres, a los que dios ha elegido en primer lugar, la vocación de los asistentes que son llamados a vivir con ellos, la vocación de las familias que se comprometen con las comunidades y la vocación de los miembros de los Consejos de Administración.

            Dondequiera que estemos, sólo permanecemos si comprendemos que estamos en ese puesto para responder a la llamada de Jesús que nos invita a algo misterioso, secreto y muy hermoso : crecer en el amor.

            Pidamos a Jesús que nos ayude a no tener miedo de nuestra pobreza, ano avergonzarnos de ella y a tomar conciencia de nuestra vocación, de nuestra misión.  

Arraigarse en la fidelidad

            La llamada de Jesús es siempre distinta y, sin embargo, su propósito es siempre el mismo : es una llamada a crecer en el amor, ha hacer crecer el amor en nosotros y en el mundo.

            Cuando hayamos reconocido la llamada, cuando hayamos encontrado nuestro sitio – que puede llevarnos tiempo – para poder crecer, debemos aprender a enraizarnos, a ser fieles.

            Que el asistente que vive día tras día con las personas discapacitadas no pase el tiempo diciendo : " ¡ Ay si yo formase parte del Consejo de Administración…!" o pensando que estaría mejor en otro sitio, en otro hogar, en otra zona, en otro país.

            Que quien forme parte del Consejo no pase el tiempo lamentando no vivir en un hogar.

            Que la madre de familia no pase el tiempo deseando vivir en un hogar, y el asistente que vive en un hogar, lamentando no haber formado una familia…

            Que el psiquiatra no piense que sería preferible ser asistente.

            ¡ No ; lo que debe ser es un buen psiquiatra !.

            Cada miembro de la comunidad debe estar en su sitio y desempeñar su papel.

            Que cada uno vaya comprendiendo poco a poco lo que la llamada inicial significó para él, a lo que le llamaba Jesús.

            Se necesita tiempo para que las opciones maduren y lleguen a ser fecundas.

            Cada llamada es distinta y única, pero cada persona, allí donde esté, es llamada a dar la vida.

            San Marcos cuenta como un hombre corrió hacia Jesús y,  arrodillándose ante Él, le preguntó : " Maestro bueno, ¿ qué he de hacer para obtener en herencia la vida eterna ? ". Jesús le habló de los Mandamientos de Dios, y el hombre le respondió : " Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud". Jesús, fijando en él su mirada, le amó".

            Prestad mucha atención a esta frase, el texto no dice : "le amó", sino : "fijando en él su mirada, le amó". Sus ojos debieron de ser muy expresivos !

            Entonces, Jesús le dijo : "Una cosa te falta : anda vende cuanto tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo ; luego ven y sígueme". ( Mc 10, 17-22 )

            " Ven y sígueme ; vamos a caminar juntos, vas a ser amigo mío.

            En un mundo donde hay tanto egoísmo, injusticia y violencia, te enseñaré a ser un hombre de amor, un hombre de esperanza, un hombre de paz. No temas, te enseñaré poco a poco a vivir de tal manera que todo tu cuerpo, todo tu ser, sea signo de la buena Nueva ".

            Sin embargo, el joven tiene miedo.

            En la llamada de Jesús hay algo muy hermoso – descubre que es amado, ante él  se abre otro mundo. Pero también hay algo muy exigente ; debe aceptar dejar su antiguo mundo y vender aquello a lo que estaba apegado.

            Cada llamada, cada decisión, implica un duelo : adquirimos y perdemos.

            Cuando uno se casa y elige una mujer, hace objetivamente el duelo de millones de otras. Del mismo modo, el asistente que se casa debe saber que tendrá que hacer el duelo del celibato, el duelo de la vida del hogar y de una determinada forma de relación que ha conocido en la vida comunitaria.

Llamada y duelo son inseparables. Si se acepta la llamada, rechazando el duelo, se corre el riesgo de vivir en una contradicción. Yo digo siempre que esto es lo más cansado : se elige el Arca, se quiere vivir en El Arca, pero no se aceptan todas las consecuencias de la elección, se lamenta no tener un buen salario, llevar una vida sencilla, no hacer grandes cosas…

Hay llamada y duelo…, pero ¿ a quién le gusta el duelo ?.

Cuando dejé la marina, hace ya más de cuarenta años, vendí cuanto tenía y di el dinero a los pobres. Ahora ya no tengo gran cosa que vender, y lo que tengo, dudo mucho que a alguien le apetezca comprarlo.

            Pero la llamada y el duelo son constantes. Todavía hoy tengo que hacer duelos, no de la misma manera, son más bien actitudes interiores : miedos, inseguridades, certezas…

            El duelo no se hace de una vez por todas. Hoy y cada día tengo que hacerlo, porque cada día me llama Jesús a ser santo y a amar, a ser hijo del Padre, liberado del miedo.

            Hay una segunda llamada de Jesús que es también una hermosa historia : la llamada a Zaqueo ( Lc 19, 1-10).

            Zaqueo era un hombre de poca estatura, lo que le era cómodo para viajar, pues no tenia problemas para encontrar cama a su medida, pero era más desagradable cuando se encontraba en medio de una multitud, porque, no podía ver nada.

            No obstante, este no era el único problema de Zaqueo. Zaqueo era un publicano, es decir, un recaudador de impuestos. Su oficio no le hacía muy popular, y su situación se agravaba porque los publicanos se encargaban de recaudar los impuestos para los romanos y, por lo tanto, eran considerados colaboracionistas y traidores.

            Se beneficiaban mucho de la ocupación romana, pero eran despreciados y odiados por los "verdaderos" judíos. Y este Zaqueo, que muy probablemente tendría la "tendencia" a reclamar mas de lo que debía, oyó decir que Jesús llegaba a Jericó. Y algo en él se sentía atraído por Jesús, y trató de ver quien era.

            Dejó el trabajo y salió corriendo, pero había mucha gente, y él era demasiado bajo, entonces se adelantó y se subió a un sicómoro. El, un notable inspector de impuestos de Jericó, subido a un árbol. Debió ser una situación "divertida".

            Jesús debió de reírse., después, al ver el fondo del corazón de Zaqueo, le dijo :

"Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa".

            Zaqueo descendió y corrió a su casa. Me lo imagino diciendo a su mujer : "Jesús va a venir a comer con nosotros"; y ella : "Pero ¡tú estás loco"! ; ¡ has bebido!; ¡no sabes lo que dices! ¡no es posible!"

             Hay escenas a las que verdaderamente me hubiera gustado asistir, y personajes que me alegraré de ver un día en el cielo.

            Yo creo que debió de ser una buena riña conyugal. Y cuando por fin ella se convenció de que Zaqueo decía la verdad, se enfureció. Verdaderamente no es el momento, no hay nada preparado, la casa está en desorden, los niños no se han bañado.

            Las autoridades morales de Jericó, todos los judíos bienpensantes montaron también en cólera: Jesús debería haber ido a casa  del jefe de la sinagoga (hoy diríamos a casa del párroco o donde la casa de las religiosas o a casa de tal o cual persona..)

            ¿Porqué no lo hizo ?  ¿ A que iba a casa de un publicano, de un traidor vendido a los romanos ?

            Estaban furiosos y ofendidos. Todos murmuraban diciendo : "ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador". Estaban muy extrañados y tenían la impresión de no entender nada. ¿ Era el mundo al revés ?.

            Jesús siempre actúa así. Pone nuestro mundo egoísta y falsamente virtuoso del revés, desarregla y trastoca el orden establecido, invierte los valores al uso para instaurar un orden social totalmente nuevo.

            Jesús fue, pues, a casa de Zaqueo, y no le dijo que vendiera la casa y le siguiera, le dijo : " quiero quedarme en tu casa ".

            Son dos las llamadas de Jesús : al joven rico le dice " Ve, vende cuanto tienes y sígueme. No hagas el equipaje, no lo necesitarás, yo me ocuparé de ti". A Zaqueo le dice : " Conviene que hoy me quede yo en tu casa ". Y lo uno no es más fácil que lo otro.

            Sería mucho mas cómodo para todo el mundo que Jesús se quedase en la Iglesia, podríamos ir a verle de vez en cuando, cuando quisiéramos o pudiéramos, cuando estuviésemos dispuestos o le necesitásemos. Pero ¡tener a Jesús en casa !. Es tan difícil y exigente como seguirle por los caminos.

Cuando Jesús nos dice que quiere vivir en nuestra casa y le acogemos en ella, transforma muchas cosas en nosotros y en nuestra manera de vivir.

Como sabéis, a menudo en la familia no se vive verdaderamente juntos, no se habla mucho. Y puede haberse establecido, sin querer, todo un sistema para huir los unos de los otros. La mujer huye centrándose en sus ocupaciones. El marido, en la lectura del periódico o en la televisión, o en su trabajo, que le ocupa y preocupa sin cesar.

Y Jesús dice al ama de casa : "¿No podrías dejar de ordenarlo todo? Siéntate, escucha a tu hijo, a tu hija, tómate tiempo para estar con ellos ". Y Jesús también dice al trabajador modelo : "Puede que ni el periódico ni el trabajo sean lo principal. Ve a hablar con tu mujer, con tus hijos…". Hay muchos hombres que no saben lo que es ser padres. Creen que basta con asegurar la vida material de su hijos y con orientarlos por el camino que ellos consideran adecuado.

No ; ser padre es mucho mas que eso. Es, ante todo, querer a los hijos, escucharlos, estar atento a como son, respetar su crecimiento y ayudarlos a madurar protegiéndolos, pero también confiando en ellos y dejando que encuentren su lugar propio.

Ser padre o madre es una vocación especial muy exigente y muy hermosa, porque es una llamada de Dios, y Dios quiere morar con nosotros.

Tomémonos hoy tiempo para escuchar la llamada de Dios en nosotros. Para escuchar a Dios llamándonos por nuestro nombre, para reencontrar el amor de nuestra juventud, para revivir la primera llamada que nos dirigió y nuestro primer " si " a Jesús, o para escuchar su llamada por primera vez.

Tomémonos tiempo para escuchar a Jesús, que nos llama, como el primer día, a seguirle, amarle y acogerle en nuestra casa.

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