Comentario del evangelio del Domingo: La ascensión de Jesucristo es nuestra victoria / Por P. José María Prats

“No podemos, pues, quedarnos plantados, hay que abrir las compuertas de todas las acequias con la predicación y la celebración de los sacramentos para que los ríos de agua viva que manan del costado abierto del Señor resucitado inunden y fecunden la tierra, y el segador pueda recoger una cosecha fresca y abundante que compartirá eternamente su gloria”

Domingo VII de Pascua, la Ascención del Señor – Ciclo A:

Hechos 1, 1-11 / Sal 46 / Efesios 1, 17-23 / Mateo 28, 16-20

28 de mayo de 2017.-  (P. José María Prats / Camino CatólicoEn esta solemnidad de la Ascensión del Señor celebramos que Jesucristo ha entrado para siempre en la gloria del Padre y en Él ha sido glorificada la naturaleza humana que comparte con nosotros. A través del vínculo de esta naturaleza común se nos comunica ahora su vida gloriosa por medio del Espíritu Santo, tal como Él mismo anunció antes de su muerte: «Y cuando sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12,32).

De hecho, el mandato misionero que Jesús da a sus discípulos antes de su Ascensión no pretende otra cosa que hacer posible la comunicación de esta vida glorificada: «Id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.» El Espíritu Santo sólo puede descender sobre los que acogen a la persona de Jesús cumpliendo su palabra transmitida por la predicación apostólica, y se comunica a través de los sacramentos, el primero de los cuales es el bautismo.

El tiempo que sigue a la Ascensión del Señor es, pues, decisivo, porque durante este tiempo el Espíritu Santo está disponible para transformar el mundo preparándolo para la segunda venida de Jesucristo como juez de vivos y muertos: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo». No podemos, pues, quedarnos plantados, hay que abrir las compuertas de todas las acequias con la predicación y la celebración de los sacramentos para que los ríos de agua viva que manan del costado abierto del Señor resucitado inunden y fecunden la tierra, y el segador pueda recoger una cosecha fresca y abundante que compartirá eternamente su gloria.

La oración colecta que hemos leído al principio de la misa resume estupendamente el sentido de esta fiesta: «Concédenos, Dios todopoderoso, exultar de gozo y darte gracias en esta liturgia de alabanza, porque la ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria, y donde nos ha precedido Él, que es nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros como miembros de su cuerpo.»

P. José María Prats

Evangelio

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.

Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron.

Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

«Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos»

Mateo 28, 16-20

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