Víctor López, 22 años, hizo la comunión y se alejó de la fe, una convivencia de confirmación viendo a las Clarisas lo interpeló y será cura: «Dios ha sido el que ha movido mi vida»

* «Y fue pasar la confirmación y se dio en mi un cambio brutal. De no ir nada a misa, de no pisar la iglesia, a ir todos los domingos a la Eucaristía, a rezar todos los días media hora. Dios me ha hecho estar donde estoy, ser como soy, me ha ido preparando el camino. Dios ha sido el que ha ido atando cabos y el que me ha dado caña también para que hiciera lo que debía. Dios es el que me ha hecho y me hace feliz. He experimentado que cuando uno es feliz los demás lo notan y los que te quieren son felices contigo. Todo viene de Dios y todo vuelve a Dios. Y al descubrir que mi vocación es ser sacerdote estoy feliz de la vida y con muchas ganas de entregarme y servir a los demás para lo que Dios quiera con mi vida»

A.L.M. / Camino católico.- Este domingo, día 12 de mayo, en la capilla mayor del seminario de Burgos, Víctor López Pelarda de 22 años, que está finalizando los cursos de teología, ha recibido el ministerio de acólito como un paso más en el camino para su ordenación sacerdotal. Esto le permite prestar un servicio más específico en la Eucaristía, como por ejemplo preparar las ofrendas en el altar, dar la comunión siendo ministro extraordinario de la comunión, purificar los vasos sagrados y exponer el Santísimo Sacramento.  Víctor López cuenta su testimonio de conversión y vocación al sacerdocio en un video del año 2017 de la Pastoral Vocacional de la Archidiócesis Burgos.

Víctor López Pelarda con sus padres

“Mi historia con el Señor ha sido desde siempre. Desde pequeño he ido con mi madre a misa. Cuando llegó el momento de hacer la comunión puedes seguir o dejar de ir a la iglesia y yo opté por alejarme”, explica Víctor, que subraya la actitud de su madre en los próximos años:

“En la edad de la confirmación mi madre me ofreció amablemente hacer los dos años de catequesis para recibir el sacramento. La catequista que me tocó no era la más activa, aunque ahora digo que es una santa, y aquella catequesis no cambió nada. Yo seguía sin ir a misa, continuaba con el grupo de amigos, que siempre hemos sido los primeros en experimentar cosas nuevas y los más guais. Del grupo yo era el único que continuaba yendo a catequesis”.

Víctor López narra que durante el segundo año de la catequesis, antes de la confirmación, se incorporó a la parroquia un nuevo sacerdote que “a mí me sorprendió muchísimo porque era superlativo, un motivador de la vida, tenía mucha alegría y nos invitaba a ir a cosas, aunque yo no quería ir y no fui a ninguna”.

Pero llegó el momento en que Dios quería cambiar las cosas y Víctor participó con sus compañeros en la convivencia de final de curso previa a la confirmación. Acudieron al monasterio de las Clarisas y “fue la primera vez que pensé por mí mismo, cuando vi a unas señoras muy mayores con unas jóvenes que vivían toda su vida encerradas entre cuatro paredes y estaban felices. Entonces es cuando me planteé: ‘¿Aquí qué pasa? Tiene que haber algo más’.

“Y fue pasar la confirmación y se dio en mi un cambio brutal. De no ir nada a misa, de no pisar la iglesia, a ir todos los domingos a la Eucaristía, a rezar todos los días media hora”, enfatiza Víctor.

La convivencia en la que conoció a las hermanas Clarisas interpeló a Víctor López Pelarda

El encuentro de Víctor con Dios se había producido. A partir de ahí su relación ha sido cada vez más profunda:

“Cuando me ponía a rezar me encontraba que no estaba solo, pues yo me sentía correspondido en ese diálogo. Poco a poco, me fui metiendo en la parroquia, en voluntariado, involucrando cada vez un poco más. Cuando tratas con Jesús te va pidiendo cada vez más coherencia y te pide cambiar en aspectos concretos que te va mostrando. Y esto tiene sentido porque cuando volvía de la parroquia o de hacer cosas que tenían que ver con el Señor tenía una felicidad que no he conseguido en ningún lado y eso lo veían mis padres”.

Víctor López Pelarda proclama al mirar toda su vida que “Dios ha sido el que ha movido mi vida: me ha hecho estar donde estoy, ser como soy, me ha ido preparando el camino. Dios ha sido el que ha ido atando cabos y el que me ha dado caña también para que hiciera lo que debía. Dios es el que me ha hecho y me hace feliz. He experimentado que cuando uno es feliz los demás lo notan y los que te quieren son felices contigo. Todo viene de Dios y todo vuelve a Dios. Y al descubrir que mi vocación es ser sacerdote estoy feliz de la vida y con muchas ganas de entregarme y servir a los demás para lo que Dios quiera con mi vida”.

Pablo Dorado, 27 años, se salió del seminario, tuvo novia, intentó alistarse al ejército y «un día mi madre me puso contra la espada y la pared y decidí volver… Quiero ser cura para servir a los demás»

Comentarios 0

Esta web utiliza cookies propias para su correcto funcionamiento. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad