Prólogo e introducción: Jesús llora

Prólogo

           ¿Dónde se encuentra la fuente de las lágrimas?  ¿ De donde vienen esta agua que afloran repentinamente a la superficie de nuestra persona y que no podemos contener Agua ardiente del dolor, agua amarga del remordimiento, agua dulce de la compasión, agua tranquilizadora del arrepentimiento y del consuelo, agua burbujeante de alegría…;las lágrimas brotan cuando algo en nosotros se siente profundamente conmovido. Cuando estamos estremecidos o destrozados por el sufrimiento, por supuesto, pero también cuando nos sentimos afectados por el dolor ajeno, emocionados por la debilidad del otro, sobrecogidos por su angustia, o cuando estamos emocionados por el reencuentro, por el amor recibido o por el perdón otorgado. Cuando nuestros corazones de piedra se fisuran, brota de ellos agua, como de la roca de Meribá brotó agua en el desierto ( Ex 17, 6)¿ De dónde nacen las lágrimas sino de lo más profundo y secreto de nuestro ser?.

            Hacia esta fuente y este secreto quiere llevarnos a todos Jean Vanier, utilizando este retiro dado en América Latina a asistentes de El Arca, porque nada de lo que aquí se dice está exclusivamente dirigido a ellos. En seis días que constituyen otros tantos capítulos, cada uno de ellos puestos bajo una invocación bíblica, nos propone, al ritmo de tres meditaciones al día, seguir de hecho un camino hacia nosotros mismos. No un camino de tristeza o desolación, sino un camino de verdad consolación y esperanza. Porque junto a la fuente hay, desde toda la eternidad, Alguien que nos espera.

            No es casual que el encuentro de Cristo con la samaritana, ese encuentro en que El promete el  agua viva" que apaga la sed para siempre y se convierte en    quien la bebe en fuente "que brota para la vida eterna", esté situado en el centro del libro, en el tercer día del retiro. A partir de ese en encuentro en el que seremos nombrados en nuestra verdad, en el que dios se descubre, es donde todo comienza o recomienza.

            A partir de este momento podremos dejar las riberas conocidas y entrar poco a poco en el misterio, podremos amarnos y amar a los demás, seremos capaces – después de haber hecho todo lo posible por combatirlo – de acoger nuestro sufrimiento y el de los demás. A partir de este momento podremos aprender la esperanza, entrar en la confianza y abrirnos a la ternura. Y es hacia ahí a donde nos conducen los tres últimos capítulos de este libro : desde el mandamiento esencial de ("Amaos los unos a los otros como yo os he amado" Jn. 4, 10 ) pasando por el misterio de la cruz (" ¡ Dios mío, Dios mío !,  ¿`porqué me has abandonado ?  Mc. 15,34" ), hasta la ribera de las bienaventuranzas que cierra el libro ( " dichosos los pacíficos " :Mt. 5,4 ).

            Pero para acudir a un encuentro al que quizá no sabemos si hemos sido convocados, debemos empezar por aceptar el ponernos a la escucha : oír la llamada, que es por donde se inicia el libro. "Conviene que hoy me quede yo en tu casa " (Lc 19,5), dice Cristo a Zaqueo en el primer capítulo ; pero la llamada es diferente para cada uno de nosotros. La llamada a Zaqueo no es como la hecha a Pedro o al joven rico. La llamada a Jean Vanier y a los asistentes a este retiro que han optado por compartir la vida con personas con una discapacidad mental, es también diferente, como es diferente – no nos engañemos – para cada uno de esos asistentes. Cada llamada, cada vocación, se inscribe en efecto, en una historia única que no se puede superponer a ninguna otra, una historia única y personal en la que cada cual es invitado a su manera, a su ritmo, con su propia don.

            Esta llamada única que únicamente cada uno podemos escuchar y a la que únicamente podemos responder, no se nos dirige, sin embargo, una sola vez, y es necesario escucharla y reescucharla una y otra vez si no queremos quedarnos en el camino. Porque el camino hacia nosotros mismos y hacia Aquel que nos espera hay que retomarlo continuamente. A su luz debemos releer, apaciguar y reinterpretar constantemente nuestra vida ; a esa misma luz que guiará nuestros pasos cuando sepamos ver a Aquel que, sin embargo, camina ya en la sombra a nuestro lado.

            Porque cada cual es llamado en su preciosa unicidad, no fundamentalmente para "hacer algo", dice Jean Vanier, sino para reconocerse ante todo como el bienamado. Este es el tema del segundo capítulo, que retoma la frase de Isaías : "eres precioso a mis ojos, eres estimado, y yo te amo" (Is. 43, 4). Pero este auto-reconocimiento, misteriosamente, no puede sino ir acompañado del reconocimiento del otro, como si el amor al fin recibido, aceptado, acogido, abriera los ojos.

            Así pues, cada uno es llamado a reconocer el don del otro y, en particular, el don del pobre, del pequeño, del desamparado, del rechazado de nuestra sociedad, porque, por la razón que sea, no puede seguir su ritmo. Viviendo en el Arca con los discapacitados mentales, compartiendo con ellos y con sus familiares las alegrías y las penas, los problemas comunes en las comunidades Fe y Luz o participando en todas esas comunidades que se han construido en torno a la presencia del pobre, se descubre una verdad sumamente  misteriosa que es la verdad misma del Evangelio. No se trata únicamente de obrar con generosidad ni de hacer el bien a los pobres, sino de ser amigo suyo. De descubrir, en la alianza con ellos, que son ellos mismos quienes nos despiertan y nos sanan, y quienes nos preceden y nos conducen por el camino de la vida.

            Es lo que recordaba con fuerza el cardenal Etchegaray a los jóvenes del mundo entero reunidos en Roma en Agosto del 2000 : "La Iglesia nos pide – decía el cardenal – que prestemos atención a los pequeños, los humildes, los pobres, a cuantos, como Cristo reconoció con júbilo, ven lo que permanece oculto a los sabios e inteligentes. No olvidéis nunca este criterio evangélico, es el más valioso, el más seguro y también el más concreto para saber lo que Cristo espera de vuestra generación. Solo quien tiene un alma de `pobre es lo bastante desprendido, y está lo bastante despojado de todo interés, para controlar el curso de la historia y, si es necesario, rectificarlo. Este mensaje, lo más bello de vuestro compromiso espiritual, está claro : vivir pobre como Cristo, vivir con los pobres para vivir con Cristo. La renovación de la Iglesia ha tenido lugar cada vez que se ha atrevido a establecer una alianza con los pobres ".

            El camino regio del Evangelio, nos dice también Jean Vanier, es ese oscuro camino del encuentro con los pobres, los malqueridos, los que se cruzan en nuestro camino, como es natural,  pero también el que llevamos en nosotros como un niño herido al que ya no queremos oír.  La gran luz del mediodía que alumbra el encuentro de Cristo y la samaritana, en l tercer capítulo : "Si conocieras el don de Dios… " (Jn 4,10), del que hemos dicho que es una especie de eje del libro, ilumina también su herida, su pobreza. Esa parte sufriente que aquella mujer escondía tanto a los demás como a sí misma y que puede revelar al fin, con absoluta veracidad, a Aquel que, sentado junto al pozo, la reconforta e ilumina con esa luz completamente distinta que hace posible la reconciliación con uno mismo y con los demás. Porque solo después de haber comprendido hasta que punto somos amados, después de haber reconocido el "don de Dios" para uno mismo y para los demás, se puede escuchar de verdad el mandamiento del amor mutuo y entrar n la alianza.

            Tanto el camino hacia uno mismo como el camino hacia los demás, es el camino de la alianza. La historia de Dios con la humanidad es la historia de una alianza. En estos retiros a los que los asistentes de El Arca acuden con regularidad para releer su vida, re-escuchar su llamada y entrar en si mismos para acogerse en la desnudez de su verdad, quienes lo desean, pueden también  "anunciar la alianza", es decir, reconocer en una ceremonia muy sencilla, en cuyo centro tiene lugar la celebración del lavatorio de los pies, cual es la forma concreta que ha adoptado en su vida esa alianza fundamental. Reconocen que el vínculo que Dios establece con nosotros y entre nosotros y los demás, se expresa para ellos en esa opción particular que es su vida en El Arca.  Y ésa es, sin duda, la pregunta a la que también nosotros somos invitados a responder al final de nuestra lectura y nuestra meditación. ¿ Cuál es "nuestra" alianza ? ; ¿ junto a quién, con quién, cómo, a qué hemos sido llamados ?.

            Quizá lo sepamos y hayamos respondido hace mucho tiempo, o puede que aún no hayamos tomado conciencia de que también nosotros hemos sido llamados. Tal vez estemos buscando algo que dé sentido a nuestra vida, o quizá seamos demasiado ricos o estemos demasiado llenos de proyectos, o, por el contrario, demasiado agobiados para creer posible oír nada. ¡ No importa ! porque siempre estamos a tiempo de tomar o retomar el camino, que no debemos tener miedo de nosotros mismos, de los demás o de la vida. Seamos quienes seamos, y nos encontremos en la situación que sea, somos esperados como esa huésped señalado que falta en la fiesta en tanto permanece aparte. Ya seamos el hijo mayor como el pródigo, todos estamos invitados al banquete de la alianza, y nuestra entrada en la fiesta no depende más que de nosotros.

                                                           ANNE-SOPHIE ANDREU


INTRODUCCIÓN :

Jesús llora

Jesús entra en Jerusalén y llora.

Al llanto de Jesús es muy misterioso.

Jesús ve lo que va a suceder, ve que Jerusalén va a ser destruida, que la ciudad santa de convertirá en un lugar de guerra y sufrimiento.

Jesús llora : " Si conocieras en este día el mensaje de paz…".

            Esta semana vamos a intentar penetrar un poco en este mensaje de paz de Jesús, descubriendo el don de Dios, el secreto del Evangelio, este gran secreto que solemos o queremos ignorar.

Jesús llora por nuestro mundo.

Llora por Haití,

 llora por nuestros países, en los que reina la división, la desigualdad, la exclusión.

Para penetrar en el misterio de el Arca, es necesario comprender el misterio de las lágrimas de Jesús.

En nuestras comunidades de El Arca, muchas de las personas que hemos acogido habían sido abandonadas… Han llorado mucho…

El Arca ha sido edificada sobre sus lágrimas.

Luisito es un discapacitado profundo. Antes de ser acogido en El Arca, vivía en una chabola de la calle, cerca de una iglesia. Cuando murió su madre, se quedó solo. Algunas vecinas se ocupaban un poco de é y le daban de comer, pero no se acercaban demasiado porque es contrahecho, no puede hablar ni andar y olía mal. Molestaba a todo el  mundo, en la iglesia y fuera de ella.

Él es el fundador de El Arca en Santo Domingo ¿ y, es tan hermoso verle hoy …!

Claudia procede del asilo de San Felipe en Honduras. Ciega y autista, fue abandonada siendo muy pequeña. Los primeros años en la casa Nazaret estaba muy perturbada y muy angustiada y gritaba mucho. Ahora se ha calmado, trabaja en el taller y pone la mesa…. Cuando la vi hace dos años, en mi último viaje, canturreaba continuamente y sonreía. Le dije : " ¿puedo hacerte una pregunta?"

" Sí Juan ".

" Claudia, ¿ porqué eres tan feliz ? "

Ella contestó : " Dios ".

Me pareció precioso: aquella niña abandonada, rechazada, a la que nadie quería, se había hecho amiga de Dios.

Los que vivimos en El Arca, ya seamos amigos de la misma, miembros del consejo de administración, o sacerdotes de la comunidad, somos grandes privilegiados, porque estamos cerca de Luisito, de Claudia, de los pequeños y pobres de este mundo, podemos tocar a Jesús físicamente.

Porque este es el misterio, este es el secreto del Evangelio : Luisito hace a Jesús físicamente presente.

Es una locura, pero mucho de lo que voy a decir será una locura porque ¡ el Evangelio es una locura !

Lo que nos dice es tan extraordinario, tan asombroso, que nos resulta difícil creerlo ; tan difícil como para María creer que aquel niño que llevaba en su seno, y después en sus brazos, era Dios.

Y aquel niño necesitaba a María, necesitaba que le alimentase, que le arropase y, más importante aún, que le amase. Un niño necesita ser amado, y el Verbo que se hizo carne necesitaba ser amado.

           

            El misterio en el  que vamos a intentar penetrar esta semana es también el de la pequeñez de Dios.

            Nos es difícil creer en al pequeñez de Dios, porque, principalmente, El es para nosotros el Todopoderoso, aquel que lo ha creado todo : el cielo y la tierra, el agua y todas las criaturas marinas, el inmenso mundo vivo de los animales y las plantas, de los hombres y de las mujeres. ¡ Nuestro Dios es tan grande !

            Cuando miramos las estrellas, las distancias entre ellas, cuando imaginamos los soles detrás de los soles, las galaxias detrás de las galaxias, podemos percibir un poco de la inmensidad de Dios.

            Y es ese mismo Dios el que se hace carne y se convierte en un niño pequeño.

            En el Evangelio de Juan, Felipe dice a Jesús : " Señor, muéstranos al Padre y nos basta", y Jesús responde : "¿ tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe ?. El que me ha visto a mí, ha visto al Padre "  (Jn 14, 8-9)

            Quien ve a Jesús ve a Dios ; quien toca a Jesús, toca a Dios ; María, que lleva a Jesús en sus brazos, lleva a Dios. Es la locura de la Encarnación.

            Y esa locura de la Encarnación se prolonga : " Cuanto hicisteis a un de estos hermanos míos más pequeños, a mi me lo hicisteis "  ( Mt 25, 40 ).

            Quien visita al preso, quien viste al desnudo, quien acoge al forastero, es a Dios mismo a quien visitas, viste y acoge.

            Vamos a penetrar en este misterio, que es un poco el secreto del Evangelio, pero solo podremos penetrar en él, de verdad, si todo nuestro ser está a la escucha. Lo que vamos a oír, es en efecto, demasiado extraño para poder comprenderlo de entrada, sin la ayuda del Espíritu. Para entenderlo de verdad, debemos situarnos a la luz de Aquel que es el único que posee el poder de enseñar. El Espíritu santo hará penetrar una u otra palabra en lo más profundo de nuestro ser.

            Estemos pues, muy atentos, no a mis palabras, sino a la Palabra de Dios que se revela sí en cada uno de nosotros. Estemos muy a la escucha del Evangelio, de esa locura de Dios, muy a la escucha del Espíritu Santo que habita en nosotros.

            En el libro de Oseas leemos : " por eso voy a seducirla; voy a llevarla al desierto y le hablaré al corazón " ( Os 2,16 ).

            Este es, en alguna medida, el sentido de nuestro retiro. Estamos apartados…No es exactamente el desierto, pero puede llegar a serlo, o tal vez estemos ya en él, y eso está bien. Es signo de que Jesús nos ha seducido, nos ha conducido allí y quiere hablarnos.

            Jesús quiere hablarnos a nuestro corazón, no a nuestra cabeza, abramos, pues, nuestro corazón de par en par para acoger lo que El quiere darnos.

            El profeta prosigue : "Le daré sus viñas", es decir, le daré fecundidad, le mostraré cuan fecunda es su vida, "convertiré el valle de Acor en puerta de esperanza".

            Sí ; nuestra vida puede ser fecunda, porque Jesús nos llama a dar mucho fruto, a dar la vida. Tendemos a olvidarlo porque la fecundidad nos asusta un poco.

             Nos gusta "hacer cosas", pero nos da miedo dar la vida y llevar con nosotros a aquellos y aquellas a quienes hemos devuelto la vida.

            También puede darnos miedo afrontar la realidad, porque suele ser dolorosa o decepcionante; así que nos refugiamos en sueños, nos evadimos en ilusiones, nos encerramos en teorías, nos atiborramos en distracciones. Actualmente, en los Estados Unidos, se ve la televisión una media de treinta y dos horas semanales. Es todo un mundo de ilusiones y sueños que priman sobre el mundo real.

            Así, más o menos huimos todos de nuestro valle de Acor, ese lugar de nuestro sufrimiento más íntimo, del que Dios, sin embargo, nos ha dicho que, si penetramos allí con El, se convertirá en puerta de esperanza.

            El valle de Acor, es un valle cercano a Jericó, lleno de peligrosas gargantas, repleto de serpientes, escorpiones, enormes arañas y bestias salvajes ; un lugar terrible en el que había que evitar penetrar, un lugar del que todos se alejaban y evitaban.

            Ahora bien, Dios dijo que este valle desdichado se convertiría en puerta de esperanza. Es muy misterioso y está lleno de promesas.

            En cada uno de nosotros hay un valle de Acor, cosas en nuestra persona que no queremos ver, que no queremos recordar, a las que no deseamos acercarnos; cosas que rodeamos, de las que nos apartamos porque nos duelen demasiado, y todos tememos el sufrimiento. También hay personas a las que no queremos ver, a las que evitamos porque nos molestan; son demasiado diferentes, sufren demasiado, y su sufrimiento nos da miedo. Ahora bien, Dios dice: "si penetras en este lugar que intentas evitar, será una "puerta de esperanza" .

            Si te aproximas a los que se rechaza, se evita, se excluye, se aplasta o se oculta en asilos o instituciones, porque dan vergüenza y molestan, entonces descubrirás que son "puerta de esperanza".

            Del mismo modo, si te aproximas en ti a lo que te hace sufrir o te da miedo : bloqueos, durezas, resistencias, cosas de las que te avergüenzas y no quieres ver, si te atreves a penetrar conmigo en tu valle de Acor personal, dice el Señor, entonces se convertirá en "puerta de esperanza".

            Solos no encontraremos el camino.

     Es con Jesús con quien debemos avanzar tomados de la mano.

            Así pues, en este comienzo de retiro, pongamos nuestra mano en la de Jesús y pidámosle que nos guíe, que nos revele el secreto del Evangelio.

           

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